Kamal Hossain, un refugiado de Myanmar, llamó la atención de ACNUR en enero de 2005 cuando los residentes de uno de los dos campos que acoge a 28.500 refugiados Rohingya de Myanmar empezaron a protestar por el hedor de uno de los refugios. Gracias a esa queja, el encargado del campo realizó unas investigaciones. Y lo que descubrió le horrorizó. Kamal estaba con la espalda rota y pegado sobre una mugrienta sábana con heridas infectadas y cubierto de insectos.
Después de abandonar el campo para trabajar ilegalmente como albañil en Malaysia, Kamal se cayó desde una altura de dos pisos y se rompió la espalda. Gracias a sus amigos regresó al campo y se quedó en el refugio de su primo. Al marcharse del campo dejó de estar registrado, y las autoridades bangladesíes no permiten que se vuelva a registrar. Por eso no se atrevió a pedir ayuda, temía ser arrestado.
El doctor Zahid Jamal se hizo cargo de él. También enseñó a la mujer de su primo los cuidados para cuando él no pudiera hacerlo. Tardó seis meses en curar sus escaras, y durante ese tiempo recibió la visita de personal de ACNUR. Kamal se sentía seguro así, sabiendo que había gente que podían ayudarle.
En diciembre de 2005 el gobierno permitió a Kamal registrarse con ACNUR y en 2008 recibió una tarjeta de identidad de ACNUR. Sin esta tarjeta no podía acudir a un médico, no se podía relacionar con personas registradas y no tenía libertad de movimienos. Kamal asiste a clases de reparación de móviles y espera ser algún día reasentado en un país donde pueda comenzar una nueva vida.