De vuelta de Venezuela, colombiano afina el oficio que aprendió en el país vecino

Huyendo de la violencia en su país natal, Alexander se instaló en Venezuela, y fue ahí que aprendió su oficio. De vuelta en Colombia, un programa le enseña a mejorar su negocio.

La familia de Alexander se instaló en el asentamiento informal de Bello Horizonte, en el departamento de Arauca, Colombia.
© ACNUR

En una vida marcada por frecuentes cambios – muchos de ellos, fruto de la violencia que le tocó vivir en su Colombia natal – Alexander ha hecho trabajos variados a lo largo de su vida.


Nacido en una familia campesina en la zona centro de Colombia, de joven aprendió de su papá a comercializar los productos del campo. Pero después de que el conflicto armado le forzara a huir, no tuvo más remedio que aceptar cualquier trabajo en las zonas por las que pasaba, incluyendo puestos como vendedor ambulante y gerente de almacén.

Pero fue en Venezuela, donde se instaló en 2009, donde Alexander aprendió lo que hoy considera su oficio.

“Tuve la posibilidad de aprender de latonería y pintura y fue en Venezuela donde aprendí lo que hoy considero un arte”, dice Alexander, quien con su esposa, Liliana, también colombiana, tuvo dos hijos que nacieron en el país vecino. La familia se quedó en Venezuela hasta 2014, cuando la creciente violencia hizo que huyeran nuevamente, esta vez, de vuelta a Colombia.

“El trabajo no me faltaba allá pero toda mi vida había visto violencia”, recuerda Alexander. “Estaba viendo que mis hijos crecían en un ambiente que no era bueno para ellos y yo solo quería tranquilidad”.

La familia se instaló en el asentamiento informal de Bello Horizonte, en el departamento fronterizo de Arauca. Allá, Liliana le impulsó a que Alexander continuara sus estudios, que fueron interrumpidos por sus mudanzas constantes. Ella misma lo inscribió en un colegio de la zona para que terminara la secundaria.

“Lo más valioso fueron las capacitaciones”.

Entusiasmado por la experiencia, Alexander presentó su propuesta de emprendiendo en el Programa de innovación para la generación de medios de vida, un proyecto que la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, adelanta junto con su socio local COMFIAR con el propósito de buscar soluciones duraderas para la población desplazada. Este programa, financiado por la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (KOICA), le dio la oportunidad a Alexander de estar entre los más de 1500 beneficiarios de proyectos productivos para fortalecer el emprendimiento y el autoempleo.

Para Daniela Herrera, coordinadora del convenio entre ACNUR y COMFIAR, una de las transformaciones más significativas que tuvo Alexander y muchos de los emprendedores, está relacionada con el valor de su servicio a la sociedad. “Aprendieron a identificar los costos reales de su trabajo y aspectos financieros. Se les enseñó a tener un plan de inversión y a conocer las utilidades, los ingresos y los egresos”, señala.

  • Gracias al programa para la generación de medios de vida de ACNUR y COMFIAR, Alexander ha podido adquirir mejores herramientas para su trabajo.
    Gracias al programa para la generación de medios de vida de ACNUR y COMFIAR, Alexander ha podido adquirir mejores herramientas para su trabajo. © ACNUR
  • Alexander aprendió el oficio de la latonería y pintura en Venezuela, donde se había refugiado tras huir de la violencia en Colombia.
    Alexander aprendió el oficio de la latonería y pintura en Venezuela, donde se había refugiado tras huir de la violencia en Colombia. © ACNUR
  • Liliana y Alexander esperan en un futuro mejor en Colombia, donde tienen mejores perspectivas de integración económica gracias al programa financiado por KOICA.
    Liliana y Alexander esperan en un futuro mejor en Colombia, donde tienen mejores perspectivas de integración económica gracias al programa financiado por KOICA. © ACNUR

Para ese entonces iba a las capacitaciones los sábados y las alternaba con las clases que recibía en el colegio para terminar sus estudios de secundaria, los cuales finalizó en el año 2019.

Recientemente, Alexander ha reforzado sus estudios. Durante los últimos meses, en las capacitaciones del programa profundizaron en estrategias de ventas, proveedores y atención al público. “Ahora a quienes son mis clientes, les doy un 10% de descuento cuando vienen. Eso no lo hacía antes. El hecho de aprender a saludar, a acercarme y prestar atención a quien viene al negocio”, cuenta.

Robinson Carrillo, técnico comercial y uno de sus tutores, confirma el cambio positivo que Alexander tuvo con el paso de las sesiones: “La forma en que se expresa ante los clientes le cambió radicalmente. Él es uno de los emprendedores que más aplica los conocimientos en su trabajo. Nunca falta a clases y está muy presto a participar”.

“Este trabajo le ha dado buenas cosas. Ha podido superarse”.

Además de las capacitaciones, Alexander ha participado en ferias de emprendimiento y ha recibido un capital que le ha permitido adquirir mejores herramientas para su trabajo, que poco a poco intenta recuperar, luego de meses de pandemia. “Más que la ayuda que me brindaron para comprar la herramienta, lo más valioso fueron las capacitaciones: como aprender a mantener el negocio, generar la confianza, hasta aprender a dar la mano y hacerles ver a los clientes que están haciendo una inversión”.

Liliana, su esposa, quien lo ha acompañado durante el proceso, también ha sido testigo de lo que Alexander ha vivido: “Este trabajo le ha dado buenas cosas. Ha podido superarse y esto al final fue un cambio de vida para toda la familia”.

Ahora Alexander quiere más adelante ampliar el negocio y poder tener sucursales en varios municipios, pero lo que más desea es que sus hijos tengan una mejor educación. “Cuando uno huye sin nada, y finalmente encuentra una oportunidad para capacitarse, hay que aprovecharla”, concluye.