Treinta años de esperanza y educación superior para las personas refugiadas en África Occidental
Durante las últimas tres décadas, el programa de becas DAFI ha dado a las personas refugiadas la oportunidad de obtener un título universitario, ofreciéndoles el regalo de la educación, la esperanza y un futuro mejor.
Tras sobrevivir a un brutal ataque por parte de un grupo armado a la iglesia a la que acudía, Ornella Banam escapó de la guerra civil en la República Centroafricana en 2014 y se marchó a Burkina Faso. Ahí logró continuar sus estudios, con la esperanza de convertirse en nutricionista, pero, cuando su padre murió dos años después, ya no pudo pagar las cuotas y tuvo que abandonar la universidad.
El año pasado, Banam fue seleccionada para el programa de becas DAFI (Iniciativa Académica Alemana para Refugiados Albert Einstein), lo que le permitió retomar su educación superior. “Esta beca me devolvió la esperanza que había perdido hace cinco años”, cuenta la joven de 30 años. “Vi mi sueño destrozado, pero gracias a esta oportunidad, vuelvo a ser optimista”.
Las cifras más recientes muestran que las personas refugiadas se inscribieron en la educación terciaria en todo el mundo hasta el 6 por ciento en el año académico 2020-21. Esto representa un aumento satisfactorio desde el 1 por ciento de hace unos años, pero todavía está muy lejos del objetivo del 15 por ciento de inscripción en la educación superior para 2030 establecido por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en el marco de su campaña “15by30”. Las cifras reflejan una desigualdad generalizada por la que las personas refugiadas sufren tasas de escolarización que son – en todos los niveles educativos: primario, secundario y terciario – inferiores incluso a los sectores más pobres de la sociedad.
El programa de becas terciarias DAFI – financiado principalmente por el Gobierno alemán con el apoyo de Dinamarca, la República Checa, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y donantes privados – es crucial para alcanzar el objetivo 15by30. Ha permitido que 21.500 personas refugiadas se inscriban en la educación superior en todo el mundo desde 1992, incluyendo 6.200 en África Occidental desde 2010. Este año, 934 jóvenes refugiados obtuvieron becas DAFI en 15 países de África Occidental.
“Esta beca me devolvió la esperanza que había perdido...”
Al igual que muchos otros participantes en el programa DAFI, el sueño de Banam surge de su propia experiencia, al crecer en un país donde reina la pobreza y la comida suele escasear. “La desnutrición es la principal causa de mortalidad infantil en el mundo, sobre todo en mi país”, afirma, y añade que quiere “atender a la niñez que sufre de desnutrición en todo el mundo”. Gracias a la beca de DAFI, que cubre el costo de las colegiaturas, el alquiler y los gastos de manutención, Banam puede, una vez más, dedicarse a sus estudios.
Florine Lutumba tenía solo ocho años cuando la guerra civil forzó a su familia a abandonar su hogar en la República Democrática del Congo y, durante los últimos 15 años, ha vivido en Côte d'Ivoire, donde obtuvo el bachillerato en la escuela secundaria abriendo el camino a la posibilidad de cursar estudios universitarios. Pero la mala salud de su padre obligó a Lutumba a abandonar sus estudios para poder llegar a fin de mes.
“Me dolía mucho porque veía que mis amigos iban [a la universidad], seguían estudiando y me superaban”, comenta Lutumba. “Después de un tiempo, decidí no lamentarme más porque eso solo me hacía sentir miserable”.
Tras proponérselo, empezó a trabajar con su hermana menor, horneando y distribuyendo pasteles en su barrio de la capital, Abiyán, y acabó ganando lo suficiente para pagar las clases nocturnas de Administración de Empresas en una universidad privada.
Desde 2021, DAFI ha asumido los gastos de la colegiatura universitaria de Lutumba, liberándola para que se concentre más en sus estudios. “Los estudios ya no son una preocupación para mí. Gracias a esta beca, que cubre mis... colegiaturas, el transporte diario y los gastos médicos, tengo una vida mejor y me siento realizada”.
“Mis resultados académicos son siempre muy buenos”, añade. “Siempre me esfuerzo por alcanzar la excelencia”.
Trabajadora y dedicada, Lutumba, quien ahora tiene 23 años, cree que los momentos difíciles que a menudo afrontan las personas refugiadas “deberían ser una motivación y no una fuente de desánimo”. Con el objetivo de obtener su título con éxito, Lutumba tiene grandes esperanzas: “Mi ambición es gestionar o dirigir una gran empresa en el futuro”.
- Ver también: ACNUR celebra 30 años de apoyo recibido mediante el programa DAFI, y solicita más inversiones en materia educativa
El impacto de una beca DAFI puede ser de por vida, Mbabazi Mugemana, de 45 años, ha sido refugiado desde el genocidio de Ruanda de 1994. El apoyo de la DAFI garantizó que este talentoso estudiante de secundaria pudiera graduarse con éxito y, en las dos décadas transcurridas desde entonces, ha obtenido un máster, se ha forjado una carrera como profesor, consultor educativo y líder comunitario, y está estudiando un doctorado.
“No es solo la beca”, comenta Mugemana, “recibimos capacitación y entrenamiento sobre cómo desempeñarnos en la vida, en una empresa, para buscar trabajo, todo”. En la actualidad, sigue participando en el programa que preparó el camino para su propio éxito, actuando como observador en los paneles de selección de la DAFI en Camerún, donde vive.
Los nuevos becarios que Mugemana ve incorporarse al programa le dan esperanzas sobre el futuro de la educación superior entre las personas refugiadas: “He visto que la importancia de la beca DAFI para la juventud refugiada en Camerún, es que se encuentran bien equipados para afrontar sus estudios y su vida profesional, sin excepción, a donde quiera que vayan”.
Con información de Moussa Bougma en Burkina Faso, Lath Divia Kibangou en Côte d'Ivoire y Helen Ngoh Ada en Camerún.