Refugiados combaten incendios para preservar el medio ambiente en Mauritania
Las personas refugiadas malienses y las mauritanas locales combaten los incendios forestales como parte de los esfuerzos más amplios para contrarrestar los impactos del cambio climático en un medio ambiente cada vez más frágil.
Miembros de la Brigada de Bomberos de Refugiados utilizan ramas para apagar un gran incendio forestal cerca de la frontera de Mauritania con Mali.
© ACNUR/Colin Delfosse
Un convoy de camionetas se desplaza a través de un terreno de hierba alta y arbustos, hacia una columna de humo en el horizonte. En la parte trasera de las camionetas hay hombres de todas las edades, con los ojos fijos en el humo.
Cuando los vehículos se acercan a la fuente del humo – un enorme incendio forestal – los hombres saltan de las camionetas. Armados solo con ramas de árbol, atacan el fuego, gritando inaudiblemente y moviéndose al unísono. En pocos minutos, el fuego se extingue, dejando detrás una zona carbonizada de unos dos kilómetros de largo y tres de ancho.
Al centro de la acción está Ahmedou El-Bokhary, de 52 años, refugiado maliense y líder de esta brigada de bomberos voluntarios.
“Es el tercer incendio que apagamos en 24 horas”, comenta mientras se seca el sudor de los ojos.
Sus compañeros se reúnen a su alrededor mientras toma su teléfono y habla rápidamente. Grita instrucciones: hay otro incendio a unos cinco kilómetros de distancia. Los hombres vuelven a subir a las camionetas y salen a toda velocidad en dirección contraria.
Este es un día normal para Ahmedou y sus compañeros bomberos, unos 100 refugiados malienses y mauritanos. La brigada apaga los incendios en los alrededores del campamento de refugiados de Mbera, en la región de Hodh Chargui, al sureste de Mauritania.
Mauritania ya está sintiendo los efectos del cambio climático. Alrededor del 90 por ciento de su territorio es desierto, lo que lo hace especialmente vulnerable a los efectos de la deforestación y la sequía.
- Ver también: Alza en las temperaturas amenaza medios de vida de población mauritana y personas malienses refugiadas
A medida que el clima aquí se ha vuelto más caliente, la frecuencia de los incendios forestales ha aumentado a un ritmo alarmante, lo que supone una grave amenaza para la disminución de la cubierta de hierba y árboles. En esta temporada de sequía (de septiembre de 2020 a julio de este año) se produjeron más de 35 incendios forestales, frente a los 15 de la temporada de sequía pasada.
“Nunca habíamos visto un año como éste. Este es el año con más incendios forestales”, afirma Ahmedou, quien vive aquí desde 2012.
Unas 68.000 personas malienses viven en el campamento de Mbera y sus alrededores, situado a unos 60 kilómetros de la frontera con Mali. La mayoría de las personas refugiadas, al igual que sus anfitriones mauritanos, son pastores y mantienen grandes rebaños de ganado. Su gran dependencia del medio ambiente para brindar pasto a sus animales y su deseo de ayudar a proteger a las comunidades locales que los acogen fue la razón por la que iniciaron la brigada contra incendios.
“Si no apagamos los incendios forestales, estamos perdidos”.
Durante la temporada de sequía, de septiembre a julio, la larga y verde hierba que crecía durante la temporada de lluvias se seca y se convierte en paja, lo que la hace fácilmente inflamable.
“Ahora hay mucha hierba seca y cuando una parte se incendia, toda la zona arde rápidamente”, explica Ahmedou. “Intervenimos porque no tenemos otra opción. Si no apagamos los incendios forestales, estamos perdidos”.
La dedicación de los bomberos es tal que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y las autoridades locales les apoyan con transporte y crédito para sus teléfonos móviles para que puedan comunicarse con la red de personas de la zona que les avisan cuando hay un incendio.
“Siempre que hay un incendio, llamamos a la Brigada de Bomberos de Refugiados. Todos trabajamos juntos para apagarlo”, señala Mohamed Cheikh Macire, Prefecto del Departamento de Bassikounou.
Añade que los incendios son un motivo de gran preocupación tanto para las personas refugiadas como para las mauritanas. Al trabajar juntos para apagarlos, toda la comunidad está luchando contra un enemigo común y mejorando las relaciones en el proceso.
Benjamin Kambale, Oficial Asociado de Terreno de ACNUR con sede en Bassikounou, señala que la brigada contra incendios se ha convertido en un símbolo de activismo medioambiental, que estimula a las personas refugiadas, a sus comunidades de acogida y a los organismos asociados a hacer más.
Explica que uno de los métodos clave que han adoptado las comunidades para prevenir los incendios forestales es la creación de “cortafuegos”, es decir, extensiones de terreno que se despejan de restos de plantas secas y otra vegetación que podría alimentar los incendios forestales.
“El año pasado se construyeron 100 kilómetros de cortafuegos”, explica, y añade que estos esfuerzos contribuyen al Gran Muro Verde, un proyecto de reforestación masiva que pretende crear una barrera de 8.000 kilómetros de longitud para combatir la degradación medioambiental en el Sahel.
SOS Desert, una organización local socia de ACNUR, ha establecido viveros en todo el campamento, donde las personas refugiadas y las mauritanas cuidan miles de árboles pequeños. Hasta septiembre de este año, se habían plantado más de 58.000 árboles como parte de los esfuerzos de reforestación en la región.
Además, se han destinado casi 10 hectáreas de tierra en el campamento y sus alrededores para que las personas refugiadas y locales de la zona cultiven hortalizas como tomates, pimientos, hibiscos, frijoles y cebollas. Los huertos no solo ayudan a preservar el medio ambiente al aumentar la cubierta vegetal y reducir la degradación del suelo, sino que también mejoran la dieta de las personas refugiadas y mauritanas.
Las organizaciones dirigidas por personas refugiadas, como Voluntarios para el Mantenimiento del Campamento (VRPC, por sus siglas en francés), también realizan periódicamente campañas de concienciación comunitaria para educar a los residentes del campamento sobre cómo preservar el medio ambiente, los beneficios de plantar árboles, reducir el uso de leña y utilizar fuentes de energía renovables como la energía solar.
“Todo el mundo está haciendo su parte para hacer frente al desafío climático”, menciona Kambale, de ACNUR, y añade que se ha abierto un centro de formación profesional en el campamento, donde las personas refugiadas y mauritanas pueden tomar cursos de ingeniería eléctrica y mecánica, y aprender a instalar y mantener paneles solares.
Mientras ACNUR – que planea donar un camión de bomberos al distrito de Bassikounou en 2022 – sigue trabajando con otros socios y autoridades locales para ampliar las intervenciones medioambientales en la región, Ahmadou y sus valientes bomberos siguen comprometidos con su causa: salvar los pastos que son un sustento para su modo de vida.
“Nadie nos obliga a hacer este trabajo. Lo hacemos por voluntad propia, porque para nosotros, proteger a los animales, proteger a nuestros seres queridos, y al mismo tiempo crear buenas relaciones entre las personas refugiadas y la población local, es un orgullo”, asegura.