"Me llamo Lucilda, huí de Colombia en 2001 porque temía que mi madre se enfadara conmigo después de ir a una fiesta sin su permiso. Debí haberme quedado para afrontar las consecuencias. Pero no lo hice, y en vez de eso, me terminé casando con un hombre violento e infiel. Escapamos juntos a la provincia de Sucumbios, al norte de Ecuador. Hoy, mi marido está muerto, tengo que criar sola a mis dos hijos y soy portadora del VIH
Mi marido estaba muy enfermo, pero no quería ir al médico. No quería que me tocase, pero cogió un cuchillo y me forzó. Me sentí como si hubiera sido violada. Fuimos al médico y nos dijo la enfermedad que tenía y que yo también estaba infectada. Él sabía que tenía SIDA, pero nunca me lo dijo."
Luchar contra esa enfermedad es un problema en una sociedad conservadora y dominada por los hombres, donde las personas que son portadoras del VIH, en especial las mujeres, son estigmatizadas. Lucilda es considerada una paria por su familia. Creen que si la tocan se pueden contagiar.
Pocos se han puesto en los zapatos de Lucilda. Es sólo una más de un pequeño grupo, pero creciente, número de personas que conviven con el VIH en Sucumbios y en su capital, Lago Agrio, donde los refugiados colombianos representan cerca del 20 por ciento de una población de 60.000 personas. Al menos 30 personas eran portadoras del VIH o SIDA a finales del año pasado, duplicando el dato de 2009.