El miedo persigue a los refugiados en Sri Lanka después de los ataques
ACNUR está trabajando de cerca con las autoridades para encontrar soluciones para los casi 1.000 refugiados que se vieron obligados a salir de sus hogares después de los atentados del 21 de abril.
Los refugiados y solicitantes de asilo viven en un alojamiento temporal en el centro comunitario Ahmadiyya en Pasyala, Sri Lanka.
© ACNUR/Caroline Gluck
Bariea, de 13 años de edad y solicitante de asilo pakistaní en Sri Lanka, se alberga en una mezquita en la ciudad de Negombo, donde una inquietante mezcla de alta ansiedad y aburrimiento extremo se ciernen sobre la habitación.
“Solo tenemos algunas pocas bolsas, en su mayoría de ropa”, dice Bariea. “Pensamos que solo íbamos a estar aquí por un par de días. Pero ya han pasado semanas”.
“Queremos irnos. No nos sentimos a salvo. Pakistán tampoco era seguro…Sé que muchas personas fueron asesinadas o quedaron heridas. Pero no fue nuestra culpa”.
Alrededor de 1.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo como Bariea, en su mayoría provenientes de Pakistán y algunas de Afganistán, han buscado resguardo en mezquitas y estaciones de policías en Negombo y Pasyala, cerca de la capital de Colombo, durante el último mes.
“Pensamos que solo íbamos a estar aquí por un par de días. Pero ya han pasado semanas”.
Si bien muchas personas de la comunidad local intentaron ayudarles, se vieron obligados a salir de sus hogares alquilados por quienes los acusaban de estar conectados con los atentados con bombas que se dieron en hoteles e iglesias del país el 21 de abril, causando la muerte de 250 personas e hiriendo a muchos más.
Mientras se albergan en la ciudad, sitio de uno de los ataques en una iglesia, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está trabajando de cerca con las autoridades de Sri Lanka para encontrar lugares temporales más aptos para trasladar a las familias, con el fin de que puedan vivir con dignidad y seguridad en esta época tan difícil. Sin embargo, el ambiente de temor que siguió los ataques, no ha sido nada fácil.
Algunas de las personas desplazadas de sus hogares en Negombo ya se han movido a zonas más seguras. Más personas serán reubicadas en los próximos días.
Familias como la de Bariea, que buscaron seguridad en Sri Lanka después de huir de la violencia, la persecución y el extremismo en su propio país, dicen sentirse como chivos expiatorios. Bariea no solo tuvo que salir de su hogar para albergarse en una mezquita abarrotada, sino que ella y sus dos hermanos tuvieron que dejar la escuela.
“Realmente extraño la escuela, me preocupa quedarme atrás. La educación es mi futuro. No creo que pueda continuar yendo a la escuela por ahora”, dice ella.
Su madre, Sehrish, de 34 años, tiene muchas preocupaciones. Sus hijos han estado enfermos con tos y fiebre y ella tiene seis meses de embarazo, al igual que varias de las mujeres que se encuentran en la mezquita, y ella es incapaz de dormir bien en el espacio tan limitado.
Ella dice que está agradecida por la ayuda que ha recibido de ACNUR, sus socios y los grupos locales, pero que también está preocupada por el futuro. “Recibimos asistencia pero no podemos vivir aquí por mucho tiempo”, dice ella.
“Las personas han sido generosas. Algunos grupos han venido y nos han dado comida y ropa”.
La jefa de la oficina de ACNUR en Sri Lanka, Menique Amarasinghe, dijo: “Nuestra principal prioridad es garantizar que estas personas estén seguras y bien protegidas, y asegurar que puedan acceder a los servicios básicos.
“Hemos estado extremadamente agradecidos con el Gobierno de Sri Lanka, que ha reconocido su responsabilidad de cuidar a estas personas y ha estado haciendo todo lo posible en circunstancias realmente muy difíciles”.
ACNUR ha reforzado su personal en Sri Lanka para responder a la emergencia. Está trabajando con las autoridades y agencias socias para proporcionar alimentos, medicamentos, material de higiene, agua y saneamiento, y otro apoyo básico a los refugiados y solicitantes de asilo.
A poca distancia en automóvil de la mezquita de Amadiyya, alrededor de 100 pakistaníes y afganos se albergan en el estacionamiento semi al aire libre en la estación de policía de Negombo. La policía ha brindado seguridad y asistencia, pero las instalaciones son inadecuadas, con solo un puñado de retretes compartidos por la policía y los recién llegados. Hace tanto calor, que la mayoría de las personas han tenido erupciones en la piel y los brazos y las piernas cubiertos por las picaduras de mosquitos infectadas.
Mientras que algunos en la comunidad local reaccionaron con ira después de los ataques, otros de Sri Lanka se han manifestado a favor a los refugiados y solicitantes de asilo, a quienes consideraban vecinos.
“Las personas ha sido generosa. Algunos grupos han venido y nos han dado comida y ropa. La gente de Sri Lanka nos ha ayudado", dijo Anisa, una etnia Hazara de Afganistán, que cuida a su hija de seis meses.
Ella ha vivido en Sri Lanka durante cuatro años y dice que la gente era amigable, pero los ataques lo cambiaron todo. “El dueño de nuestra casa nos dijo que podíamos quedarnos, pero los vecinos dijeron que no. Dijo que no podría protegernos, así que vinimos aquí, a un lugar seguro ".
Su sobrina, Sadaf de 12 años, interviene hablando inglés con seguridad.
“Después de la explosión, la gente nos culpó y nos odió. Nos afectó mucho ".
Sadaf solía estudiar en una escuela apoyada por ACNUR. Pero en este momento ella no puede volver a clase. “Aprendí muchas cosas. Necesito la escuela para un futuro mejor y ahora no puedo ir ... me pone triste. Creo que no tendré un buen futuro. Los niños como yo están preocupados ".