Familias afganas desplazadas regresan a la destrucción y al hambre en Helmand
El colapso económico y la sequía hacen que decenas de miles de personas desplazadas afganas que han regresado a sus hogares se enfrenten a una hambruna severa este invierno.
Sayed Mohammad y su hijo en su casa dañada en Marja.
© ACNUR/Andrew McConnell
El fin de los combates en Afganistán este verano fue un alivio para el agricultor Sayed Mohammad*. Significaba que él y su familia podían volver a su casa en Marjah – una ciudad agrícola devastada por la guerra al sur de la provincia de Helmand – después de seis años de mudarse entre viviendas temporales cada vez que los combates se acercaban demasiado.
“Es la primera vez que vuelvo a casa en seis años”, comparte Mohammad, de 70 años.
Pero el escenario que les recibió a su regreso hace unas semanas fue de devastación. Toda la parte trasera de la casa, situada cerca de una base militar ahora abandonada, se había reducido a una cascarilla llena de escombros.
Gran parte de la población de Marjah fue desplazada en la última década, al convertirse en escenario de intensos combates entre los Talibanes y las fuerzas de la coalición y del antiguo gobierno. Prácticamente no hay un edificio en la ciudad que no lleve las cicatrices del conflicto.
Junto con su esposa y sus seis hijos, Mohammad se ha instalado en la única habitación de su casa que aún tiene techo, y ha colocado láminas de plástico sobre los agujeros de las paredes. “Hemos vuelto a poner la puerta, pero por la noche hace mucho frío”, señala.
Al igual que decenas de miles de personas desplazadas internas (PDI) que han regresado a sus hogares en los antiguos distritos de batalla de Helmand y otros lugares de Afganistán, se enfrenta a un reto mayor incluso que la reconstrucción: alimentar a su familia.
“A veces conseguimos verduras, pero la mayoría de las veces vivimos de pan y té”, comenta. “Todos los niños tienen hambre”.
Otros habitantes de este pueblo destrozado narran cosas similares. Las familias no pueden permitirse comprar suficientes alimentos y quienes, como Mohammad, han regresado en los últimos meses tendrán que esperar hasta la primavera para poder empezar a cultivar, y solo entonces si la actual sequía disminuye. Es un microcosmos de una crisis nacional, con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtiendo que en todo el país solo el 2 por ciento de la población tiene suficientes alimentos para comer, y más de la mitad de la niñez menor a cinco años está en riesgo de desnutrición aguda este año.
Cada semana, el Dr. Mohammad Anwar – recién retornado a su país – atiende a más niños desnutridos en la pequeña clínica privada que dirige en Marjah. “Los bebés llegan con la mitad del peso que deberían tener”, afirma. Calcula que al menos 2.000 niñas y niños de la zona de Marjah están ahora gravemente desnutridos y corren el riesgo de morir.
La escasez de alimentos es un problema permanente en las zonas rurales empobrecidas de Afganistán. Incluso con el apoyo de donantes externos, el gobierno anterior se esforzó por abordar el problema, pero sin gran parte de la ayuda extranjera que pagaba la mayoría de los salarios del gobierno, el sistema bancario paralizado por las sanciones financieras y una prolongada sequía que ha marchitado los cultivos y los pastos, la situación es ahora mucho peor.
Muchas de las PDI que han regresado a Marjah y a otros distritos devastados por la guerra están ahora profundamente endeudados, después de pedir dinero prestado para comprar alimentos o reparar sus casas. Sayed Mohammad comenta que le debe a los comerciantes y a otros acreedores al menos 50.000 afganis (unos 500 dólares, USD). “Necesito comida. Necesito dinero en efectivo, pero nadie nos ha dado ayuda hasta ahora”.
Mohammad Sadiqi, oficial de enlace asistente de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Helmand, asegura que las señales apuntan a “más casos de malnutrición en todos los distritos afectados por los intensos combates”.
“Si la situación continúa así durante el invierno, la mayoría de las familias de Helmand se empobrecerán más que nunca, y muchas morirán”, afirma.
En colaboración con organizaciones locales socias, ACNUR está respondiendo a las necesidades de unas 22.000 familias de PDI que han regresado a Helmand. La atención se ha centrado en ayudarlas a mantenerse abrigadas este invierno, así como en apoyarlas para que reparen sus hogares y se reintegren en las comunidades.
El 11 de enero se lanzará un plan de 4.400 millones de dólares (USD) para responder a las necesidades humanitarias en Afganistán en 2022. Si se obtiene la financiación necesaria, aumentará el suministro de ayuda alimentaria y agrícola, y mejorarán los servicios sanitarios, los alojamientos de emergencia, y la situación de agua y saneamiento.
El factor clave del aumento de la desnutrición infantil es la insuficiencia de alimentos para las madres, afirma el Dr. Anwar. “No reciben suficientes proteínas, por lo que no pueden alimentar a sus hijos adecuadamente”. Añade que la falta de agua potable – agravada por la sequía – también está influyendo, provocando diarrea y una mayor pérdida de peso.
En su estado debilitado, la niñez desnutrida es más vulnerable a las enfermedades que pueden conducir rápidamente a un deterioro irreversible y a la muerte. Además, la mayoría de las niñas y los niños carecen de la ropa de abrigo que les permitiría protegerse de las temperaturas invernales bajo cero. “Algunos niños desnutridos han contraído neumonía”, expresa el Dr. Anwar.
Hace lo que puede en su pequeña clínica, pero se necesita mucha más ayuda, y las causas profundas del hambre generalizada permanecen.
Los efectos de una sequía agobiante son evidentes en todas partes. Los canales de riego se han secado y muchos campos están cubiertos por costras salinas. El uso de bombas alimentadas por energía solar para explotar el agua subterránea con el fin de cultivar opio – la materia prima de la heroína – ha hecho descender el nivel del agua, secando el suelo y dejando depósitos de sal que dificultan aún más los cultivos legales.
“Todos nuestros jóvenes se están yendo”.
El comienzo del año trajo por fin la lluvia, pero en cantidades tan grandes que provocó inundaciones repentinas tanto en Helmand como en la vecina Kandahar, arrasando casas y campos. Gran parte del agua se perdió en lugar de almacenarse, por lo que es probable que cualquier efecto mitigador de la situación de sequía sea temporal.
“Si el agua se detiene definitivamente, tendremos que ir a Irán o a Pakistán”, comenta Fazl Mohammad, otro antiguo desplazado interno, que regresó a Marja en noviembre. “O simplemente cavaremos tumbas para nosotros mismos”.
Muchos ya se han puesto en marcha: ya no huyen de la guerra, sino de los efectos combinados del cambio climático y el colapso económico. “Todos nuestros jóvenes se están yendo”, asegura Sadiqi de ACNUR. “¿Qué otra cosa pueden hacer?”
* Los nombres han sido cambiados por motivos de protección.