"Como refugiado, he visto de cerca los impactos de la crisis climática"
Desde la sequía y las inundaciones hasta la creciente competencia por los escasos recursos, el refugiado sursudanés Opira Bosco Okot conoce muy bien cómo la crisis climática ha dificultado la vida de las personas desplazadas.
Opira Bosco Okot, de 26 años, es un refugiado sursudanés que cursa su último año de universidad en Kampala. Él y su familia han experimentado los efectos de la crisis climática en Uganda y en su país. Ahora, trabaja con otros jóvenes para ponerse en acción.
En 2017, corrí y caminé descalzo durante días para huir del conflicto en Sudán del Sur. Cuando llegué a la frontera con Uganda, me registraron en el asentamiento de refugiados de Palabek y me asignaron una parcela de 30 metros cuadrados para construir una estructura temporal y tener algo de espacio para cultivar y reconstruir mi vida.
Empecé a recoger leña para cocinar y a cortar árboles para construir un alojamiento. La tierra que me asignaron era fértil, boscosa y frondosa; los recursos naturales eran abundantes, y pude cultivar con facilidad y recoger suficiente leña para cocinar.
Pero tres años después, las lluvias se volvieron poco fiables, el rendimiento de las cosechas se redujo y los materiales de construcción escaseaban. La belleza de la zona había desaparecido y la tierra productiva era cada vez más escasa. A medida que la sequía se afianzaba, crecía la competencia entre las personas refugiadas y la comunidad local de acogida por unos recursos naturales cada vez más escasos, así como la percepción de que las personas refugiadas se veían favorecidas por la asistencia. La relación entre las dos comunidades empezó a derrumbarse.
Un día, mientras estaba en el monte recogiendo materiales de construcción, me persiguieron cuatro hombres y tuve que huir, dejando atrás todo lo que había recogido.
Las personas refugiadas me contaron que en el mercado local les cobraban precios más altos y que la leña y los materiales de construcción ahora tenían que adquirirse a un precio, ya sea monetario o a cambio de mano de obra.
La comunidad de personas refugiadas ha tenido que idear formas de adaptarse a esta nueva realidad. Le pregunté a Amito Rose, mi vecina en el asentamiento, cómo se las arregla. Me respondió: “He fabricado una estufa de barro que utiliza menos carbón. Aunque el carbón es caro, me resulta más fácil en comparación con tener que recorrer largas distancias para conseguir leña”.
El cambio climático está alterando los patrones meteorológicos en Uganda, causando aumentos de temperatura y lluvias irregulares que están provocando la pérdida de cultivos y ganado, y el aumento de la pobreza entre las personas refugiadas y sus comunidades de acogida. Esto está agravando otros problemas como la delincuencia, el abandono escolar por parte de la niñez y el aumento de los índices de violencia de género.
De regreso en Sudán del Sur, mis familiares que han vuelto a sus hogares también están viendo cómo se deteriora su nivel de vida. Aunque esto se debe a múltiples factores, como el impacto de la pandemia de COVID-19, los problemas económicos y la violencia generalizada, el clima extremo también está jugando un papel importante. En 2021, las inundaciones desplazaron a cientos de miles de ganaderos de la región nororiental del país. Posteriormente desalojaron por la fuerza a los habitantes del estado de Equatoria Oriental, donde mi familia vivía y cultivaba. Esto provocó un intenso conflicto y la muerte de tres de mis familiares.
Muchas personas están huyendo ahora debido a las sequías e inundaciones en diferentes partes del país. Algunos de mis familiares que se habían repatriado a Sudán del Sur están regresando ahora a Uganda porque ya no pueden cultivar.
“Sé que mi intervención contará”.
Me motiva mucho la realidad climática de Sudán del Sur y Uganda. Por eso me parece tan vital participar en el activismo medioambiental para revertir la catástrofe en ambos lugares. Sé que mi intervención contará.
En 2021 fundé una organización, The Leads (Los Líderes), para responder a las necesidades apremiantes de nuestra comunidad. Además de apoyar a la niñez y juventud refugiadas para que permanezcan en la escuela, les estamos enseñando cómo pueden desempeñar un papel en la protección del medio ambiente, capacitando a la comunidad en la fabricación de cocinas de barro mejoradas que utilizan menos carbón y promoviendo la plantación de árboles. Ahora, todos son conscientes de los beneficios de los árboles.
Para abogar por la coexistencia pacífica entre las personas refugiadas y las comunidades de acogida, produje un vídeo en el que participaban personajes de ambos grupos. La proyección del vídeo en ambas comunidades suscitó debates en torno a las intervenciones para una mayor cooperación y reparto de recursos.
- Ver también: De ‘principiante de la naturaleza’ a estar en la primera línea de la lucha contra el cambio climático
Los ecologistas llevan mucho tiempo enseñándonos cómo coexistir de forma sostenible con la naturaleza sin alterar nuestras cadenas alimenticias. El cambio climático está causado por la actividad humana, pero no debería ser una cuestión política: están en juego vidas humanas. Las personas refugiadas luchamos cada día por sobrevivir.
Mientras la comunidad internacional, los gobiernos, las ONG, los donantes y los agentes humanitarios se reúnen en la COP27, les insto a que apoyen las medidas de adaptación y mitigación del clima y a que capaciten a las personas desplazadas por la fuerza y a sus comunidades de acogida para combatir la crisis climática y restaurar el medio ambiente.
¡La acción para revertir la crisis climática debe comenzar ahora!