“Cuando veo a todos estos refugiados recuerdo el día que tuve que huir de Somalia. Veo mi pasado en estas personas.
Yo era un pastor nómada y cuando estalló el conflicto mi padre y mis dos hermanos fueron asesinados en un conflicto entre clanes cerca de la ciudad de Kismaayo. Tuve que huir de Somalia para poner a salvo mi vida. Cuando veo a todos estos miles de personas que llegan a desesperadas ahora a los campos, recuerdo que lo único que hacíamos era andar y andar. No tenía ni idea cuando llegué a Kenia de que viviría en un campo de refugiados, en una choza de palos y plásticos, durante 20 años.
Los primeros meses en el campo de refugiados de Dadaab fueron muy difíciles. Era duro confiar en los forasteros. Agradecía estar lejos del alcance de los que destruyeron a mi familia, pero yo seguía temiendo por mi seguridad. Poco a poco la vida fue mejorando pero era difícil encontrar trabajo en los campos. Conseguí ganar unos chelines al día trabajando duro como conductor de un carro tirado por un burro que transportaba arena y postes para construcción.
Ahora por fin empiezo una vida diferente y creo que será mejor que esta. Quiero que mis hijos tengan una educación y un futuro esperanzador. Sé que tengo mucho que aprender, pero me gustaría ser taxista cuando llegue a América.”
Muhioadin Ahmed Aden pasó gran parte de su vida como refugiado en los campos de Dadaab, en Kenia. En septiembre de 2011 ha sido reasentado en Salt Lake City, donde ha empezado una nueva vida junto a su familia.