La educación es una carrera de obstáculos para los refugiados sudaneses en el Chad
Ante la afluencia de personas refugiadas de Sudán al este de Chad, ACNUR y sus socios ofrecen apoyo vital para la educación de la niñez refugiada.
Son solo las 7:30 de la mañana en el campamento de refugiados de Kouchagine-Moura, cerca de la frontera de Chad con Sudán, pero el termómetro ya se acerca a los 40°C.
A pesar del calor, decenas de niñas y niños se reúnen, se quitan los zapatos y se sientan en una gran alfombra a la escasa sombra de un árbol de acacia sin hojas. Frente a un gran pizarrón apoyado en el tronco, una joven con un vestido rosa vaporoso y un pañuelo en la cabeza saluda a los niños y les hace un gesto para que se sienten.
Assaniah Ahmad Hussein, de 28 años, es profesora de primaria en la escuela Alnour – una de las dos que hay en el campamento – y dirige una clase de más de 100 niñas y niños de entre 5 y 7 años. Originaria de Gnouri, en la región sudanesa de Darfur, Assaniah llegó a Kouchagine-Moura hace poco más de dos años con su esposo y su hijo, después de huir de la violencia intercomunitaria.
Psicóloga de formación, considera muy importante el aprendizaje, que ve como un baluarte contra el conflicto y el extremismo.
“Mi trayectoria ha estado marcada por una violencia reiterada e indiscriminada que creo que es fruto de la ignorancia”, afirma. “Estoy convencida de que el acceso a la educación y al conocimiento para la niñez ayudará a romper el ciclo de la violencia en Darfur”.
El campamento de Kouchagine-Moura acoge a unas 14.000 personas refugiadas sudanesas que han huido de los enfrentamientos en Darfur desde febrero de 2020. Además de acoger y proteger a las personas refugiadas, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios garantizan el acceso de la niñez a la educación mediante su inclusión en el sistema educativo nacional chadiano y el suministro de infraestructura y materiales.
La agencia ha supervisado la construcción de dos escuelas con capacidad para 2.500 alumnos, con 24 letrinas, dos pozos de agua alimentados por energía solar y cuatro salas para el personal. Junto con el Servicio Jesuita a Refugiados, ACNUR capacitó a una plantilla de 39 profesores de la comunidad de personas refugiadas y de acogida.
El campamento también ofrece un programa de educación acelerada y alfabetización para la juventud de entre 12 y 23 años, que actualmente incluye a 108 niñas refugiadas y 61 niños que nunca han asistido a la escuela.
Pero a pesar de estas inversiones, mientras el campamento sigue creciendo – con casi 4.000 nuevas llegadas desde principios de año –, el personal destaca los duros retos a los que todavía se enfrentan. La capacidad promedio de las clases de primaria es de 163 alumnos, y 10 de las 17 aulas de las dos escuelas se imparten al aire libre debido a la falta de espacio disponible.
En los últimos años, Chad se ha convertido en uno de los países más integradores del mundo en lo que respecta a la educación de las personas refugiadas. En el ciclo escolar 2020-21, más de 100.000 jóvenes refugiados estaban matriculados en educación formal, más que nunca.
Sin embargo, con la reanudación del conflicto al otro lado de la frontera en Sudán, que obliga a más personas a buscar seguridad en Chad, la presión sobre un sistema ya sobrecargado va a aumentar. El principal factor que impide a ACNUR y a otros socios de la ONU y de las ONG ampliar su respuesta es la grave falta de financiación, ya que el Plan de Respuesta Humanitaria 2022 para Chad, dotado con 510 millones de dólares (USD), solo está financiado en un 22 por ciento. El componente de educación de ese plan solo ha recibido 2 millones de dólares (USD) de los 34 millones necesarios para atender las necesidades de la niñez refugiada.
Más allá de los límites de capacidad, los profesores también están atentos a los riesgos de absentismo debido a las precarias condiciones de vida de muchas familias del campamento, como señala Brahim Tahir Arabi, un profesor chadiano de la comunidad de acogida.
“Tenemos que asegurarnos de que la niñez tenga una alimentación sana y equilibrada”, explica. “Algunos estudiantes no vienen a la escuela porque no tienen zapatos o ropa adecuados”.
Para Assaniah, la construcción de nuevas aulas es la máxima prioridad. “Aunque los árboles dan sombra, no son tan eficaces para proteger a los estudiantes durante la temporada de lluvias”, señala.
Sin embargo, su aula al aire libre sigue siendo un precioso lugar de aprendizaje, en el que niñas y niños prestan mucha atención a las palabras de su profesor. “Este es un lugar para enseñar y guiar”, comenta Assaniah. “Desde los más pequeños hasta los más grandes, los niños están en armonía, como si todos tuvieran la misma madre y el mismo padre. No hay desacuerdos: todos somos refugiados”.
Esta historia se publica previa al Informe de Educación de ACNUR 2022, que se publicará el 13 de septiembre. El informe forma parte de la participación de la Agencia de la ONU para los Refugiados en la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, que tendrá lugar durante la Asamblea General de la ONU de este año.
Para más información sobre la labor educativa de ACNUR, favor de contactar:
- Becky Telford, [email protected]