Familias desplazadas hacen lo posible por adaptarse en la región del lago Chad
Años después de haber huido de los ataques yihadistas, muchas personas desplazadas en la provincia de Lago, en Chad, aún no han podido volver a casa, y se esfuerzan por reconstruir sus vidas de la mejor forma posible.
“Seis años, nueve meses.” Alimi Abali, un hombre delgado de 52 años, no se muestra dubitativo cuando le preguntan cuánto tiempo tienen él y su familia viviendo en el campamento de Forkoloum, hogar de 50.000 personas desplazadas internas en los bancos del lago Chad.
Alimi logró construir una nueva vida en el campamento, pero extraña la vida que tenía antes.
Se dirigió al campamento con sus tres esposas y sus once hijos tras un ataque repentino y violento que sufrió su aldea. “Boko Haram nos atacó por la noche, cuando toda la aldea se había reunido para las festividades. Dispararon indiscriminadamente. Secuestraron a niñas y niños. Algunos de mis hermanos perdieron la vida, pero sus esposas y sus hijos escaparon con nosotros”, comentó.
Siete familiares suyos fueron asesinados esa noche; además, trece de sus sobrinas y sobrinos fueron secuestrados.
Cuando llegaron a Forkoloum hace siete años, el campamento era mucho más pequeño. Hoy en día, abarca buena parte del horizonte. “Cuando llegamos, éramos como extraños. Dormíamos debajo de los árboles”, contó.
Con el paso del tiempo, la familia ha replicado el hogar que tenía. Las chozas circulares que fueron construidas con juncos del lago y ramas del bosque contrastan con los albergues hechizos de las personas recién llegadas. La familia incluso tiene un corral y un caballo que utiliza para los trayectos del día a día “como si fuera una bicicleta”, bromeó Alimi.
Alimi es conocido en el campamento. La gente lo llama “Boulama”, que quiere decir ‘jefe’ en el dialecto árabe que se habla en Chad. Esta señal de respeto es muestra de la posición que Alimi ocupa como jefe de aldea. Entre otras cosas, se encarga de resolver problemas y tensiones que surgen al interior de la comunidad.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, trabaja en el campamento y en el país para que las personas que han tenido que abandonar sus hogares cuenten con los medios para ser autosuficientes. Esta labor incluye brindar ayuda en efectivo para la creación de negocios, ofrecer capacitación para la administración de los mismos, y sensibilizar sobre la violencia de género y la importancia de la convivencia con las comunidades locales.
Yaka Moussa, esposa de Alimi, quien porta un velo rosa reluciente, se encarga de administrar el bien más preciado de la familia: un puesto de abarrotes que ella misma abrió hace menos de dos años. “ACNUR nos proporcionó un poco de dinero y, con él, compramos mercancía al mayoreo para revender”, comentó Yaka. La mercancía que revenden incluye cacahuates, aceites, bebidas y detergente en polvo.
Este pequeño puesto permite que la familia se sostenga. “Gracias a él podemos alimentarnos, vestirnos y cuidarnos”, explicó Alimi. Mientras señalaba al bebé en los brazos de su esposa, dijo: “Nuestro hijo estaba enfermo. Estuvo tres días en el hospital, pero pudimos costearlo gracias a nuestro negocio”.
La mitad de la población de la provincia de Lago (es decir, 450.000 personas) ha sido desplazada. La mayoría son personas desplazadas internas (PDI) que provienen de otras partes de la región o del país; en total, más de 400.000. En el campamento también residen 30.000 antiguas personas refugiadas de Chad que regresaron de países vecinos debido a las crecientes amenazas de los grupos yihadistas. Aunado a ello, la región ha dado acogida a más de 16.000 personas refugiadas de Níger y Nigeria. En total, existen 229 sitios de personas refugiadas y desplazadas internas en el área.
Mariama, de 25 años, es una refugiada nigeriana que llegó al campamento de Dar-Es-Salam hace un año. Mariama huyó, junto a su esposo e hijos, de un ataque armado en el que murieron muchos de sus vecinos. “De momento, quiero quedarme aquí porque me siento protegida. Sin embargo, regresaré si mi país y mi aldea logran recuperar la estabilidad”, comentó.
Al interior de Chad, en el último año han disminuido la gravedad y la frecuencia de los ataques yihadistas en contra de la población civil, pero la amenaza sigue latente. Desde 2015 ha habido nuevas olas de desplazamiento; en consecuencia, la población total de personas desplazadas internas en la provincia de Lago ha aumentado 16% desde marzo de 2020. La mayoría de estas personas provienen de las islas en el lago Chad, donde los grupos yihadistas se mantienen activos.
“Ahora, esta es nuestra vida”.
Muchas personas refugiadas y desplazadas buscan protección en zonas urbanas, las cuales están resguardadas por fuerzas policíacas. Por desgracia, la situación de por sí frágil de las comunidades, que tienen poca infraestructura, se torna aún más compleja con la llegada de estas personas. En algunos lugares, la población se ha duplicado en apenas unos años.
“Sabemos que un gran número de personas desplazadas permanecerá donde se encuentra ahora. Este cambio socioeconómico debe ser considerado en los planes de desarrollo”, señaló Papa Kysma Sylla, representante de ACNUR en Chad.
En el campamento de Forkoloum, aunque extraña su vida de antaño, Alimi espera abrir una segunda tienda de abarrotes en el futuro cercano para garantizar que sus hijos reciban educación. “Ahora, esta es nuestra vida”.