Agotadas por las guerras de los hombres, las mujeres de Sudán del Sur lo arriesgan todo por la paz
Sus hijos y hermanos quedaron atrapados en las guerras del monte que asolan al país más joven del mundo, así que las mujeres decidieron llevarlos a casa.
'Mujeres por la Paz' es un grupo comunitario independiente que lidera los esfuerzos de construcción de la paz en Ecuatoria Oriental, Sudán del Sur.
© Werema Joshua - Productor/Videógrafo
Cansada de los conflictos que dejan las aldeas en ruinas, cansada de las violaciones y asaltos de un grupo armado que merodeaba, cansada de correr a través de las fronteras como refugiada, Anyek Rose John, madre de cuatro hijos, estaba exhausta.
Ella y otras cinco mujeres decidieron caminar hasta el campamento del grupo armado en este remoto rincón de Sudán del Sur para exigir a sus esposos, hijos, hermanos y vecinos que dejaran las armas y volvieran a casa.
Cuando salieron del monte, un integrante del grupo armado del campamento reconoció a su madre, otro a una hermana, otro a una vecina de la comunidad donde había sido reclutado por la fuerza por el grupo armado dos años antes.
“Por favor, son nuestros hijos, no deben ir de nuevo al monte. Llevamos muchos años huyendo a Uganda y a Kenia, y ahora no queremos volver”, les dijo Rose. “Tienen que volver para que podamos estar en nuestros hogares”.
Entre los 120 miembros del grupo armado que se encontraban en el campamento de los matorrales estaba Francis Otto Okumo. Conocía a Rose y a algunas de las otras mujeres de las aldeas locales.
“Eran nuestras madres, eran nuestras hermanas. Bajamos las armas. Sabíamos que habían venido a llevarnos a casa”, recuerda Francis. “Lloré y lloré. No quería seguir en el monte”.
Después de dos visitas más al campamento y una amnistía del gobierno, el grupo armado desmovilizó en 2017, entregaron sus armas y se dirigieron a sus hogares en el condado de Magwi. Para Rose y las mujeres, fue una victoria que llevaría a otras en los años siguientes.
En 2019 fundó la Asociación de Mujeres de Magwi Payam, un grupo comunitario independiente con sede en Magwi, la sede del condado del mismo nombre en el escarpado sureste del país.
El grupo comunitario cuenta ahora con 35 miembros, entre ellos seis personas refugiadas retornadas, incluida Rose, quien pasó más de una década en Uganda. Buscan activamente oportunidades para resolver los conflictos de la zona.
“Realmente necesitamos paz, queremos que nuestra tierra sea pacífica”.
Sudán del Sur es un país frágil que ha luchado por conseguir la seguridad y superar los problemas políticos y económicos desde que se independizó de Sudán en 2011.
El impulso concertado para lograr la paz en Magwi se produce tras una historia de violencia que se remonta a años atrás. Antes de los enfrentamientos más recientes, fue escenario de ataques del Ejército de Resistencia del Señor de Joseph Kony, famoso por cometer muchas atrocidades en Uganda, la República Democrática del Congo y África Central.
“Nosotras no esperamos. Cuando vemos que las cosas no van bien. Tenemos que sentarnos como grupo y buscar el camino a seguir, la solución”, explica Rose. “Realmente necesitamos paz, queremos que nuestra tierra sea pacífica”.
La noticia del éxito de la Asociación se extendió después de que Rose participara en programas de radio locales en Magwi, donde gestiona una pequeña cafetería, acertadamente llamada ‘Unidad’. Su teléfono empezó a sonar, con solicitudes de mediación en una amplia gama de disputas.
Una mujer buscaba ayuda en una disputa de límites; otra, mediación después de que su esposo, del cual estaba separada, vendiera una propiedad que poseían conjuntamente. Otra se puso en contacto porque quería utilizar la planificación familiar, en contra de la voluntad de su esposo.
