Un espacio seguro en Rumanía para las personas refugiadas de Ucrania

En Bucarest, la capital rumana, una organización comunitaria se está valiendo del arte para ayudar a la niñez y juventud refugiadas que huyeron de la guerra en Ucrania.

Vlas (izquierda) y Maria (centro), ambos de 10 años, y Ulyana, de 7 años, elaboran objetos de arcilla en Zi de Bine, una organización de servicios comunitarios en Rumanía.
© ACNUR/Andrew McConnell

Tres amigos pequeños – dos niñas y un niño – están sentados en una mesita color naranja. Se concentran en elaborar figuras de arcilla. Sonríen mientras crean una colección, que comprende un gato, un jarro, una motocicleta y un tazón. Los nuevos objetos se unen a otros, cada uno decorado con flores y casitas (es decir, imágenes de infancias interrumpidas).


Tras sobrevivir las primeras semanas de la guerra en Ucrania, Vlas y Masha, ambos de 10 años, así como Ulyana, de 7 años, huyeron de Odesa, su ciudad de origen, y se dirigieron a Bucarest, capital de Rumanía, país que colinda con Ucrania. 

En el colorido salón de juegos de Zi de Bine (en español, “día del bien”), una organización comunitaria en Bucarest, estos tres niños encontraron un sitio dónde reír y jugar. Fundada en 2020 por la periodista Melania Medeleanu, Zi de Bine ayuda a la población rumana a involucrarse en causas sociales, como la educación, la salud mental y cuestiones propias de la infancia. 

“Esto puede ser el soplo de aire fresco que necesitan”.

Las necesidades son muchas. Melania indica que, mientras algunos niños se apresuran para jugar y charlar, otros “simplemente van y se sientan en una esquina, y se quedan ahí sin hacer ruido”, lo cual está bien también. “No podemos olvidar, en ningún momento, que han vivido un trauma terrible, así que siempre debemos actuar con calma y calidez”, señala. 

“Creo que esto puede ser el soplo de aire fresco que necesitan”, comenta Melania. “El solo hecho de que haya un espacio seguro – donde pueden encontrarse; donde pueden reír, llorar y consolarse mutuamente; donde pueden llevar a cabo actividades con las cuales mantener la mente ocupada para dejar de pensar en aquello que vivieron – puede salvarles la vida”. 

Rumanía ha dado acogida a más de 86.000 personas refugiadas de Ucrania; la mayoría de ellas mujeres, niñas y niños. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está apoyando a los refugiados en todo el país brindándoles asesoría (incluida la jurídica), apoyo psicosocial y ayuda en efectivo (sobre todo a las familias recién llegadas). 

“La salud mental es un área donde aún se requiere mucho apoyo”, indica Pablo Zapata, representante de ACNUR en Rumanía. “Muchas personas refugiadas de Ucrania, sobre todo niñas y niños, han presenciado o vivido cosas terribles”. Zapata añade que ACNUR está colaborando con organizaciones como Voces del Autismo (Autism Voice), Fundación Estuar y Tierra de Hombres (Terre des Hommes), para brindar asistencia a familias, niñas y niños con necesidades de salud mental.

  • Niños refugiados de Ucrania dibujan en Zi de Bine, que quiere decir "día del bien".
    Niños refugiados de Ucrania dibujan en Zi de Bine, que quiere decir "día del bien". © ACNUR/Andrew McConnell
  • En el centro comunitario, los niños tienen un lugar dónde charlas y jugar, o bien donde "simplemente van y se sientan en una esquina, y se quedan ahí sin hacer ruido", indica la fundadora del centro, Melania Medeleanu.
    En el centro comunitario, los niños tienen un lugar dónde charlas y jugar, o bien donde "simplemente van y se sientan en una esquina, y se quedan ahí sin hacer ruido", indica la fundadora del centro, Melania Medeleanu. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Una niña refugiada de Ucrania elabora un collage.
    Una niña refugiada de Ucrania elabora un collage. © ACNUR/Andrew McConnell

Por conducto de Zi de Bine, ACNUR está ayudando a las personas refugiadas que asisten a clases de idiomas, yoga, asesoría y arteterapia infantil. Todas estas actividades se llevan a cabo en el espacioso y acogedor edificio de la organización, que se encuentra en el centro de la ciudad. Con frecuencia participa la población rumana local, junto con personas refugiadas de Ucrania, lo que permite que se construyan lazos entre ellas. 

Marina también huyó de Odesa en marzo y se enteró de la existencia de Zi de Bine por otras personas refugiadas, así que decidió llevar a su nieto de tres años. “Hoy es el primer día que vengo con mi nieto a la clase de arteterapia infantil. Le gustó mucho”, comenta. Aunque el objetivo principal era que su nieto disfrutara de hacer manualidades y de jugar con otros niños, Marina descubrió un beneficio inesperado para ella. “Noté que otras mujeres trajeron a sus hijos, sobrinas o sobrinos”, comparte. “Pude charlar con algunas de ellas; compartimos experiencias y dificultades”. 

La oportunidad de reunirse y pasar tiempo con otras personas refugiadas y con integrantes de la comunidad local son elementos esenciales para reconstruir el sentido de inclusión y bienestar de una persona desplazada. 

De manera similar, las clases de arteterapia ofrecen a la juventud refugiada la oportunidad de compartir sus sentimientos en un entorno informal y por distintos medios. Hace un par de días, mientras algunos niños refugiados hacían figuras de arcilla, otros dibujaban, bailaban o tocaban música. Si bien todas estas actividades sirven de alivio, no son una solución. 

“Me siento bien estando aquí”, dice Vlas, “pero muero por volver a casa para estar con mi papá. Rumanía es un país lindo, pero Ucrania es mi país de origen. Sueño con volver a Ucrania”. 

El hogar, la familia y el trauma provocado por la separación y la huida de la guerra están presentes en la mente de cada refugiado que se encuentra aquí, sin importar su edad. Al respecto, Melania dice que por eso son tan importantes no solo Zi de Bine, sino también la solidaridad y el escape que el centro ofrece. 

“Veo a las personas riendo, una a lado de la otra: aunque sea por un momento dejan de pensar en el dolor que están sintiendo”, recalca.