"Mi nombre es Aisho Warsame, tengo 62 años y una mañana me di cuenta que no soportaba más el ruido de los bombardeos. Un día tuve que dejar atrás Mogadiscio para no terminar loca, o sencillamente muerta. Las calles de Mogadiscio estaban completamente desiertas. Todo lo que veías en las calles eran los cuerpos de gente muerta por las balas o los morteros.
Me desplazé a Galkayo -a 700 km al norte de la capital- con mis 4 hijos y 6 nietos. Me vi obligada a mendigar durante meses para conseguir el dinero para escapar.
Nunca lo había hecho y me avergonzaba pedir dinero a la gente. Pero no tenía elección. Lo hacía por mis hijos."
Aisho encontró refugio en un campo junto a otras 45.000 personas desplazadas por los interminables combates. No tiene nada que la una a Galkayo, pero para ella es un lujo vivir sin temor a morir. Vive en un refugio improvisado que apenas la protege del viento o la lluvia. Tienen pocos alimentos y sus nietos no tienen una escuela donde asistir. A pesar de las duras condiciones, Aisho mantiene la esperanza de que las cosas vayan mejor
Aisho es una de los 1,4 millones de desplazados internos que viven en condiciones terribles en Somalia, escenario de una de las peores crisis humanitarias del mundo. La seguridad y la situación económica son frágiles, y ACNUR provee asistencia a las nuevas llegadas así como impartir una formación y actividades generadoras de ingresos.