La asistencia en efectivo suaviza las penurias económicas por la COVID-19 en Jordania

Un estudio del Banco Mundial y ACNUR revela un incremento de los niveles de pobreza entre la población refugiada y las comunidades de acogida durante la pandemia; los programas de asistencia en efectivo que compensan este impacto deben ampliarse en 2021.

Tahani, refugiada siria de 26 años, tuesta frutos secos en Irbid (Jordania), en noviembre de 2020.
© ACNUR/Lilly Carlisle

Cuando se confirmó el primer caso de COVID-19 en Jordania, el pasado mes de marzo, la refugiada siria Tahani y su familia no podían separarse de la televisión, preocupados por el modo en que esta crisis afectaría a su salud. Pero el golpe más fuerte que sufrieron fue el impacto económico de la pandemia a medida que se fueron imponiendo confinamientos y otras medidas para contener el avance del virus.


Tahani perdió su trabajo ocasional limpiando casas debido a las restricciones de movimientos y al creciente temor al virus de la gente. En cuestión de semanas se desvaneció la relativa seguridad que tanto tiempo y tanto trabajo le había costado conseguir a Tahani y su familia desde que huyeron de Siria nueve años atrás.

“No es estable, pero un trabajo es un trabajo y estamos intentando subsistir lo mejor que podemos”, explica. “En marzo me quedé sin empleo. La gente tenía miedo de dejarme ir a limpiar sus casas. No sabía qué hacer”.

Tahani, originaria de Dar’a, al sur de Siria, huyó de su hogar con 17 años y se asentó con su familia en la ciudad de Irbid, al norte de Jordania. Al principio tenía miedo por el nuevo mundo en el que de repente se vio inmersa. “Durante el primer año me daba miedo salir”.

“No es estable, pero un trabajo es un trabajo y estamos intentando subsistir lo mejor que podemos”.

Animada por su familia y amigos, poco a poco fue encontrando la motivación para salir adelante. Desde limpiar las casas de sus vecinos hasta realizar cursos de formación en peluquería y belleza, en los últimos nueve años Tahani ha desempeñado diversos trabajos con los que obtener ingresos para su familia.

Sin embargo, con la aparición de la pandemia de COVID-19 todo lo que había construido se vio repentinamente en situación de riesgo.

Así pues, en mayo Tahani y su familia estuvieron entre los primeros grupos de refugiados en Jordania considerados entre los más vulnerables, y recibieron de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. asistencia en efectivo de emergencia para hacer frente a la COVID-19.

Desde entonces se han distribuido 25,4 millones USD en asistencia en efectivo de emergencia a unas 51.000 familias refugiadas. La mayoría de los beneficiarios han recibido tres pagos separados dada la extensión en el tiempo del impacto financiero de la crisis.

Esta semana se ha publicado un nuevo informe del Banco Mundial y ACNUR (disponible en inglés) que analiza el impacto de la COVID-19 en el incremento de los niveles de pobreza entre la población refugiada Siria y sus comunidades de acogida en Jordania, el Líbano y el Kurdistán iraquí.

El informe concluye que unos 4,4 millones de personas entre las comunidades de acogida, cerca de un millón de personas refugiadas sirias y otras 180.000 personas iraquíes desplazadas internas en el Kurdistán iraquí han caído bajo el umbral de la pobreza desde el inicio de la crisis.

El Jordania, los índices de pobreza han aumentado un 38% entre la población local y un 18% entre las personas refugiadas procedentes de Siria. El menor porcentaje de refugiados sirios que caen en la pobreza se explica porque muchos de ellos vivían ya por debajo de este umbral, lo que limita cuántos más podían descender a esta categoría.

El informe señala también cómo la existencia de sistemas bien establecidos de registro de personas refugiadas y de prestación de asistencia monetaria con antelación a la llegada de la COVID-19 ha permitido que organizaciones como ACNUR amplíen rápidamente su respuesta para mitigar algunos de los peores efectos sobre las personas más vulnerables.

Se prevé que los efectos económicos negativos de la crisis perduren hasta bien entrado 2021 y quizás más allá, de modo que la extensión y la ampliación del apoyo humanitario, como por ejemplo el programa de asistencia en efectivo del ACNUR y el programa Takaful del Gobierno de Jordania de asistencia en efectivo para personas jordanas vulnerables, resultan esenciales para evitar un aumento aún mayor de los índices de pobreza.

“A veces mi salario se ve reducido como consecuencia del confinamiento porque no me es posible trabajar”.

Para Tahani, la asistencia supuso una ayuda vital en el momento más difícil. “La asistencia en efectivo no era suficiente para que todos hiciéramos realidad nuestros sueños, pero era suficiente. Me ayudó a pagar algunas deudas y me dio la tranquilidad necesaria para seguir adelante”, explica.

Puesto que no podía trabajar durante el confinamiento, Tahani se matriculó en un programa de formación profesional facilitado por ACNUR y su asociado local, la Fundación Río Jordán (JRF, por sus siglas en inglés). En agosto, tras completar dos meses de cursos en línea y con la ayuda de JRF, Tahani encontró trabajo en un restaurante local que prepara mansaf, el célebre plato nacional jordano a base de cordero cocinado lentamente con arroz y yogur.

A pesar de todo, sigue sintiendo el impacto de la pandemia. “Los matrimonios se han cancelado y nadie pide tanto mansaf como antes, y a causa del confinamiento a veces mi salario se ve reducido porque no me es posible trabajar esos días”, nos cuenta.

Pasará algún tiempo hasta que los índices de pobreza en Jordania vuelvan a los niveles previos a la COVID-19, lo cual implica que se avecinan tiempos difíciles para las 750.000 personas refugiadas procedentes de Siria y de otros países que en la actualidad viven aquí.

Pero al haber encontrado un apoyo cuando más lo necesitaba, Tahani tiene la esperanza de que la vida volverá pronto a la normalidad, la gente volverá a casarse y a compartir mansaf, y ella y su familia podrán volver a valerse por sí mismas.