Una chica ucraniana que aspira a ser arquitecta construye su futuro en una escuela polaca

Garantizar el acceso a la educación de cientos de miles de jóvenes refugiados ucranianos supone un enorme reto para países de acogida como Polonia.

Sofía, de 13 años, refugiada ucraniana, asiste a una clase de geografía en la Escuela Primaria no. 58 en Varsovia.

Sofía, de 13 años, refugiada ucraniana, asiste a una clase de geografía en la Escuela Primaria no. 58 en Varsovia.  © ACNUR/Rafal Kostrzynski

Cuando Sofía huyó de su hogar en la región de Ternopil, al oeste de Ucrania, poco después de que comenzara el conflicto armado internacional el 24 de febrero, pensó que estaría fuera tal vez unas pocas semanas.

Meses más tarde, incluso regiones muy alejadas de la primera línea de fuego siguen afectadas por la guerra, y Sofía sabe que tal vez tenga que hacer planes para un futuro en la capital de Polonia, Varsovia, donde ahora vive. “Me he dado cuenta de que puede ser para siempre y de que, si regreso a Ucrania algún día, podría ser como visitante”, comenta con la serenidad de alguien que se ha tomado el tiempo de reflexionar sobre su vida futura, a pesar de que solo tiene 13 años.

Dejar su hogar, su familia y sus amistades fue duro, pero con las explosiones que ya sacudían la región, los padres de Sofía acordaron que debía dirigirse a la frontera con la familia de una amiga y quedarse con su abuela, quien lleva 30 años viviendo en Polonia.

Tras un gélido viaje nocturno de 14 horas en varios autobuses repletos de compañeros refugiados, Sofía encontró a Zola, de 55 años, esperándola.

Una vez que Sofía estaba fuera de peligro, su abuela quiso encontrarle una escuela lo antes posible, no solo para que pudiera continuar sus estudios, sino también para que la adolescente tuviera un lugar seguro donde estar mientras Zola trabajaba largas horas como empleada de la limpieza.

“Los niños necesitan ir a la escuela”.

Al principio, Sofía era reticente. “No era una prioridad para mí; le dije a mi abuela que era cuestión de un par de semanas y que luego la guerra terminaría y yo volvería a Ucrania”, explica.

Zola añade: “No sabíamos cuánto duraría la guerra, pero los niños necesitan ir a la escuela”.

Una escuela cercana ofrecía clases especiales para las personas refugiadas que no hablaban polaco. “Los primeros días fueron difíciles”, recuerda Sofía. “No conocía el idioma, estaba rodeada de estudiantes y profesores que hablaban en polaco. Pero el segundo día me sentí más tranquila y una semana después me acostumbré”.

Wieslawa Dziklinska, directora de la escuela de Sofía, cuenta que los estudiantes que no hablaban polaco seguían el plan de estudios normal y recibían el apoyo de auxiliares docentes que traducían y explicaban las materias.

“Para algunos es una lucha”, señala Dziklinska. “Para otros, es muy fácil y natural. Algunos se resisten, especialmente los niños que tenían planes ambiciosos como ir a escuelas de música [especializadas], hacer exámenes de idiomas... Es un choque entre lo que habían planeado y la realidad”.

En clase, Sofía se muestra reservada pero atenta, y sus respuestas a las preguntas de los profesores son reflexivas y a menudo extensas, un reflejo, quizá, del tiempo que ha pasado sopesando sus opciones y tomando decisiones difíciles.

  • Después de huir de Ucrania, Sofía se aloja con su abuela Zola, quien lleva 30 años viviendo en Polonia.
    Después de huir de Ucrania, Sofía se aloja con su abuela Zola, quien lleva 30 años viviendo en Polonia. © ACNUR/Rafal Kostrzynski
  • La profesora Ewa Golofit dirige una clase de geografía para Sofía y sus compañeros.
    La profesora Ewa Golofit dirige una clase de geografía para Sofía y sus compañeros. © ACNUR/Rafal Kostrzynski
  • Sofía juega hockey con sus compañeros durante una clase de educación física.
    Sofía juega hockey con sus compañeros durante una clase de educación física. © ACNUR/Rafal Kostrzynski

Sofía es solo una de los más de 400.000 niñas y niños refugiados en edad escolar procedentes de Ucrania registrados hasta ahora con un número de identidad del gobierno polaco (PESEL, por sus siglas en polaco), lo que supone un enorme reto para las autoridades del país. El gobierno ha garantizado el derecho a la educación de las personas refugiadas de Ucrania, pero la escala y la velocidad de esta crisis han puesto a prueba la capacidad y la infraestructura escolar del país.

A finales del año académico 2021-22, más de 180.000 alumnos ucranianos habían entrado en las escuelas polacas, de acuerdo con las cifras oficiales. De ellos, el 80 por ciento se ha incorporado a clases mixtas con estudiantes polacos. El resto ha asistido a ‘clases preparatorias’, un sistema que existe de alguna manera en la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) para ayudar a la niñez extranjera en la transición a las escuelas públicas del país anfitrión.

En las clases preparatorias de Polonia, los alumnos siguen el plan de estudios nacional y reciben cursos intensivos de polaco. Antes de la guerra, había 15 alumnos en cada ‘clase preparatoria’; la cifra se ha elevado a 25.

Incluso con estas soluciones, cientos de miles de jóvenes refugiados podrían necesitar un lugar en una escuela polaca este próximo año académico. Sin embargo, el panorama se ve empañado por la guerra en curso, que impide que las personas desplazadas de Ucrania hagan planes a largo plazo: de acuerdo con una reciente encuesta de ACNUR, dos tercios esperan permanecer en sus países de acogida hasta que las hostilidades se calmen. Algunas personas también han viajado a terceros países.

Las personas refugiadas también pueden elegir que sus hijos sigan el plan de estudios ucraniano en línea, atendiendo virtualmente las clases puestas a su disposición por el Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania, una opción que muchas familias han tomado con la esperanza de que puedan volver pronto a sus antiguas escuelas o ingresar en universidades ucranianas en el futuro. De hecho, a algunas familias les gusta que sus hijos sigan el plan de estudios ucraniano en línea mientras también están matriculados en una escuela del país de acogida.

Por su parte, Sofía está dispuesta a seguir con su educación. Aunque sus materias favoritas son una mezcla de biología, matemáticas y literatura, sueña con ser arquitecta. “Me gusta el proceso de construcción de casas, el proceso de diseñar una casa utilizando un programa en la computadora”, comenta, enumerando una lista de términos técnicos que ha aprendido viendo videos en Internet. 

Sofía sigue pensando a menudo en su hogar. “Me gusta estar aquí, pero me gustaría regresar”, indica. “Esto [la vida en Polonia] es nuevo para mí y extraño mi pueblo, mis amigos, las tiendas de Ucrania...”.

 

Esta historia se publica en vísperas del Informe de Educación de ACNUR 2022, que se publicará el 13 de septiembre. El informe forma parte de la participación de la Agencia de la ONU para los Refugiados en la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, que tendrá lugar durante la Asamblea General de la ONU de este año.

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