"Yo soy como tú y tú eres como yo": Personal de ACNUR utiliza su conocimiento de primera mano del desplazamiento
En el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, hablamos con tres colegas a los que su propia experiencia como desplazados les inspira y les ayuda a realizar su trabajo.
Mohamed Alkalifa Ag Mohamed sabe que unas simples preguntas pueden significar la diferencia entre la esperanza y la desesperación para las personas que acaban de huir de sus hogares.
Su familia llevaba años abriendo la puerta a compatriotas malienses desplazados antes por la sequía y luego por la violencia, cuando ellos también no tuvieron otra opción que huir de su propio hogar al estallar de un nuevo conflicto en Mali, en 2012.
Tras huir a Mauritania e instalarse en el campamento de refugiados de M’bera, Mohamed comenzó a visitar los centros que recibían a los refugiados recién llegados, viendo cómo el personal humanitario los recibía.
“En esos momentos, me di cuenta de la importancia de algunas expresiones, como ‘¿Estás cómodo? Trata de descansar un poco. ¿En qué puedo ayudarte? Toma un poco de agua...’”.
“Vi el alivio en las caras de muchos refugiados que se sentían más seguros al sentirse comprendidos... Me recordó lo que sentí cuando llegué”, dijo Mohamed, quien regresó a Mali después de seis años y ahora trabaja como asistente de comunicación con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Mohamed es uno de los muchos colegas que trabajan en ACNUR y que han vivido en carne propia el desplazamiento forzado, además de ser uno de los cientos de miles de trabajadores humanitarios de todo el mundo a quienes se rinde homenaje cada 19 de agosto, en el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria. La Asamblea General de la ONU eligió este día en honor al diplomático brasileño Sérgio Vieira de Mello y otras 20 personas que murieron en un atentado con explosivo contra la sede de la ONU en el Hotel Canal de Bagdad, el 19 de agosto de 2003.
“La segunda vez, sabía que no volvería”.
Oleksandra Lytvynenko, oficial de protección en la oficina de terreno de ACNUR en Dnipró, Ucrania, se ha visto obligada a huir de su hogar en dos ocasiones. La primera vez que huyó de los combates entre el gobierno y las fuerzas prorrusas en su ciudad natal, Luhansk, en 2014, solo empacó unas pocas prendas de verano, pensando que estaría fuera unas pocas semanas como máximo. Nunca regresó.
Viviendo como desplazada interna en la ciudad de Sievierodonetsk, para ella al principio fue difícil encontrar un empleo, pero gracias a su experiencia trabajando con niñez y familias para las autoridades locales de Luhansk fue contrada por ACNUR. Cuando Rusia invadió Ucrania, en febrero, era la jefa de la unidad de terreno en Sievierodonetsk. Tras varias semanas organizando la distribución de alimentos, material de albergue y otros artículos de primera necesidad durante el día, y durmiendo en un búnker por la noche, ella y su equipo fueron evacuados a Dnipró.
“La segunda vez [que hui], ya sabía qué llevar, qué ropa. Llevé un poco de verano, un poco de otoño, un poco de invierno, no como la primera vez”, dijo Oleksandra. “La segunda vez, sabía que no volvería”.
Oleksandra se sirve de su experiencia personal para ayudar a las personas desplazadas con las que trabaja. Explicarles que tal vez nunca puedan volver a casa es la parte más dura de su trabajo, confesó, pero su propia experiencia de vida le ha preparado para eso.
“Entiendo a las personas y que lo han dejado todo: casas, familiares, todo. Pero les explico que la vida continúa”, comentó, añadiendo que intenta aliviar el estrés del trabajo haciendo ejercicio y pasando tiempo con los amigos.
“Soy una persona desplazada y eso significa que hay un gran número de personas desplazadas y desplazadas por segunda vez entre mis familiares y amigos, y quizá por eso me siento mejor si ayudo a los demás”.
"Yo soy como tú y tú eres como yo".
Maha Ganni, de 52 años, es experta en reasentamiento y trabaja con ACNUR en Panamá. Maha nació de padres cristianos iraquíes en Kuwait, donde ella y sus tres hermanos – incluida su gemela – disfrutaron de las comodidades que les proporcionaba el trabajo de su padre como ingeniero eléctrico en la compañía petrolera nacional de Kuwait, incluyendo una casa lujosa y una educación secundaria en inglés.
Pero en 1990, en medio de su carrera universitaria – Maha estudiaba decoración de interiores en Chipre mientras su gemela cursaba una carrera de negocios en Jordania – la invasión de Kuwait por parte de Irak desencadenó lo que sería una larga serie de desplazamientos para los Ganni. La familia se dispersó por varios continentes y pasaron cuatro años antes de que Maha volviera a ver a sus padres.
Al no poder regresar a Chipre debido a las sanciones que en ese momento afectaban a los ciudadanos iraquíes, Maha solicitó asilo en España, pero no pudo continuar su educación allí porque no había podido obtener el reconocimiento de su título de secundaria.
Maha aprovechó ese periodo de inestabilidad para aprender español (ya era trilingüe en árabe, inglés y caldeo, una lengua bíblica que aún hablan algunos cristianos iraquíes). Sus conocimientos lingüísticos la ayudaron a conseguir empleo como intérprete en un programa de reasentamiento de refugiados gestionado por la oficina en España de la Comisión Católica Internacional de Migración. Muchas de las personas refugiadas y desplazadas que conoció habían vivido situaciones que le recordaban sus propias vivencias.
“Fue entonces que me di cuenta de cuánto hace parte de mí este trabajo”, explicó. “Trabajar con las personas refugiadas es realmente mi pasión. No me veo haciendo otra cosa”.
Trabajando con ACNUR, Maha ha vivido en el Líbano, Ecuador, Sudáfrica y los Emiratos Árabes Unidos. Durante los dos últimos años, ha trabajado como experta en reasentamiento en la Oficina Regional de ACNUR para las Américas, en Panamá, abogando por el reasentamiento de quienes se ven obligados a huir de la violencia de las pandillas y otras amenazas. Como católica, cada vez que una persona refugiada es reasentada en otro país, Maha siente que una de sus oraciones ha sido escuchada.
“Cuando me encuentro con las personas refugiadas, les digo: ‘Yo soy como tú y tú eres como yo’. Eso realmente tiene un impacto en la gente porque se sienten escuchados. Se sienten comprendidos. En ACNUR queremos gente que sienta lo mismo que los refugiados, no que sienta pena por ellos”, dijo Maha.
“El primer jefe que me contrató dijo que le gustaba contratar a personas refugiadas porque hablábamos los dos idiomas y podíamos aportar nuestra experiencia. Creo que eso es cierto”.
Escrito por Sarah Schafer, con las contribuciones de Jenny Barchfield, Chadi Ouanes y Kristy Siegfried.