Personas refugiadas rohingyas lideran la respuesta a la amenaza de incendios en los campamentos de Bangladesh
Personas refugiadas voluntarias capacitadas son la primera línea de defensa contra los frecuentes incendios que asolan los campamentos en la temporada de sequía.
El bombero voluntario Mohammed Yasin participa en un simulacro en el campamento de Kutupalong.
© ACNUR/Kamrul Hasan
Primero aparece un agujero en el techo de lona del alojamiento, después llamas y humo negro. En menos de un minuto, la lona se ha derretido por completo y toda la estructura de bambú está quemándose.
En la temporada de sequía, que dura de diciembre a abril en el sur de Bangladesh, incendios como este son una amenaza constante en Kutupalong, el megacampamento que surgió en agosto de 2017 cuando más de 730.000 personas rohingyas huyeron de Myanmar a Bangladesh en cuestión de semanas.
El gobierno de Bangladesh acogió a las personas rohingyas, pero ha garantizado el carácter temporal de los campamentos con restricciones sobre los tipos de materiales de construcción que las personas refugiadas y las agencias de ayuda pueden utilizar. Como resultado, prácticamente todo en Kutapalong, desde los alojamientos hasta los centros de aprendizaje y los senderos, está hecho de bambú y lona, ambos altamente inflamables. Además, los campamentos se encuentran entre los lugares más densamente poblados del mundo, con muy poco espacio entre los alojamientos para actuar como cortafuegos natural. En 2021 se registraron más de 150 incendios, siendo el mayor de ellos el que causó la muerte de al menos 15 personas y quemó unos 10.000 alojamientos.
“Nuestra gente tiene le teme al fuego”.
Afortunadamente, éste forma parte de un simulacro, y las personas refugiadas están preparadas para apagarlo, primero con una manguera conectada a un pequeño camión de bomberos de tres ruedas, y luego con extintores. Utilizan bombas de agua manuales atadas a mochilas para apagar las últimas brasas.
“Nuestra gente tiene le teme al fuego”, comentó Mohammed Yasin, de 35 años, uno de los voluntarios que participan en la capacitación. “Pueden estallar en cualquier momento; siempre vivimos con miedo”.
Tanto la población bangladesí como las personas refugiadas están expuestas a “uno de los calendarios más propensos a las catástrofes” del mundo, según Mohamed Othman, responsable de la respuesta a ante desastres de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Cox's Bazar. Al riesgo de incendios en la estación seca le sigue el de inundaciones y deslizamientos de tierra en las estaciones de ciclones y monzones.
“La naturaleza de los asentamientos, el cambio climático global, el calendario de desastres... todo ello aumenta el riesgo de emergencias, por lo que nos enfocamos en la preparación y en proporcionar a las personas refugiadas las herramientas necesarias para responder rápidamente cuando se produce un incendio o una inundación”, explicó Othman.
Las personas refugiadas voluntarias capacitadas como Yasin, son las principales encargadas de responder a esas emergencias. “Esta es una de las pocas operaciones humanitarias en el mundo en la que las personas refugiadas lideran la respuesta de emergencia”, explicó Othman. “Son los primeras en responder. Protegen a sus familias y a sus comunidades”.
Los camiones de bomberos de tres ruedas, similares a los “tomtoms” que son el principal medio de transporte en esta parte de Bangladesh, son una nueva herramienta para los bomberos voluntarios. Estos pequeños vehículos se adaptan mejor que los camiones de bomberos tradicionales a los estrechos caminos que atraviesan los campamentos. Sin embargo, algunas zonas solo son accesibles a pie.
“No podemos llegar a tiempo a todos los lugares donde se producen incendios”, señaló Yasin, quien lleva cuatro años trabajando como voluntario de la Unidad de Seguridad, luchando contra los incendios en la temporada de sequía y formando parte de un equipo de respuesta a los ciclones en la temporada de lluvias. “Cuando llegamos al lugar, algunos de los alojamientos ya se han quemado”.
Daniel Graham, especialista técnico de Helvetas – una organización socia de ACNUR – quien supervisa la capacitación, describe los vehículos de tres ruedas como una parte de una respuesta de varios niveles.
“Quemamos cuatro alojamientos cada día para la capacitación”, explicó, y añadió que un total de 3.500 voluntarios recibirán capacitación para utilizar los mini camiones de bomberos, de los que se han entregado dos en cada uno de los campamentos.
Cada bloque de cada campamento cuenta con varios voluntarios como Yasin que están equipados con un extintor, un casco y unas botas de goma.
Los bloques también cuentan con estaciones de bomberos con cubetas y arena, pero hasta ahora, solo siete de los campamentos tienen tanques de agua que pueden ser utilizados por cualquier persona para recoger agua para apagar un incendio antes de que se salga de control.
Othman señaló que ACNUR y sus socios tienen previsto instalar 50 depósitos de agua en cada campamento. Hasta ahora, las autoridades han aprobado la instalación de 15 por campamento. “Esperamos que después de instalar esos, se nos permita añadir los 35 restantes gradualmente”, añadió.
Las personas voluntarias, de las que aproximadamente un tercio son mujeres, reciben capacitación sobre cómo apagar un incendio de forma segura, así como sobre la forma de desmantelar rápidamente los alojamientos que rodean a uno que está ardiendo para evitar que el fuego se propague.
Cuando se le pregunta por qué sigue siendo voluntario, a pesar de los riesgos, Yasin responde simplemente: “Esta es mi gente, está muy cerca de mi corazón. Me siento muy bien al salvar sus vidas, y esto también me salva a mí”.