Con Goal Click, las personas desplazadas pueden documentar el poder sanador del fútbol
A tres años de su inicio, este proyecto proporciona cámaras a personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas internas en América Latina que desean mostrar cómo el fútbol les ha ayudado.
El fútbol está presente en gran parte de América Latina. Gracias a este deporte que trasciende fronteras y elimina diferencias culturales, las personas desplazadas en la región han encontrado una forma de arraigo en los países de acogida.
Goal Click Refugees proporciona cámaras a personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas internas que juegan al fútbol para que puedan documentar las distintas maneras en que este deporte las ha ayudado a superar el trauma de haber tenido que dejar todo atrás. El proyecto cuenta con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, que se esfuerza por aprovechar los deportes para mejorar la vida tanto de las personas desplazadas como de las comunidades de acogida.
Este año, en su tercera edición, el proyecto repartió cámaras desechables a diez personas desplazadas en Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela.
América Latina es un continente atravesado por la movilidad humana; de hecho, en él habita casi una quinta parte de las personas por las que ACNUR trabaja en todo el mundo. Además, en América Latina se encuentra no solo la mayoría de las más de siete millones de personas de Venezuela que han abandonado su hogar en los últimos años, sino también un estimado de 6,8 millones de personas desplazadas por el conflicto armado en Colombia, que ocupa el segundo lugar en cuanto al tamaño de la población desplazada al interior de sus fronteras. En Centroamérica hay personas huyendo de la violencia y las persecuciones de las pandillas, una situación que se agrava con la inestabilidad y la pobreza, los efectos del cambio climático, y el impacto socioeconómico de la COVID-19.
El fútbol es un alivio para muchos latinoamericanos forzados a huir: en aguas agitadas, el fútbol hace las veces de ancla que les permite adaptarse a una nueva vida en los países de la región que les han dado acogida.
“El fútbol es importante para nosotros porque mantiene nuestras mentes ocupadas y nos da la oportunidad de reír, interactuar y conocer a otras personas. También nos permite desarrollar habilidades”, comentó Jaider*, un joven de dieciocho años de Chocó, una región costera del Pacífico colombiano en la que el desplazamiento ha estado presente durante décadas debido al incesante conflicto entre gobierno, organizaciones guerrilleras y grupos paramilitares.
Jaider y su familia han sido desplazados en dos ocasiones: cuando él era un niño y apenas hace dos años. Desde entonces, se ha apoyado en “Vení, jugá”, un programa que, por medio de los deportes y el apoyo psicosocial, busca integrar a niñas, niños y adolescentes desplazados en Quibdó, la capital de la región de Chocó. “El fútbol es una distracción: me brinda la oportunidad de despejar la mente y afianzar amistades”.
En Ecuador, entre los participantes de Goal Click se encuentran una entrenadora en un pueblo indígena en una zona de difícil acceso, y un joven que pertenece a una familia obsesionada con el fútbol y que aspira a convertirse en fotógrafo profesional.
Johanna Yánez, de 16 años, ha pasado gran parte de su vida en la cancha. Criada por su padre, quien es amante del fútbol, Johanna jugó como lateral en un equipo juvenil en su ciudad natal, la capital venezolana de Caracas, hasta que la familia huyó a Ecuador. Aunque anhelaba continuar su carrera futbolística en el país que le dio acogida, una lesión truncó sus ambiciones deportivas. Sin embargo, Goal Click le ha permitido mantenerse conectada con el fútbol; al mismo tiempo, ha desarrollado otra pasión: la fotografía.
“En las fotografías quería mostrar lo importante que es el fútbol para mi papá y para mi hermanito”, contó Johanna, quien hace parte de la iniciativa apoyada por ACNUR y por FUDELA, una organización local que promueve la integración de las personas refugiadas y las comunidades de acogida a través del deporte. “Crecí jugando al fútbol: toda mi familia lo juega. Nos permite relajarnos”.
Para Nixon García, un joven de 23 años que entrena a un equipo de fútbol en El Chical (un pequeño pueblo en la frontera norte de Ecuador con Colombia), el fútbol es esencial para construir la paz y mantener la armonía en su comunidad. Aunque en El Chical viven personas indígenas awá, recientemente, el pueblo ha sido testigo de la llegada de personas que huyen del conflicto armado en Colombia. Los cambios demográficos y la presencia de grupos armados en la zona han pasado factura a los habitantes del pueblo.
“Las cuestiones sociales son complejas cuando vives en una zona fronteriza en la que operan grupos armados irregulares,” comentó Nixon. “Debemos trabajar con niñas, niños, jóvenes, madres y padres para que no pierdan la motivación, para que participen en actividades comunitarias y para que abonen a la construcción de paz”.
“Con el fútbol, las personas jóvenes conocen el compañerismo, el trabajo en equipo y la amistad”, señaló Nixon, quien añadió que “si bien les enseñamos la técnica para jugar, también promovemos valores como la responsabilidad”.
En Venezuela, ACNUR apoya iniciativas futbolísticas como parte de su estrategia de protección comunitaria, la cual busca ayudar a prevenir el desplazamiento apoyando a las personas en mayor situación de vulnerabilidad. Tibisay Vegas Saltarín, de 32 años, está entre los participantes del proyecto Goal Click en Venezuela. Ella juega en torneos de fútbol organizados por la Red de Mujeres “Malala”, una organización en la Gran Caracas que identifica a residentes vulnerables y los refiere a ACNUR o a sus socios para que reciban asistencia. Tibisay colabora también con la red como voluntaria de vinculación.
Empezó a jugar al fútbol tras la muerte de su madre, para tratar de superar la pérdida.
“La vecindad me invitó a jugar para que probara algo distinto, así que, junto a otras mujeres jóvenes de la comunidad, creamos un equipo de fútbol femenino. Al hacerlo, le enviamos un mensaje claro a la sociedad: el fútbol no es solo para hombres, sino que las mujeres también pueden jugarlo muy bien”, recalcó.
“Durante los entrenamientos, incluimos a nuestras hijas e hijos, porque todas somos madres. Cuando jugamos al fútbol, les ponemos el ejemplo: les mostramos que los deportes son algo bueno que nos llena de vida”, indicó Tibisay.
“Para mí, el fútbol es la vida misma... Es vida y es también disciplina”.
En este reportaje también participaron Catalina Betancur, en Quibdó, Colombia; Jaime Giménez, en Quito, Ecuador; y Claudia Uribe, en Caracas, Venezuela.