Moldavia da calurosa bienvenida a personas refugiadas de Ucrania

Aunque muchas personas siguen adelante, Olga y sus hijos hacen parte de las 100.000 personas de Ucrania en Moldavia, donde, con ayuda de ACNUR, la población y las autoridades ofrecen apoyo.

Olga, junto a Daria, su hija de 15 años, y Sergey, su hijo de 7 años, en el albergue en el que se están alojando en Chisinau, Moldavia.
© ACNUR/Andrew McConnell

Faltaba poco para concluir la construcción de una nueva casa para Olga y su familia cuando empezaron los bombardeos a principios de marzo. Su pueblo, en la región ucraniana de Odesa, se encontraba cerca de dos bases militares que fueron blanco de misiles. Su casa no tenía sótano, así que tuvieron que guarecerse como mejor pudieron.


“Nos escondimos en las habitaciones internas, en el suelo. Cubrí a mis hijos con almohadas y colchones. Fue muy estresante”, contó Olga, una contadora y maestra de 42 años. “No podíamos soportarlo, así que decidimos irnos”.

Olga, su hermana, sus suegros y sus hijos – en total, cuatro personas adultas y cuatro niños – se dirigieron a la frontera con Moldavia en el pequeño vehículo de Olga; llevaron consigo prendas abrigadoras y algunas pertenencias. Había miles de personas tratando de huir al mismo tiempo, así que el trayecto de 60 kilómetros tomó alrededor de 24 horas.

Luego de una noche en vela en la que aparcaron en un terreno durante el toque de queda nocturno, la familia logró cruzar la frontera y se dirigió a Chisinau, la capital de Moldavia.

“No podíamos soportarlo”.

“Cuando llegamos, no sabíamos qué hacer, dónde descansar ni qué comer. Fue el momento más duro”, recordó Olga. “No nos habíamos duchado ni habíamos comido. Nuestros hijos lloraron todo el trayecto”.

Desde que estalló el conflicto a finales de febrero, más de 460.000 personas refugiadas de Ucrania – la mayor parte, mujeres, niñas, niños y personas mayores – han cruzado la frontera con Moldavia. Si bien muchas personas han continuado el trayecto hacia Rumanía y otros países de la Unión Europea, Olga y sus hijos se encuentran entre las 100.000 que optaron por permanecer en Moldavia, el vecino más pequeño de Ucrania.

A pesar de los desafíos que esta situación plantea para este país, cuya población suma alrededor de 2,7 millones de personas y cuyos recursos son limitados, Moldavia y su ciudadanía han abierto sus puertas a los refugiados. Las personas de Ucrania tienen derecho no solo a vivir y trabajar en el país, sino también al acceso a servicios, como la atención médica y la educación. De hecho, alrededor del 95% de las llegadas han sido acogidas por familias moldavas.

  • La Alta Comisionada Adjunta de ACNUR, Kelly T. Clements (a la izquierda), se reúne con Olga y Sergey en el dormitorio universitario acondicionado donde viven.
    La Alta Comisionada Adjunta de ACNUR, Kelly T. Clements (a la izquierda), se reúne con Olga y Sergey en el dormitorio universitario acondicionado donde viven. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Olga y su familia afuera de su alojamiento en Chisináu donde han vivido durante el último mes.
    Olga y su familia afuera de su alojamiento en Chisináu donde han vivido durante el último mes. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Sergey, de 7 años, dibuja en un escritorio en el apartamento de la familia, donde atiende clases en línea con su escuela en Ucrania.
    Sergey, de 7 años, dibuja en un escritorio en el apartamento de la familia, donde atiende clases en línea con su escuela en Ucrania. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Daria (a la derecha), de 15 años, comparte con la Alta Comisionada Adjunta, Clements (al centro), sus experiencias desde que huyó de Ucrania.
    Daria (a la derecha), de 15 años, comparte con la Alta Comisionada Adjunta, Clements (al centro), sus experiencias desde que huyó de Ucrania. © ACNUR/Andrew McConnell

Olga pudo sentir un espíritu de bienvenida poco después de haber llegado a la capital.

