Comunidad indígena de Uganda busca salir de la apatridia
Después de décadas de apatridia, la comunidad de Benet en Uganda lucha por sobrevivir y acceder a servicios básicos como educación y salud.
Moses Mwanga Kapchekwengu se sienta en una vieja mecedora frente a su casa en la región del Monte Elgon, en Uganda. Este hombre de 77 años fue la primera persona de su pueblo en acudir a la escuela primaria.
“Fui a la escuela por accidente”, cuenta con una sonrisa irónica.
Recuerda cómo se sintió, de pequeño, al ver por primera vez a niños vestidos con uniforme escolar. Había ido a un mercado local con su madre para que ella pudiera intercambiar cestas de bambú hechas a mano por comida.
“Me fascinaba el uniforme que llevaban. Era precioso y quería uno para mí”, recuerda.
Soñaba con ir a la escuela, pero no tenía certificado de nacimiento. Sin este, su madre no podía inscribirlo en las clases. Moses procede de los Benet, una comunidad indígena que vive en la región del Monte Elgon desde hace siglos. Los Benet son apátridas. Muchos carecen de documentos de identidad oficiales y de pruebas de su nacionalidad.
Cuando Moses cumplió 13 años, su madre lo llevó a vivir con familiares lejanos de otra comunidad con la esperanza de que recibiera educación. Lo adoptaron, lo que significó que finalmente pudo ir a la escuela.
“Sentí que había logrado algo de niño para una comunidad que estaba muy excluida. Me convertí en una inspiración para muchos jóvenes que soñaban con ir a la escuela”, comenta.
“Ser apátridas nos afecta mucho”.
Hay unos 12.000 benetenses en Uganda. Son pastores y cazadores-recolectores. En la década de 1930, el antiguo gobierno colonial los excluyó como una de las comunidades indígenas de Uganda. Luego de la independencia de Uganda en 1962, los Benet quedaron fuera de la constitución y no se incluyeron en las nuevas enmiendas.
“Antes vivíamos en los páramos y otras comunidades vivían en los pastizales”, señala Moses. “Cuando llegaron los británicos, convirtieron toda la zona en una reserva forestal y ahí empezaron nuestros problemas. Inmediatamente nos quedamos sin tierras”, explica Moses.
Las personas apátridas han tenido un impacto devastador en la comunidad. No hay escuelas, hospitales ni otros servicios esenciales en la zona. Las carreteras están poco desarrolladas. Las ciudades más cercanas están a cientos de kilómetros.
“Necesitamos que se nos reconozca como ciudadanos del país porque ser apátridas nos afecta mucho”, explica Moses. “Cuando se trata de tomar decisiones, no estamos en la mesa. Nos sentimos olvidados”.
Después de la escuela, se capacitó como profesor y volvió a casa para ayudar a su comunidad. Moses es un activista que defiende el cambio para su pueblo, pero los retos siguen siendo los mismos. Sin escuelas, la niñez se queda sin educación. Muchos Benet también viven en la pobreza. No pueden conseguir trabajo o incluso crear negocios.
Al igual que Moses, David Mande quiere cambiar la situación de los Benet. Es el coordinador del Grupo de Minorías Étnicas Indígenas de Benet, una organización comunitaria que defiende sus derechos.
“Siento mucha agonía”, comenta David. “A veces desearía acceder a los servicios de una institución financiera, por ejemplo, un préstamo bancario, pero no puedo porque no tengo un documento de identidad nacional. A veces, tengo ganas de viajar en avión como los demás, pero no puedo ni siquiera acceder a un pasaporte”.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, colabora estrechamente con el gobierno y los líderes comunitarios para erradicar la apatridia en el país.
“Como parte de la campaña mundial #IBelong, nuestro objetivo es ayudar a acabar con la apatridia en Uganda. La apatridia es un problema creado por el hombre y relativamente fácil de resolver y prevenir. Queremos asegurarnos de que los Benet puedan adquirir una nacionalidad y convertirse en una parte próspera de la sociedad ugandesa”, señala Vivian Oyella, Oficial de Respuesta Integral a los Refugiados de ACNUR en Uganda.
Desde que ACNUR lanzó la campaña #IBelong en 2014, más de 400.000 personas apátridas de 27 países han adquirido la nacionalidad.
“Me dicen que no soy ugandesa”.
Viola Kokop, de 69 años, otro miembro de la comunidad de Benet, espera recibir pronto su ciudadanía.
"Me dicen que no soy ugandesa", comparte.
“Quiero ser aceptada, vivir como las demás mujeres e ir al mercado libremente e incluso recibir tratamiento médico sin miedo. Quiero sentirme libre porque Uganda es el único hogar que conozco”.
Viola es una partera tradicional. Sus conocimientos han pasado de una generación a otra. Ella y un puñado de parteras brindan la única atención de salud materna en el pueblo, ya que, sin documentos oficiales, las mujeres no pueden acceder a tratamientos médicos en clínicas y hospitales.
“No podemos hacer recomendaciones porque no tenemos título oficial. Es muy difícil cuando una mujer tiene un embarazo más complicado y necesita ir al médico”, explica. “Las carreteras también son intransitables, sobre todo cuando llueve. A menudo nos cuesta llevar a nuestra gente al hospital”.
El acceso a documentos oficiales puede suponer una diferencia vital para los Benet y poner fin a décadas de lucha y decepción.
“Llevamos mucho tiempo aquí. Necesitamos apoyo para luchar contra esta discriminación [y] ser reconocidos como ugandeses”, señala Moses.