"Buenos días, Yaundé": personas refugiadas toman el micrófono
En Camerún, un grupo de personas refugiadas capacitadas en periodismo radiofónico sensibiliza al público sobre el desplazamiento forzado.
Emmanuel Ambei, de 30 años, se emociona cuando recoge testimonios para su programa de radio. Muchos de los relatos le recuerdan su propio viaje desde Chad hace 18 años, cuando era sólo un niño. Su padre fue acusado de apoyar a los rebeldes y estuvo a punto de ser asesinado. La familia huyó a Camerún y nunca se sintió lo suficientemente segura como para regresar.
Emmanuel forma parte de un grupo juvenil de personas refugiadas centroafricanas y chadianas que viven en Yaundé, la capital de Camerún, y que producen programas de radio sobre otras personas refugiadas que viven en el país. Forman parte de un programa apoyado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, que capacita a las personas refugiadas en producción y emisión de radio.
La iniciativa nació de una idea sencilla: ¿quién mejor para hablar de las personas refugiadas que ellas mismas?
Muchas de las personas que participan en el programa actual habían sido contactadas a menudo por organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación para hablar de los problemas a los que se enfrentaban al ser refugiadas. Decidieron que era el momento de narrar su propia historia. El Consejo Internacional de Radios y Televisiones de Habla Francesa (CIRTEF) les ofreció capacitación. Su programa inicial de 26 minutos, que incluye reportajes sobre el terreno y entrevistas en el estudio, se emitirá en la principal emisora de radio pública de Camerún y el proyecto se extenderá pronto a otros países africanos de habla francesa.
“Todas las personas refugiadas estamos conectadas”.
Emmanuel comentó que cada historia le enseña algo nuevo sobre sus compañeros refugiados en Camerún.
“Soy un refugiado que vive en una zona urbana”, señaló Emmanuel. “Todas las personas refugiadas estamos conectadas, pero tenemos estilos de vida muy diferentes. Está claro que no tengo los mismos problemas que una persona refugiada que vive en un campamento. En la ciudad tenemos más oportunidades de empleo, educación y atención de salud”.
Camerún acoge a más de 400.000 personas refugiadas, la gran mayoría centroafricanas, asentadas principalmente en el este. El país también acoge a unas 100.000 personas de Nigeria que han huido de la violencia de los grupos yihadistas.
En el campamento de refugiados de Gabo, al este de Camerún, Emmanuel trabajó recientemente junto a Levys Bangakpan y Mabel Coradim, también de África Central. Son personas “refugiadas urbanas” que viven en Yaundé. Visitaron por primera vez el campamento de refugiados.
Emmanuel captó con diligencia los sonidos ambientales: los gritos de la niñez emocionada, los constantes anuncios de los vendedores ambulantes, el bullicio del mercado del campamento. Él y su equipo grabaron las voces, a menudo tímidas, de las personas refugiadas. Mientras caminaban por el campamento, pasando por las casas de adobe, se dieron cuenta de que la vida en el campamento es difícil y el trabajo es escaso. Sin embargo, el ambiente es acogedor y la niñez los sigue con curiosidad.
Ese día en particular, informaban sobre una operación de repatriación que devolvería a casa a 1.500 personas refugiadas centroafricanas decididas a volver a su tierra. Los reporteros seguirían a los convoyes, pero primero entrevistaron al jefe del pueblo de Gado, Martin Sodea Azia, quien había ido a despedirse de quienes se iban.
“Éramos una gran familia. Me duele mucho el corazón al verlos partir”, expresó Azia. “Los recibimos de todo corazón. Que regresen y vivan en paz”.
Cuando llegaron al puesto fronterizo de Garoua Boulaï, entre Camerún y la República Centroafricana (RCA), Mabel y Levys no pudieron evitar pisar su tierra natal para sacarse una selfie. Pero no se demoraron.
“Amo a mi país, pero volver a pisarlo después de siete años de exilio, me provoca sentimientos encontrados”, explicó Levys. “Cuando pienso en volver, revivo el trauma que me causó el huir”.
A causa de esta mala experiencia, no considera estar preparado para regresar pronto a casa, a la RCA.
“De todos los encuentros que tuvimos y todas las historias que cubrimos, ésta fue la que más me conmovió”, compartió Mabel, que no había vuelto a la RCA desde que huyó de su guerra civil y encontró seguridad en Yaundé en 2003. Los constantes estallidos de violencia en el país han impedido que ella y su familia se sientan lo suficientemente seguros como para regresar.
“El ver que una persona refugiada como yo pueda salir adelante, realmente me hace soñar”.
El equipo ha cubierto historias en todo el país. Durante un viaje para hacer un reportaje al campamento de Minawao, en la parte más septentrional de Camerún que bordea el lago Chad, el equipo siguió a las personas refugiadas que estaban reforestando bosques destruidos por los impactos del cambio climático y la deforestación.
En Douala, la capital económica, conocieron a un hombre mayor imán camerunés que ha acogido a cientos de personas refugiadas, y entrevistaron a un joven refugiado que enseñaba a las personas de la comunidad sobre COVID-19. También hablaron con un refugiado congoleño que se ha convertido en un exitoso empresario.
“El ver que una persona refugiada como yo pueda salir adelante, realmente me hace soñar”, expresó Emmanuel.
Contar las historias de otras personas ha inspirado a los periodistas incipientes, y al menos uno ha encontrado una vocación.
“Primero aproveché la oportunidad porque soy tímida por naturaleza y quería desafiarme a mí misma”, comentó Mabel. “Ir a los campamentos, ver las necesidades de mis hermanos y hermanas refugiadas, me hizo empezar a alimentar [la idea] querer trabajar en el terreno humanitario”.
Ahora está terminando un máster en el Instituto de Relaciones Internacionales de Camerún.
“Cuando termine, a finales de 2021, me dedicaré a la labor humanitaria”, aseguró.