Bomberos refugiados reciben el Premio Nansen de ACNUR por su valentía protegiendo el medio ambiente en Mauritania
Por su valeroso esfuerzo para plantar árboles y apagar incendios forestales, la Brigada contra Incendios de Mbera ha sido seleccionada como ganadora regional para África del Premio Nansen de ACNUR.
Miembros del Cuerpo de Bomberos de Mbera utilizan ramas para apagar un gran incendio de matorrales cerca de la frontera mauritana con Mali.
© ACNUR/Colin Delfosse
Ahmedou Ag Albohary recuerda nítidamente la primera vez que apagó un incendio forestal a los 20 años. Armado con una rama, se unió a un grupo de hombres mayores para combatir el calor y las llamas.
“Estábamos todos juntos, y lo hemos estado desde entonces”, comentó mientras sus ojos cafés se iluminaban con el recuerdo.
Ahora, como refugiado en Mauritania, a sus 57 años, Ahmedou es uno de los líderes de la Brigada contra Incendios de Mbera, la cual está integrada por voluntarios, quienes han apagado más de cien incendios forestales y han plantado miles de árboles en la última década. Por su valor y tenacidad salvando vidas, medios de vida y el medio ambiente – que peligra cada vez más debido al cambio climático –, el grupo ha sido seleccionado como ganador regional en África del Premio Nansen de ACNUR de 2022.
“Los incendios forestales son nuestros depredadores”.
“Somos voluntarios porque tenemos que serlo”, indicó Ahmedou. “Los incendios forestales son nuestros depredadores: si se propagan, quemarán nuestros campamentos, nuestro ganado, nuestro césped”.
Adhmedou nació en la región maliense de Timbuktú y ha sido desplazado por el conflicto en dos ocasiones (en 1992 y en 2012). Viviendo en el campamento de refugiados de Mbera, al sureste de Mauritania, le alarmó el número de incendios que estaban consumiendo bosques y pastizales cercanos.
Preocupado por la recurrente devastación, en 2013 se unió a docenas de personas refugiadas que, siendo voluntarias, ayudaron a apagar incendios en zonas que rodean el campamento y el pueblo de Bassikounou, en la región de Hodh Chargui. Cinco años después, con apoyo de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y de SOS Desert, socio de ACNUR, se creó la Brigada contra Incendios de Mbera.
Alrededor del 90% del territorio de Mauritania es desierto, lo cual lo hace especialmente vulnerable a los efectos de la deforestación y de las sequías. En la temporada de sequía (de septiembre a julio), la temperatura suele superar los 40°C. Además, los incendios forestales son más frecuentes y, por tanto, las jornadas de la brigada se alargan (a veces trabajan doce horas seguidas, por varios días consecutivos).
Como no tienen equipo contra incendios ni prendas protectoras, su labor puede ser peligrosa. Sin embargo, con años de experiencia y capacitación han logrado desarrollar técnicas que minimizan los riesgos.
Una de ellas consiste en recoger la hierba seca en grandes extensiones de terreno; de ese modo, se corta el camino de un incendio forestal cuando este se aproxima. Otra de las técnicas requiere más coordinación y trabajo manual: cuando un incendio está peligrosamente cerca de un campamento, la brigada y otras personas refugiadas salen a recolectar agua y la vierten alrededor del campamento. Cuando el fuego llega a las áreas húmedas, la brigada puede apagarlo con ramas.
“Cuando vemos un incendio forestal, lo único que tenemos en mente es salvar y proteger. Debemos garantizar que las personas estén a salvo, incluso aquellas que están apagando el incendio”, recalcó Ahmedou. “A veces tenemos miedo, pero somos valientes. Hacemos ruido y gritamos ‘Allahu Akbar!’ para tener el poder de acabar con el fuego”.
Más de 80.000 refugiados malienses viven dentro o alrededor del campamento de Mbera, a 60 kilómetros de distancia de la frontera con Mali. Como ocurre con la comunidad de acogida en Mauritania, la mayoría de ellos son pastores, así que tienen grandes rebaños de ganado. Conforme aumenta el número de malienses que llega con sus animales cada año (con inclusión de 8.700 en lo que va de 2022), incrementa también la exigencia sobre el medio ambiente.
Abou Ag Hamid, de 41 años, es un pastor maliense que tiene casi 50 cabezas de reses y ovejas. Se unió a la brigada porque le queda claro que su medio de vida depende de la protección de los pastizales.
“Cualquier hombre que vea un incendio forestal debe ir hacia él para ayudar a apagarlo. Solía hacerlo en mi país, así que es lo normal. Tenemos animales que dependen de estos pastizales”, explicó mientras ordeñaba una de sus vacas.
Al terminar, se dirigió enérgicamente a uno de los viveros del campamento para regar algunos retoños. Se acercó al suelo tanto como pudo; luego, arrancó hierbas y rellenó cuidadosamente la tierra alrededor de los retoños.
Cuando no están capacitándose ni apagando incendios, los voluntarios pasan buena parte de su tiempo atendiendo los retoños y plantando árboles en el campamento. SOS Desert apoya sus esfuerzos de reforestación proporcionándoles retoños. Hasta el momento se han plantado 24.000 árboles, y se tiene previsto plantar otros seis mil. La brigada también se dedica a construir cortafuegos, es decir, terrenos de los que se retiran restos de plantas secas y otro tipo de vegetación que alimentan los incendios forestales.
La comunidad local y la comunidad refugiada se han unido gracias a los esfuerzos de la brigada por prevenir y apagar incendios forestales. Actualmente, el grupo tiene 200 miembros activos, todos ellos refugiados. Sin embargo, en ocasiones se les unen la población y las autoridades de Mauritania para apagar incendios, plantar árboles y crear contrafuegos.
“El campamento se ha unido por el espíritu de los voluntarios”.
Con los años han surgido más grupos de voluntarios – algunos dirigidos por refugiados; otros, por la comunidad de acogida – para abordar diversas problemáticas. Una parte de estos grupos se esfuerza por mejorar la higiene y el saneamiento en el campamento. Otros comparten conocimientos ganaderos, conocimientos sobre el cuidado de los pastizales y técnicas agrícolas adaptadas a condiciones donde el agua escasea cada vez más.
“El campamento se ha unido por el espíritu de los voluntarios. Es así como vivimos: nos apoyamos mutuamente”, recalcó Ahmedou.
Año con año, el Premio Nansen de ACNUR se otorga a personas, grupos u organizaciones que han hecho cosas extraordinarias para ayudar a las personas apátridas o desplazadas por la fuerza. El nombre del premio se inspira en Fridtjof Nansen, un explorador y funcionario humanitario que fungió como el primer Alto Comisionado para los Refugiados y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1922.
Ahmedou agradece, en representación de todos los voluntarios del campamento, el reconocimiento a la labor de la brigada; de igual forma, resalta que proviene de una larga tradición de enseñanzas ancestrales y de cuidado de las generaciones futuras.
“Nuestras madres y nuestros padres decían que no vivirá en vano quien cuide del bosque y de los árboles”, contó. “Porque esa persona será recordada mientras vivan los árboles que plantó, y en tanto no perezcan los bosques ni su fauna”.
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