“La población local se acercó y me tendió una mano. Estas personas tan solo iban pasando; no las conozco. Me sentí muy agradecida”, señaló. Un servicial residente de Chisinau hizo algunas llamadas y encontró un albergue temporal donde la familia de Olga podía descansar. “Creo que dormí como 24 horas”, añadió Olga.

Si bien su hermana y sus suegros continuaron el viaje para llegar a Polonia, donde se quedarían con familiares, Olga quería estar tan cerca como fuera posible de Odesa y de su esposo, quien, como la mayoría de los hombres ucranianos de 18 a 60 años, tuvo que permanecer en Ucrania.

De momento, al igual que otras 80 personas de Ucrania, Olga , su hija Daria (15 años) y su hijo Sergey (7 años) cuentan con alojamiento gratuito a largo plazo en un dormitorio universitario, uno de los 92 albergues para refugiados que instalaron las autoridades en distintos puntos de Moldavia.

El pequeño apartamento es muy limpio e iluminado; tiene parqué; y de las paredes cuelgan algunas de las pinturas de óleo hechas por Olga, ya que se trata de uno de sus pasatiempos favoritos. En la habitación hay una cama doble grande – donde duerme toda la familia – y un escritorio en el que Daria y Sergey se conectan a clases en línea, donde coinciden con profesores y compañeros, que, en su mayoría, también han salido del país.

Durante su reciente visita a Moldavia, la Alta Comisionada Adjunta de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Kelly T. Clements, visitó los dormitorios para entrevistarse con algunas de las familias que viven en ellos y agradeció que se haya dado la bienvenida a las personas refugiadas.

“Estoy verdaderamente impactada por la generosidad, la solidaridad y el apoyo que ha mostrado la población moldava hacia las personas de Ucrania”, indicó Clements.

Olga y otros residentes describieron las situaciones de las que escaparon; también compartieron la esperanza con la que ven hacia el futuro.

“Todas estas personas quieren volver tan pronto como sea posible, en cuanto sea seguro hacerlo. Han dejado a sus esposos, hermanos, tíos e hijos atrás, así que lo que más desean es poder volver a casa, a una Ucrania donde no haya guerra”, señaló Clements.

Para ayudar a los refugiados y apoyar la labor de las autoridades, desde que estalló la crisis, ACNUR ha incorporado a casi 100 personas a su equipo en Moldavia. Junto con sus socios, la agencia ha estado en la frontera y en otros puntos del país, donde brinda asistencia, proporciona información y presta servicios, que incluyen apoyo jurídico y psicosocial, transporte a los países de la Unión Europea, servicios de protección de la infancia y medidas para abordar los riesgos de trata de personas y la violencia de género.

Un componente clave de la respuesta de ACNUR es el programa de ayuda en efectivo, por medio del cual, luego de su inscripción en alguno de los ocho centros de registro o por conducto de los equipos móviles que se trasladan a áreas de difícil acceso, las personas refugiadas reciben alrededor de 2.200 de leus moldavos ($120 USD) al mes. Más de 50.000 personas refugiadas en Moldavia ya han recibido el efectivo mediante tarjetas bancarias; miles más se están inscribiendo para recibir este tipo de ayuda.

“Recibir asistencia de este tipo es muy conveniente porque puedo invertir el dinero en aquello que realmente necesito”, explicó Olga. “Cuando llegamos, usábamos ropa para el invierno porque el mes pasado aún hacía frío. Ahora, queremos usar ropa de verano porque hace calor durante el día”.

Olga espera encontrar un empleo de medio tiempo (quizás, como tutora privada) para sostener a su familia y ahorrar un poco de dinero para poder volver a Ucrania, algo que desea profundamente sin saber con certeza si podrá lograrlo.

“La primavera empezó y casi termina, y seguimos aquí. Quiero volver tan pronto como sea posible porque hay muchas cosas por hacer allá. Necesitamos trabajar y estudiar”, comentó. “[Pero] en este momento me siento más cómoda aquí, con mis hijos”.

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