Barbara Hendricks ha pasado la mitad de su vida ayudando a las personas refugiadas

En el aniversario número 70 de la Convención sobre el Estatuto de los los Refugiados de 1951, la célebre intérprete y Embajadora de Buena Voluntad Honoraria y Vitalicia repasa sus 35 años de trabajo en la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Hendricks en una visita a personas refugiadas vietnamitas en la isla de Pulau Bidong en Malasia, en 1989.
© Album Productions

En una reveladora entrevista con motivo del 70 aniversario de la Convención sobre los Refugiados de 1951, Barbara Hendricks, cantante de música clásica de fama mundial y la Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR más veterana, describe los encuentros y emociones más memorables que ha vivido durante casi 35 años de trabajo con personas desplazadas por la fuerza.


Nacida en Arkansas en 1948, Hendricks creció durante la época de segregación racial en Estados Unidos. Sus experiencias durante ese periodo y el movimiento por los derechos civiles reforzaron su convicción sobre la importancia que tiene la defensa de los derechos humanos.

Tras consolidarse como cantante de ópera, jazz y música clásica en ambos lados del Atlántico, se trasladó a Europa y, en 1987, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, le propuso formar parte de su programa de Embajadores de Buena Voluntad.

“Cuando empecé a leer el material sobre ACNUR, me di cuenta de que podía materializar mi idea de que no hay nada más importante que la defensa y la promoción de los derechos humanos”, recordó Hendricks.

  • Hendricks con Aala, un niño sirio de 8 años con graves discapacidades, al que conoció con su familia en 2016 en un campamento cerca de Tesalónica, al norte de Grecia.
    Hendricks con Aala, un niño sirio de 8 años con graves discapacidades, al que conoció con su familia en 2016 en un campamento cerca de Tesalónica, al norte de Grecia. © ACNUR/Paul Wu
  • En 2016, Hendricks participó en Ginebra en un evento de ACNUR para combatir la apatridia, una causa por la que es una defensora abierta.
    En 2016, Hendricks participó en Ginebra en un evento de ACNUR para combatir la apatridia, una causa por la que es una defensora abierta. © ACNUR/Susan Hopper

Su primera visita al extranjero en calidad de funcionaria fue a Zambia y Mozambique en 1989. En ambos países se reunió con personas refugiadas que esperaban regresar a su hogar en Namibia antes de la independencia del país. Si bien algunas pudieron volver y reconstruir sus vidas, otras tuvieron que esperar 14 años más antes de poder regresar con seguridad: dos destinos opuestos que dejaron una impresión duradera.

“Ahí pude ver realmente dos de las situaciones de las que sería testigo en los próximos 35 años”, comentó Hendricks. “La primera es la que me hace feliz: cuando la gente puede volver a casa. Todas las personas refugiadas que he conocido quieren volver a casa, quieren volver con sus familias, a su país, a su cultura, pero no siempre existe esa posibilidad”.

Durante una visita a Sarajevo en 1993, mientras la ciudad estaba sitiada, Hendricks estaba cantando una canción espiritual frente a un público pequeño cuando su presentación se vio interrumpida por una fuerte explosión.

“Era una bomba. Explotó afuera, en la calle”, recuerda. “No perdí una nota y seguí cantando. Y me dije: 'Bueno, si voy a morir, no se me ocurre mejor manera de hacerlo que cantando una de mis canciones espirituales favoritas'”.

Al reflexionar sobre la importancia de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, Hendricks señaló que surgió del sentimiento colectivo de esperanza y nuevos comienzos después de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, comentó que la Convención seguirá guiando el trabajo de ACNUR mientras se adapta a los nuevos retos globales que generarán desplazamientos futuros.

Animación para conmemorar los 70 años de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (ACNUR; LonelyLeap)

“Los últimos 70 años le han dado al ACNUR la increíble oportunidad de ayudar y proteger a las personas refugiadas”, expresó Hendricks.

“ACNUR seguirá teniendo que ser flexible y ágil para hacer frente a las poblaciones en situación de movilidad. Eso es lo que hacemos, y lo hacemos muy bien. Y creo que estaremos a la altura de las circunstancias, pero necesitamos que todas las personas se nos unan. Necesitamos que cada persona en cada país trabaje a nuestro lado en la construcción de un mundo mejor para nuestros hijos y nietos”.

Hendricks fue galardonada con la Orden Nacional de la Legión de Honor en Francia y fue presidenta fundadora de Sverige för UNHCR, socio de ACNUR en la recaudación de fondos en Suecia. Hendricks tiene ciudadanía sueca y sigue siendo presidenta honoraria de la mencionada entidad.

En 2002, para reconocer su destacado compromiso hacia las personas refugiadas, ACNUR nombró a Hendricks como Embajadora de Buena Voluntad Honoraria y Vitalicia. Como resultado, su colaboración con la organización ha durado casi la mitad de la vida de la agencia. 

“No me enfoco en las cifras, sino que veo los rostros".

Durante ese periodo, el número de personas desplazadas por la fuerza y otras poblaciones de interés para ACNUR ha incrementado de alrededor de cinco millones a más de ochenta. Hendricks considera que un aumento tan alarmante se debe a una falta de voluntad colectiva, pero añadió que decide no centrarse en las cifras y que se rehúsa a desanimarse.

“De cinco a ochenta millones: hemos fallado, pero no ACNUR. En el mundo hemos fracasado porque nos hemos vuelto demasiado complacientes y hemos cedido ante la comodidad. Hemos olvidado lo fácil que es perderlo todo”, señaló.

“Seguro se preguntan: '¿Acaso no es desalentador?' Al ver esas cifras, sí, claro que lo es, pero yo no me enfoco en las cifras, sino que veo los rostros”, añadió Hendricks.

“No podemos controlar los conflictos, no podemos controlar el número de personas que deben huir, pero sí podemos tender una mano a vecinas y vecinos, sin importar dónde se encuentren. Hay suficientes manos en esta Tierra para atender a 80 millones de personas. No debemos verlo como algo inalcanzable porque lo hacemos poco a poco, con una persona refugiada a la vez, un niño o niña a la vez, una familia; es posible de ese modo”.