Para poner fin a la disputa por los límites, uno de los vecinos aceptó, a través de la mediación, ceder una franja de terreno al otro. Una vez contactado, el esposo errado volvió con su esposa y recompró el terreno que vendió sin su consentimiento. La pareja confrontada por la anticoncepción acordó reconsiderar la posibilidad de tener otro hijo al cabo de uno o dos años.
“Encontramos un problema, desarrollamos (una discusión) y llegamos a un entendimiento común”, explica Rose. A medida que se va corriendo la voz de su éxito, los residentes del condado acuden cada vez más al grupo en busca de mediación en lugar de acudir a los tribunales, cuenta Rose, ya que son de confianza, no cobran honorarios ni imponen multas punitivas.
“Incluso los hombres, algunos de ellos acuden a nosotras... porque saben que ayudamos a las personas de la comunidad, y nunca nos negamos (a las peticiones)”, señala.
A menudo, quienes reciben ayuda optan luego por devolverla, entre ellos Francis. Tras regresar de la guerra del monte en 2017, buscó y encontró el perdón de la comunidad a la que hizo daño. Desde entonces ha adoptado a siete huérfanos, a quienes cría con nueve de sus propios hijos en una pequeña finca.
También se acerca a los chicos de la comunidad para disuadirlos de tomar las armas, y pide apoyo para los integrantes del grupo armado que regresan para ayudarles en la transición a la vida como civiles. “Necesitan ayuda para recuperar sus mentes”, afirma.
Acha Josephine Abui, madre de 11 hijos, es otra beneficiaria. Tras ponerse en contacto con la Asociación para pedir ayuda con un problema matrimonial, se sintió con valor para buscar y contactar con su hijo mayor, quien se había unido a un grupo armado en 2016, abandonando a su nieto pequeño.
“Le dije: 'Estás cometiendo un error, tienes que volver, cuidar de tu hijo y hacer un futuro mejor'”, cuenta Josefina, quien destaca que ahora ha vuelto a estudiar y a criar a su hijo. “Él sabe que ahora no estaría vivo. Ahora dice que quiere hacerme sentir orgullosa y no causarme dolor”, señala.
Unos 2,3 millones de personas de Sudán del Sur están desplazadas en cinco países vecinos como refugiados, mientras que más de dos millones de personas están desplazadas dentro de las fronteras nacionales.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, se ha comprometido a ayudar a quienes regresan voluntariamente a Sudán del Sur a conseguir una vida segura y digna mediante el apoyo a la consolidación de la paz, la gobernanza y los medios de vida en Magwi y otras “islas de esperanza” en el país.
“En Magwi, tenemos paz”.
Junto con el gobierno y la UNMISS, la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur para el Mantenimiento de la Paz, convocó recientemente una reunión comunitaria en Magwi para reforzar el diálogo como alternativa al conflicto. Hasta 600 personas asistieron, compartiendo libremente sus opiniones.
ACNUR también está trabajando directamente con la Asociación de Mujeres, para ofrecer capacitación en habilidades empresariales y capital inicial para la sastrería y otras pequeñas actividades comerciales, con el objetivo de ayudar a sus miembros a conseguir unos ingresos seguros.
El apoyo llega en un momento en el que el grupo quiere ampliar su trabajo fuera de Magwi, para ofrecer su experiencia en la resolución de conflictos desde la base a otras partes del país donde hay conflictos y violencia mortal.
“En Magwi, tenemos paz. Vemos estos otros lugares de Sudán del Sur donde siempre hay conflicto, guerra”, señala Rose, sentada a la sombra de un árbol de mango detrás de su comedor, junto a Francis y Acha.
“Estas personas no tienen ninguna otra capacitación... ni ninguna otra conciencia sobre la paz que se les haya dado. Pero nosotros tenemos el conocimiento. Tenemos que dar ese conocimiento y predicar la palabra de paz”, añade.
El exintegrante de un grupo armado, Francis, quien sigue apoyando el trabajo de la asociación, está de acuerdo: “Aprendí a dejar las armas, a volver a casa, estamos en paz. Otras personas también pueden aprender”.
Esta historia forma parte de una serie sobre la iniciativa ‘Islas de esperanza’ en Sudán del Sur.