La ayuda humanitaria llega a los supervivientes del terremoto en Siria que, una vez más, lo han perdido todo
ACNUR presta asistencia a familias que se han quedado sin hogar por el desastre, mientras que la reapertura de la ruta de envío de ayuda al noroeste de Siria ofrece esperanza a los que ya estaban desplazados por la crisis que afecta al país desde hace doce años.
Personal de ACNUR distribuye ayuda de emergencia entre familias afectadas por el terremoto, que se refugian en una mezquita del barrio de Suleiman Al-Halabi, en Alepo, Siria.
© ACNUR/Hameed Maarouf
En un mercado cubierto de histórica Ciudad Vieja de Alepo, varias familias se apiñan dentro de pequeños puestos, juntándose en busca de calor, y envueltos en capas de ropa y mantas térmicas, su única protección frente a las gélidas temperaturas que en esta época del año afectan al norte de Siria.
Llegaron aquí tras los devastadores terremotos que golpearon el sur de Türkiye y el norte de Siria el 6 de febrero, y que hasta ahora se han cobrado más de 20.000 vidas en ambos países, con un número desconocido de desaparecidos bajo los escombros.
Las familias que ahora viven en el zoco de Al-Harir, en Alepo, en un refugio organizado apresuradamente, están aquí porque no tienen ningún otro lugar a donde ir, bien porque no pueden o porque tienen miedo de volver a sus casas, dañadas o destruidas por los terremotos.
Mazen, padre de cuatro niños, ya había estado desplazado durante varios años de su hogar en el barrio de Salahadin, en Alepo, debido a la prolongada crisis que atraviesa Siria. Cuando el terremoto se desencadenó, en la madrugada del lunes, pensó que él y su familia iban a morir.
“En ese momento estaba durmiendo. Sentí algo sacudiéndose, y justo oí a mi mujer decir ‘¡Terremoto, terremoto!’”, cuenta. “Me levanté y cubrí a mi hijo, diciéndome a mí mismo que si algo pasaba, yo recibiría el impacto y salvaría al niño”.
“Después de uno o dos minutos paró, y me dije ‘gracias a Dios que estamos vivos’. Pero, quizás un minuto después, empezó otra vez. El segundo fue muy aterrador. Salimos a la calle y después de eso, no volvimos a entrar en casa”, añade Mazen.
Vistiendo una bata gris sobre capas de ropa, y una bufanda enrollada alrededor de su gorra de lana, para mayor abrigo, Mazen dice que el terremoto dejó grietas profundas en las paredes de su vivienda familiar, un apartamento en un cuarto piso, y que no se sienten seguros en casa.
Cerca de allí, docenas de familias se albergan dentro de una mezquita, en el distrito de Suleiman Al-Halabi de Alepo. Los adultos en grupos silenciosos, sentados sobre la moqueta roja que cubre el suelo, mientras los niños corren y juegan entre ellos. La mayoría no tiene más que la ropa que lleva puesta, después de dejarlo todo atrás al huir de sus hogares.
El miércoles, los equipos de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y su socio, la Media Luna Roja siria, pudieron distribuir una ayuda muy necesaria entre las personas refugiadas en la mezquita. Desde el lunes, ACNUR y sus socios han estado repartiendo su stock de artículos de emergencia, como mantas térmicas, colchonetas, lámparas solares y ropa de abrigo, a aquellos sirios afectados por el terremoto.
“Esta es una crisis dentro de otra crisis”
Muchos de los afectados ya vivían en una pésima situación antes del desastre. Millones de personas en el noroeste del país, cerca de la frontera turca, ya habían sido desplazadas de sus hogares debido a una crisis que ya dura doce años. La combinación de turbulencias económicas y fuertes alzas de precios condenan a muchos a luchar diariamente por su supervivencia.
“Esta es una crisis dentro de otra crisis”, declaró Sivanka Dhanapala, Representante de ACNUR en Siria, durante una rueda de prensa este viernes. “6,8 millones de personas ya estaban desplazadas dentro del país, y eso antes del terremoto. Son personas que viven en unas condiciones muy difíciles, en alojamientos muy endebles, y han sido las más duramente golpeadas”.
“Es literalmente la época más fría del año en Siria, con intensas ventiscas azotado las áreas afectadas”, añadió Dhanapala. “Por supuesto, esto impacta en el acceso, las carreteras están muy dañadas, y llegar a las personas ha sido muy muy difícil.”
“No sabemos qué va a pasar”
En los momentos inmediatamente posteriores a los terremotos, los socios de ACNUR en el noroeste del país pudieron distribuir el stock de ayuda disponible entre algunos de los supervivientes más vulnerables. Pero los daños en la única carretera usada por los convoyes de ayuda internacional para llegar al noroeste de Siria, desde Turquía, habían complicado los esfuerzos para llevar más asistencia.
Con la carretera de nuevo abierta, un primer convoy de ayuda de la ONU, con seis camiones, pudo acceder el jueves, y ya hay más en camino.
Por el momento, el foco está puesto en proporcionar ayuda de emergencia a quienes lo han perdido todo, y ayudarles a pasar el invierno.
Frente al escaparate del mercado cubierto de Alepo, donde se alberga su familia, Mazan sabe que está entre los afortunados, y por el momento prefiere no pensar a largo plazo.
“Solo podemos pensar en el momento presente”, dice. “Mañana, no sabemos qué va a pasar, pero por el momento, gracias a Dios, estamos a salvo”.