Tras encontrar seguridad y estabilidad en México, familia refugiada busca obtener la ciudadanía
ACNUR México ha adoptado un nuevo modelo de planeación plurianual, cuyo propósito es garantizar la continuidad de programas que ayudan y acompañan a las personas refugiadas desde el momento en que solicitan asilo hasta su integración.
César (46 años), Dania (26 años), Javier (11 años) y Nelly (6 años) tienen una vida nueva en México.
© ACNUR/Rubén Salgado Escudero
Javier*, de once años, ya no siente miedo cuando percibe olor a pintura.
Aunque no es un olor que le agrade, este ha dejado de detonar recuerdos de aquella noche en Honduras en la que un grupo criminal abrió fuego contra la casa en la que vivían él, su madre, su padrastro y su hermanita. Mientras la familia trataba de protegerse, una bala perdida perforó un bote de pintura, y este explotó. Enseguida, otra bala se clavó en el muslo izquierdo de Javier.
Ahora que viven en el norte de México, luego de que se les reconociera la condición de refugiado, Javier ayuda a su madre, Dania*, a pintar la casa cada año. Su habitación es de color verde bosque, con círculos rojos y verdes en las paredes. En la sala, la cocina y el comedor puede verse un color terracota, pero la habitación que comparten su madre y su padre es amarilla.
“Lo puse a pintar para que pudiera superar el trauma”, comenta Dania. “Suelo decirle: ‘Mira, hijo, aquí nadie nos hará daño. Aquí contamos con mucho apoyo para que nada pase. Estamos en un lugar seguro’”.
“Aquí contamos con mucho apoyo para que nada pase. Estamos en un lugar seguro”.
A cuatro años de haber salido de Honduras, la familia ha encontrado estabilidad, felicidad y prosperidad. Ahora, esperan dar el siguiente paso en el andar de las personas refugiadas: adquirir la ciudadanía (mexicana en este caso). Conforme al derecho mexicano, cuando se ha reconocido la condición de refugiado, las personas quedan exentas del examen de naturalización y pueden solicitar la ciudadanía dos años después de haber recibido la residencia permanente.
Pueden pasar años para que las personas refugiadas encuentren un punto de estabilidad. Para apoyarlas de mejor forma, la operación de ACNUR en México adoptó un ambicioso enfoque de planeación plurianual que hace énfasis en las soluciones, como la integración efectiva. “Cuando se trata de situaciones prolongadas, un año no basta; únicamente la planeación plurianual garantiza la continuidad de los programas”, comenta Diego Morales, oficial sénior de programas en ACNUR México. “En otras palabras, podemos dar acompañamiento a las personas refugiadas desde el momento en que solicitan asilo hasta que se encuentran totalmente integradas en las comunidades de acogida”.
México es una de las 24 operaciones de ACNUR en el mundo donde se ha adoptado un enfoque de planeación similar a mediano y largo plazo. Hacia 2024, toda la organización habrá migrado a este modelo de planeación de largo alcance.
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Desde que llegaron a México, en 2017, el camino que Javier y su familia han recorrido ha sido largo. César*, el esposo de Dania, tiene un empleo estable en una fábrica de muebles, donde cubre turnos nocturnos cortando piezas de madera que se convertirán en sofás y sillas. Dania, por su parte, se hace cargo del hogar y se asegura de que Javier y su hermana Nelly, de seis años, se mantengan al día en sus tareas y clases, que aún se imparten en línea debido a las restricciones derivadas de la COVID-19.
Además, Dania supervisa las clases de educación física de Javier y Nelly. Para ello, utiliza su teléfono para grabar a su hijo lanzando el balón de fútbol de acuerdo con las instrucciones de la escuela. La habilidad con la que Javier patea el balón llena a Dania de orgullo, puesto que no sugiere que haya sufrido una herida hace cuatro años.
Cuando la familia llegó a México, Javier tenía siete años y no podía caminar. El personal médico en Honduras extrajo la bala de su pierna la noche del tiroteo, pero la familia no tenía tiempo para que el niño recibiera el tratamiento completo. Dania recuerda que los pandilleros que lo hirieron estaban afuera del hospital con la intención de “acabar con nosotros”.
“Me parece que el futuro de mis hijos es mejor aquí”.
Dania y César se apresuraron a llevar a Javier, que aún tenía vendajes, y a Nelly, de dos años, a Guatemala y, luego, a México, donde finalmente sintieron tranquilidad. “Sentimos alivio [...] porque sabíamos que la pandilla no podría encontrarnos”, comentó Dania.
El equipo jurídico de ACNUR ayudó a la familia a presentar una solicitud de asilo. Además, por medio del programa de asistencia humanitaria de ACNUR, la familia pudo pagar la renta de una casa pequeña, así como adquirir muebles y cubrir necesidades básicas mientras la Comisión Nacional de Ayuda a Refugiados evaluaba su solicitud de asilo. “No tenía idea de lo que es el asilo”, comentó Dania, quien añadió que, si el asilo se traducía en que permanecieran en México, no necesitaban nada más.
Una vez que se les reconoció la condición de refugiado, se incluyó a Dania, César, Javier y Nelly en el entonces naciente Programa de Integración Local, que permite reubicar a las personas refugiadas del sur al norte del país, donde hay más opciones de empleo y posibilidades de integración.
Para César, parecía demasiado bueno para ser verdad. “No sabíamos nada [del norte de México], así que actuamos con cautela”, indicó. “En el trayecto [en autobús desde Chiapas], no dejábamos de preguntarnos qué nos pasaría”.
Por fortuna, les aguardaban cosas buenas. Con el apoyo de ACNUR, Dania y César encontraron una casa; César consiguió un empleo en una fábrica de muebles; y la familia pudo dejar su pasado atrás.
“Me parece que el futuro de mis hijos es mejor aquí”, comenta Dania.
Como la familia cuenta con la documentación necesaria, el siguiente paso es obtener la ciudadanía mexicana. César comenta que ya se siente mexicano e imagina que les espera un futuro prometedor. “En los partidos de fútbol, apoyo a México”, cuenta. “Cuando me naturalice, celebraré con orgullo”.
*Se cambiaron los nombres por motivos de protección.