Preguntas y respuestas: El líder de los Makonde en Kenia recuerda el camino desde la apatridia
Thomas Nguli, actualmente con 62 años, cuenta cómo una vida sin ciudadanía le robó sus sueños.
GINEBRA- Hoy se estima que unos 10 millones de personas en todo el mundo son apátridas, viviendo en un limbo burocrático sin acceso a la salud, la educación y otros servicios gubernamentales.
Más del 75 por ciento de la población conocida como apátrida pertenece a grupos minoritarios. Sin documentos cruciales, como los documentos de identidad nacionales, certificados de nacimiento y matrimonio, se enfrentan a la discriminación, la exclusión y la persecución.
Los Makonde de Kenia es uno de esos grupos. Pero en 2016, después de un cambio de opinión del Gobierno de Kenia y años de consultas por parte de ACNUR y las organizaciones socias, alrededor de 1.700 miembros de una comunidad de 4.000 personas obtuvieron la ciudadanía plena del país en el que nacieron en su mayoría y finalmente obtuvieron documentos de identidad.
La comunidad Makonde, cuyos orígenes se remontan al norte de Mozambique, está compuesta en su mayoría por trabajadores reclutados por los británicos durante el período colonial para trabajar en granjas de sisal y plantaciones de azúcar.
Otros Makonde de Kenia son los descendientes de combatientes por la libertad en el exilio y refugiados de la guerra civil de Mozambique. A pesar de ser residentes en Kenia desde su independencia en diciembre de 1963 o haber nacido allí, no fueron reconocidos como ciudadanos ni incluidos en ninguna de las bases de datos de registro de la población.
En un amplio debate al margen de las consultas anuales de ACNUR con las ONG, el presidente de la comunidad de Makonde, Thomas Nguli, habló de la larga lucha de su pueblo por el reconocimiento y el sufrimiento que soportaron.
¿Cómo terminaste siendo apátrida en Kenia?
“Nací en Kenia en 1956. Mis padres vinieron de Mozambique durante la época colonial para trabajar en las plantaciones de azúcar y sisal. Llegaron en 1936. Después de la independencia en 1963, no tenían papeles. No tenían certificados de nacimiento y sin ellos no se podía acceder a las tarjetas de identificación. Sin las tarjetas de identificación, ni siquiera podía ingresar a las oficinas del gobierno para pedir ayuda y apoyo o acceder a los servicios del gobierno. Entonces, simplemente se quedaron en las granjas”.
¿Cómo te afectó esto a ti personalmente?
"Solo fui a la escuela hasta segundo grado, con unos 11 años. No pude continuar debido a la falta de documentación. Mis padres sabían que no podría continuar y me sacaron. Dijeron que no tenía sentido continuar si no podía ni siquiera ir a la escuela secundaria, y mucho menos continuar. Dijeron que, si no podía comenzar, era mejor que fuera a ayudarlos en las plantaciones. Durante tres años hice un trabajo ligero, como llevar agua a los trabajadores y demás. Afortunadamente, mis padres tenían la técnica de tallar y yo la heredé. Cuando crecí quise una vida mejor y practiqué la talla. Me convertí en un escultor.
¿Cómo afectó la apatridia en tu vida cotidiana?
Cuando eres apátrida sientes que no eres un ser humano. Sabes que no puedes recibir ni siquiera los servicios más básicos. Sabes que la policía puede hostigarte cuando lo desee. Acosan a toda la comunidad. No pude abrir una cuenta bancaria, no pude comprar una casa o una pequeña parcela de tierra (shamba). Sentí que no era un ser humano porque no tenía documentos, sin certificado de nacimiento, sin papeles de inmigración, sin nada. Ni siquiera puedes acceder a un edificio del gobierno sin mostrar la tarjeta de identificación, así que ni siquiera puedes ir y preguntar dónde está el error.
¿Por qué y cómo cambiaron las cosas?
Empezamos a pelear en 2005. Ya tenía entonces mis 40 años, pero queríamos que las cosas fueran mejores para nuestros hijos. El gobierno cambió en ese momento. Hasta entonces había sido muy represivo, pero cuando (el ex presidente) Mwai Kibaki llegó, todo fue más relajado. En (el presidente Daniel Arap) el día de Moi, fue duro. Odiaban a los activistas. Los vieron a todos como iguales y había que reprimirlos.
La Iglesia Católica a la que adoramos, tomó nuestro caso. No teníamos conocimientos. No sabíamos por dónde comenzar, pero la Iglesia nos puso en contacto con organizaciones de base y grupos de derechos humanos, y así es como finalmente, también entramos en contacto con ACNUR. A través de ellos, pudimos adquirir el conocimiento para comprender cómo poner fin a nuestra condición.
¿Qué papel jugó ACNUR?
ACNUR jugó un papel muy importante porque después de que nos pusimos en contacto con ellos a través del grupo HAKI y la Iglesia, nos aconsejaron que debíamos elaborar una base de datos de cuántos estábamos en la comunidad de Makonde y dónde estábamos todos en el país. A lo largo de los años, después de que muchas plantaciones se cerrasen, nos habíamos dispersado por todo el país. Muchos de mis sueños de adolescente se habían ido, pero estaba pensando en el futuro. Estaba pensando en la próxima generación. Le escribí al presidente tres veces y después de la tercera carta accedió a vernos y se encargó de nuestro caso, otorgándonos el estatus de la 43ª tribu de Kenia.
¿Qué depara el futuro ahora para los Makonde?
Las generaciones futuras deben comenzar a educarse. Ahora pueden ir a la escuela. Ya tenemos algunos yendo a la universidad. Si tienes una educación, sabes cómo enfrentar esta situación. Ahora debemos eliminar el miedo del resto de la comunidad. Después de décadas de hostigamiento y miedo a la detención todavía hay recelo. Solo la educación puede eliminar eso.
Gracias al Voluntario en Línea Eduardo Corral Pugnaire por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.