Cuatro formas en las que las personas refugiadas han continuado con su educación durante la pandemia de COVID-19

El más reciente informe del ACNUR sobre Educación ofrece historias inspiradoras sobre cómo las personas refugiadas continuaron con su educación en contra de todo pronóstico. Lee y aprende más al respecto.

Una mañana en la escuela primaria Vahdat, en Isfahan, Irán, donde niñas refugiadas e iraníes se preparan para empezar clases llenas de entusiasmo y energía.

Una mañana en la escuela primaria Vahdat, en Isfahan, Irán, donde niñas refugiadas e iraníes se preparan para empezar clases llenas de entusiasmo y energía.  © ACNUR/UNHCR/Mohammad Hossein Dehghanian

Escuelas cerradas, exámenes cancelados: la COVID-19 ha causado estragos en la educación de los niños y las niñas en todo el mundo. Según cifras de la ONU, alrededor de 1.600 millones de estudiantes en todo el mundo, incluidos millones de refugiados, han visto interrumpida su educación.

Sin embargo, como sucede a menudo cuando se enfrentan a desafíos aparentemente insuperables, la determinación de los refugiados de asegurar oportunidades educativas que cambian sus vidas ha vuelto a pasar a primer plano. En un informe titulado “Uniendo fuerzas por la educación de las personas refugiadas”, el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, destaca una serie de ejemplos inspiradores de cómo los jóvenes refugiados han seguido atravesando la pandemia.

Los datos de 2019 del informe se basan en informes de 12 países que albergan a más de la mitad de la niñez refugiada del mundo. Si bien hay un 77% de matriculación bruta en la escuela primaria, solo el 31% de los jóvenes están matriculados en la escuela secundaria. A nivel de educación superior, solo el 3% de los jóvenes refugiados están matriculados.

Muy por debajo de los promedios mundiales, estas estadísticas representan, no obstante, un progreso. La matriculación en la educación secundaria aumentó, y decenas de miles de niños refugiados asistieron a la escuela por primera vez, un aumento del 2% año tras año.

Pero la pandemia amenaza con deshacer este y otros avances cruciales. Y para las niñas refugiadas, la amenaza es particularmente grave. Según los datos del ACNUR, el Fondo Malala ha estimado que, como resultado del COVID-19, la mitad de todas las niñas refugiadas en la escuela secundaria no regresarán cuando las aulas vuelvan a abrir este mes.

El deseo de los refugiados por acceder a la educación es claro. El desafío ahora es dar apoyo global a su determinación. Nuestro informe destaca varios ejemplos de formas innovadoras y colaborativas en que los refugiados y los maestros, con el apoyo de los gobiernos y los socios del ACNUR, continuaron durante el periodo de confinamiento.

  1. Todo lo que necesitamos es… Radio Gargaar

Amina Hassan, profesora de estudiantes refugiados somalíes, da una lección de inglés a alumnos de quinto grado a través del sistema de radio en el campamento de Dadaab en Kenia.  © ACNUR / Jimale Abdullahi

En tiempos normales, Amina Hassan se paraba al frente de su salón de clases de unos 100 niños en una escuela en el enorme complejo de refugiados de Dadaab en el este de Kenia. En estos días, ha tenido que convertirse en locutora, con uno de los programas de radio telefónicos más inusuales del mundo.

Dadaab tiene más de 67.000 estudiantes que asisten a solo 22 escuelas primarias y seis secundarias, donde los niños y jóvenes refugiados, junto con los estudiantes de la comunidad de acogida que comparten sus aulas, reciben una educación certificada supervisada por una autoridad nacional.

Amina tomó las ondas para transmitir lecciones a su clase de quinto grado en una estación comunitaria llamada Radio Gargaar, que significa "ayuda" o "asistencia" en somalí. “A veces me llaman al estudio para hacer preguntas”, dice. "Creo que están aprendiendo aunque no puedo verlos".

  1. El aula sobre ruedas

En Bolivia, un aula móvil brinda aprendizaje y juegos a los niños venezolanos que viven en albergues.   © ACNUR / William Wroblewski

Bailar, cantar, pintar y aprender sobre el coronavirus han estado en la agenda de un grupo de jóvenes venezolanos en La Paz, Bolivia. Pero en lugar de ir a la escuela, la escuela ha ido a ellos.

Aula Movil es un proyecto que ACNUR y organizaciones socias están poniendo a prueba para niños y niñas venezolanos refugiados y migrantes que no han tenido acceso a actividades formales de educación, educación a distancia o recreativas desde el inicio del confinamiento. A pesar de que el personal está vestido con equipo de protección personal de pies a cabeza, los jóvenes se acostumbran rápido a ellos.

Además, la clase ha brindado apoyo psicosocial y participación a la comunidad venezolana, visitando centros de alojamiento donde ACNUR está brindando alojamiento a familias venezolanas.

  1. En línea o fuera de línea, haciendo que la educación funcione

En Uganda, el teléfono e Internet traen avances a los asentamientos aislados del norte.   © ACNUR / Michele Sibiloni

Gracias a una asociación que se remonta a 2018, el ACNUR y sus socios en Uganda pudieron acelerar un proyecto de educación conectada que brindaba a los profesores y estudiantes acceso a una amplia variedad de recursos abiertos.

Muchas comunidades desplazadas viven en áreas donde la conectividad a Internet es deficiente o inexistente, y donde la adquisición de dispositivos inteligentes está fuera de discusión. Una plataforma de aprendizaje de código abierto llamada Kolibri, desarrollada por la organización sin fines de lucro Learning Equality, está diseñada para solucionar esos problemas al adaptarse a una variedad de dispositivos de bajo costo, listos para usar y otro hardware "heredado".

Una vez que el contenido se ha "sembrado" en un dispositivo, ya sea en una fábrica o en un área que tenga conexión a Internet, ese dispositivo puede compartirlo con otros a través de una red local sin conexión.

  1. Lecciones al aire libre

Una refugiada de 15 años en el campamento de Inke en la República Democrática del Congo (RDC) se prepara para una lección con medidas de distanciamiento social impartida por el maestro local Jean Aime Mozokombo.  © ACNUR / Ghislaine Nentobo

Con todas las escuelas cerradas, Jean Aimé Mozokombo simplemente tomó sus clases afuera.

En el norte de la República Democrática del Congo (RDC), más de 600 estudiantes refugiados de la República Centroafricana pudieron continuar sus preparativos para la prueba final de la escuela primaria nacional. Jean Aimé fue uno de varios profesores de la comunidad de acogida que se esforzó por mantener ocupados a sus jóvenes estudiantes.

Durante meses, ha estado organizando sesiones de aprendizaje en el campamento de refugiados de Inke, en la provincia de Ubangi del Norte, fuera de las casas de sus estudiantes. Sus clases se limitan a seis a la vez para garantizar un distanciamiento físico adecuado.

Incluso sin las instalaciones habituales, estas clases al aire libre son vitales. “Estamos haciendo lo mejor que podemos, ya que la prueba final nacional de educación primaria es esencial para que los estudiantes se matriculen en la escuela secundaria”, dijo Jean Aimé.


Desde refugiados y comunidades de acogida hasta profesores, socios del sector privado, autoridades nacionales y locales, innovadores y agencias humanitarias… todos han encontrado numerosas formas de mantener la educación en marcha frente a la pandemia. Ha sido una demostración de colaboración, generosidad y pensamiento creativo, aliado a la pasión y determinación de millones de jóvenes.

Este artículo se publicó en su versión original en inglés en Medium.