"He visto de primera mano cómo se ha deteriorado la educación de la niñez"

Una becaria refugiada que vive en Uganda habla de la importancia de trabajar juntos para mantener a las niñas y los niños en la escuela, donde pueden estar seguros, felices y realizados.

Una estudiante refugiada de Sudán del Sur asiste a la escuela primaria en un asentamiento de refugiados en Uganda.

Una estudiante refugiada de Sudán del Sur asiste a la escuela primaria en un asentamiento de refugiados en Uganda.  © ACNUR/Jjumba Martin

Los jóvenes me cuentan una y otra vez lo que les impide ir a la escuela: escasez de materiales (libros y bolígrafos), largas caminatas para llegar a la escuela; tienen hambre.

En el asentamiento de refugiados de Palabek, en Uganda, he visto de primera mano cómo se ha deteriorado la educación de la niñez desde el estallido de la pandemia de COVID-19. Después de dos años de cierre de escuelas, solo el 44 por ciento de los estudiantes de Palabek volvieron a la escuela cuando esta se abrió, de acuerdo con Lazar Arasu, Director de la organización católica Don Bosco. La mayoría de los niños de familias encabezadas por menores no pueden volver a la escuela en absoluto. Aunque la política de Educación Primaria Universal de Uganda estipula la gratuidad de la enseñanza primaria obligatoria de buena calidad para todos los niños, siguen existiendo costos ocultos para acceder a la educación. Los padres se ven forzados a cubrir los costos de los materiales y uniformes escolares, y las cuotas de los exámenes. Para muchas familias, incluidas las que han sido desplazadas por la fuerza, cubrir estos gastos es imposible.

Desde su creación en abril de 2017, el asentamiento solo cuenta con una escuela secundaria, aunque esta no está ubicada estratégicamente. Muchos estudiantes deben salir de casa a las 5:00 de la mañana y caminar más de 10 kilómetros para llegar a ella. Debido a la falta de financiación, las raciones de comida que se ofrecen a las personas refugiadas más vulnerables se han recortado entre un 30 y un 60 por ciento en Uganda, por lo que muchos estudiantes salen sin desayunar y se quedan en la escuela hambrientos hasta que regresan a casa a las 5:00 p.m. A menudo no hay luz para leer los libros o hacer las tareas por la noche. Algunos estudiantes no pueden permitirse libros ni siquiera bolígrafos. Por ello, muchos rinden poco y muchos abandonan los estudios.

Como estudiante refugiada a la que le apasiona el servicio a la comunidad, siempre me he ofrecido como movilizadora comunitaria, trabajadora social y líder juvenil. También participé en varias capacitaciones, incluida una capacitación básica de defensa por video, que más tarde me motivó a abogar por los derechos de mi comunidad. Mi sueño era ir a la universidad. Me entusiasmó mucho recibir la beca DAFI de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. La beca, financiada por los gobiernos alemán y danés, se basaba en mi excelencia académica, mi potencial de liderazgo y mi compromiso con la comunidad. Después de entrar a la universidad, quise apoyar a mis compañeros jóvenes refugiados en el asentamiento. Fundé una organización, The Leads, cuyo objetivo es revertir el empeoramiento de las tasas de abandono escolar y capacitar a la niñez y juventud refugiadas para que alcancen sus sueños. En la actualidad, apoyamos a unos 120 estudiantes con bolígrafos y libros, clases de matemáticas e inglés, además de motivarlos y brindarles información sobre oportunidades de educación superior. ACNUR ha aportado algunos fondos a mi organización.

Las personas desplazadas por la fuerza se encuentran con demasiada frecuencia en el centro de los debates internacionales, mientras que se les deja fuera de ellos. Una cosa que me motiva es saber que las voces de las personas más afectadas por las políticas y los programas educativos mundiales han estado crónicamente infrarrepresentadas en los niveles de decisión. El Objetivo 4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, establecido por la ONU, establece que debemos garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos. Añade que, para 2030, debemos garantizar que todas las niñas y los niños terminen una educación primaria y secundaria gratuita, equitativa y de calidad que dé resultados de aprendizaje pertinentes y eficaces. De acuerdo con Yasmine Sherif, Directora de La Educación No Puede Esperar, “educar a las niñas, especialmente a quienes se han quedado atrás en las crisis, es fundamental para el plan de recuperación de COVID-19, para mitigar el cambio climático y para garantizar sociedades igualitarias y prósperas”. Para la niñez refugiada, especialmente para las niñas, la escuela no es solo un lugar donde van a aprender, sino que también les brinda una estructura y un refugio de la dureza de la vida en el exterior. Como refugiada, entiendo esto. De hecho, las personas refugiadas que han experimentado los efectos de la escuela en su vida suelen tener las mejores ideas para alcanzar el objetivo de una educación de calidad para todos.

“La niñez refugiada tiene cinco veces más probabilidades de quedarse sin educación que la niñez no refugiada”.

ACNUR aboga por sistemas educativos que incluyan a todas las personas, incluidas quienes han sido desplazadas por la fuerza. El Programa de Protección, y el posterior Plan de Acción aprobado por el Comité Ejecutivo en octubre de 2002, subrayan especialmente la importancia de “la educación como herramienta de protección”. Sin embargo, el problema que veo en el asentamiento de refugiados de Palabek no es, por desgracia, una anomalía. La niñez refugiada tiene cinco veces más probabilidades de quedarse sin educación que la niñez no refugiada. Para los niños que pueden acceder a la educación, la calidad suele ser muy pobre. La mayoría de las personas refugiadas del mundo viven en países de bajos y medianos ingresos cuyos sistemas educativos ya tienen dificultades.

De acuerdo con el reciente Informe de Educación de ACNUR, la tasa de inscripción en la escuela primaria es de solo el 68 por ciento en todo el mundo y desciende drásticamente hasta el 37 por ciento en los niveles de secundaria. Las niñas se encuentran en una situación de especial desventaja; en el este y el cuerno de África, solo se inscriben cinco niñas por cada 10 niños. En la actualidad, en Uganda, el 53 por ciento de niñas y niños en edad de cursar la educación primaria y el 92 por ciento en edad de cursar la educación secundaria no están escolarizados. En todo el país, en Uganda, todavía hay subcondados sin escuela secundaria, incluso donde se acoge a personas refugiadas, y solo 18 escuelas secundarias en 12 distritos que acogen personas refugiadas. Me he propuesto revertir estas tendencias.

Miles de jóvenes vulnerables en Palabek y en todo el mundo esperan nuestra acción colectiva, para que no se queden atrás y puedan alcanzar sus sueños de convertirse en médicos, profesores, ingenieros y más. Muchos, como yo, quieren convertirse en agentes de cambio positivo para ellos mismos, sus familias, sus comunidades y nuestro mundo. No voy a renunciar a ellos, he estado en su lugar.

Opira Bosco Okot es la fundadora de The Leads, una organización con sede en Uganda que se esfuerza por mantener a la niñez y juventud refugiadas en la escuela. Participó en el Programa de Mentorías de ACNUR para Periodistas, un proyecto creado para apoyar a personas refugiadas, desplazadas internas y apátridas que quieren contar las historias importantes de hoy