Personas refugiadas reciben vacuna contra la COVID-19; la esperanza revive

Los esfuerzos de ACNUR rinden frutos: Angola incluye a las personas refugiadas y solicitantes de asilo en las campañas nacionales de vacunación contra la COVID-19.

Alphonsine Mayamba, congoleña voluntaria en los servicios de salud, imparte una sesión informativa a un grupo de personas refugiadas que recibieron la vacuna recientemente en el asentamiento de Lóvua, Angola.
© ACNUR/Manuel Mbunga

Alphonsine Mayamba cuenta que se llenó de esperanza cuando escuchó por primera vez que las personas refugiadas y solicitantes de asilo serían incluidas en el plan nacional de vacunación de Angola.


“Pude ver una luz al final del túnel”, comenta mientras da la bienvenida a otro grupo de personas refugiadas recién vacunadas a una sesión informativa sobre la reacción del cuerpo a la vacuna.

Esta refugiada congoleña de 20 años trabaja como voluntaria en el cuidado de la salud en el asentamiento de Lóvua, en la provincia angoleña de Lunda Norte, que ha dado acogida a alrededor de 6.800 personas refugiadas.

La campaña de vacunación inició en septiembre, y Alphonsine Mayamba fue una de las primeras personas que recibió la vacuna contra la COVID-19 en el asentamiento.

“Antes de vacunarme, me preocupaba contagiarme de COVID-19”, comentó. “Como parte de mi trabajo, debo estar en contacto con varias personas. Ahora que estoy vacunada, me siento más protegida”.

Su trabajo consiste en proporcionar información y asesoría a otras personas refugiadas para que sepan qué esperar y cómo lidiar con los síntomas luego de recibir la vacuna.

“Ahora que estoy vacunada, me siento más protegida”.

Tras los esfuerzos realizados por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios tanto en Luanda, la capital, como a nivel provincial, el Gobierno finalmente incluyó a las personas refugiadas y solicitantes de asilo en la campaña nacional de vacunación.

Alphonsine Mayamba conversa con un refugiado que fue vacunado recientemente en el asentamiento de Lóvua, Angola.

Alphonsine Mayamba conversa con un refugiado que fue vacunado recientemente en el asentamiento de Lóvua, Angola.  © ACNUR/Manuel Mbunga

De acuerdo con datos obtenidos de la Organización Mundial de la Salud, Angola – un país de 33 millones de personas – ha aplicado más de 10 millones de vacunas contra la COVID-19. A nivel mundial, la desigual distribución de las vacunas puede verse en el hecho de que más del 80% de las dosis se han aplicado en países de ingresos medios y altos.

Sin embargo, debido al alcance de la desinformación, muchas personas refugiadas en Angola aún no saben con certeza si recibirán la vacuna y, de hecho, cuestionan la necesidad o la eficacia de esta.

“Algunas personas refugiadas aún dudan de la vacuna por miedo o por lo que han escuchado”, explicó Alphonsine. “Mi tío Muanza, por ejemplo, era una de esas personas”.

Muanza, de 53 años, se rehusaba a recibir la vacuna debido a comentarios negativos que había escuchado de otras personas refugiadas cercanas a él.

“Escuché que el virus afectaba principalmente a la población europea”, indicó el líder comunitario. “Incluso hay quienes dicen que podemos tratar la enfermedad con nuestros remedios tradicionales, como lo que usamos contra la gripe. De ser así, ¿por qué debemos vacunarnos?”. 

Por fortuna, no tardó en cambiar de parecer: su hija Hélène, de 18 años, contrajo la enfermedad en agosto, lo cual obligó a este padre de diez a buscar información confiable y veraz sobre la eficacia y la seguridad de las vacunas.

“Me enfrenté con la realidad cuando mi hija enfermó”, explicó Muanza. “Mi confianza aumentó cuando ACNUR me proporcionó información clara y precisa. Además, vi que otras personas refugiadas – entre ellas, Alphonsine – recibían la vacuna sin que les pasara nada”.

Muanza, de 53 años, sentado junto a su hija, Hélène, quien muestra su certificado de vacunación contra la COVID-19 en el asentamiento de Lóvua, Angola.

Muanza, de 53 años, sentado junto a su hija, Hélène, quien muestra su certificado de vacunación contra la COVID-19 en el asentamiento de Lóvua, Angola.  © ACNUR/Manuel Mbunga

Muanza, su esposa y su hija cuentan con un esquema de vacunación completo. Por lo vivido, Muanza se ha convertido en promotor de la vacuna; de hecho, insta a la población del asentamiento a recibirla, y promueve los beneficios del uso de mascarilla, del lavado de manos, y del distanciamiento físico y social.

“Lo más importante es vacunarnos. Hacerlo es clave para protegernos de la COVID-19”, indicó. 

Alphonsine se siente motivada por el número de personas refugiadas que han cambiado de parecer gracias a las campañas informativas que se llevan a cabo con regularidad.

De acuerdo con Igreja Evangélica dos Irmãos em Angola (IEIA), socio de ACNUR en materia de salud, 3.580 de 4.000 personas refugiadas en el asentamiento recibieron la vacuna hacia finales de noviembre, junto a integrantes de la comunidad de acogida.

“Los programas de vacunación inclusivos son esenciales para contener la pandemia y proteger a todas las personas”.

Durante una visita reciente a Lóvua, Angèle Dikongue-Atangana, Directora Adjunta del Buró Regional de ACNUR para el Sur de África, apoyó en la emisión de certificados de vacunación contra la COVID-19 para personas refugiadas vacunadas. Aunado a ello, agradeció al gobierno local por haber incluido a las personas refugiadas en el plan de vacunación. 

“Me llena de orgullo ver que las personas refugiadas están recibiendo certificados para comprobar que recibieron la vacuna, al igual que la comunidad de acogida”, señaló. “Los programas de vacunación inclusivos son esenciales para contener la pandemia y proteger a todas las personas”.

Las personas refugiadas y solicitantes de asilo en zonas rurales como Luanda también han estado recibiendo la vacuna, incluso sin contar con documentación válida. 

Mohamed, de 46 años, fue vacunado luego de un par de sesiones informativas impartidas por ACNUR y por su socio, Servicio Jesuita para los Refugiados (Jesuit Refugee Service, JRS).

“Me convencieron de recibir la vacuna aun sin contar con documentación válida para acreditar la condición de refugiado”, comentó una persona solicitante de asilo de Côte d'Ivoire. “Se trata de una experiencia que deja huella y que muestra que podemos recibir el mismo trato que se le da a la ciudadanía”. 

Vito Trani, Representante de ACNUR en Angola, aplaudió este gesto gubernamental.

“Esta decisión ayudará a ampliar la protección para evitar contagios de COVID-19, sin importar la condición jurídica de una persona en el país. Además, ofrece a las personas refugiadas la oportunidad de llevar una vida saludable y productiva en esta nueva normalidad”, añadió.

De los 16 países que cubre la oficina regional de ACNUR en el Sur de África, once han incluido expresamente a las personas refugiadas y solicitantes de asilo en sus planes nacionales de vacunación.