Grupos locales ofrecen asistencia vital a nuevas personas desplazadas en Myanmar
ACNUR está colaborando con comunidades locales y grupos religiosos para ayudar a cerca de 200.000 personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares por los incidentes de violencia que han ocurrido desde la toma militar en febrero.
Por desgracia, el conflicto armado no es nada nuevo para Nway Nway Htay, una mujer de 27 años perteneciente a la etnia rakhine. Originaria del estado de Rakhine, en el oeste de Myanmar, Nway Nway Htay se familiarizó con los sonidos de la artillería y los disparos cuando las Fuerzas Armadas de Myanmar (conocidas localmente como Tatmadaw) lucharon contra grupos étnicos armados en su estado natal. La seguridad era algo que le preocupaba constantemente.
“Puede que esté acostumbrada al sonido de los disparos, pero el miedo siempre está ahí”, compartió. “El año pasado volví a Rakhine para tener a mi hijo, y el conflicto estalló cerca del hospital. Las explosiones hicieron que el proceso fuera aún más estresante”.
Tras el nacimiento de su hijo, Nway Nway Htay regresó al estado de Kachin, una región montañosa situada entre India y China, donde llevaba dos años viviendo con su marido, de la etnia kachin. Para mantenerse, la pareja trabajaba la tierra junto con un pequeño grupo de aldeanos que cultivaba naranjas como producto comercial en el municipio de Injangyang.
En 2019, Nway Nway Htay se trasladó a un rincón rural del estado más septentrional de Myanmar con la esperanza de vivir una vida más tranquila. Aunque el estado también se encuentra en medio de un conflicto étnico armado, las perspectivas de paz en el estado de Kachin parecían haber mejorado. Las negociaciones entre el Tatmadaw y el Ejército de la Independencia de Kachin (KIA, por sus siglas en inglés) estaban avanzando. Las principales hostilidades cesaron a finales de 2018, mientras que las escaramuzas a menor escala disminuyeron en gran medida a finales de 2020.
“Puede que esté acostumbrada al sonido de los disparos, pero el miedo siempre está ahí”.
Todo cambió en 2021. Tras la toma del poder por parte de los militares el 1 de febrero, Myanmar se sumió en una crisis en la que se extendió e intensificó el conflicto en muchas zonas. La violencia resurgió en el estado de Kachin, con enfrentamientos y ataques aéreos frecuentes.
Nway Nway Htay es una de las 200.000 personas de todo el país que se han visto obligadas a abandonar sus hogares por el recrudecimiento del conflicto armado. Un día soleado de mediados de marzo, estaba en casa con su hijo, cuando el sonido de los disparos resonó entre las colinas. Tras haber vivido incidentes similares en el estado de Rakhine, el primer instinto de Nway Nway Htay fue permanecer dentro de la seguridad de su casa. Momentos después, su marido irrumpió en la puerta diciendo que tenían que salir. El conflicto estaba cada vez más cerca.
Cuando Nway Nway Htay salió, habían evacuado el pueblo, y ella y su familia fueron las últimas personas en salir. Su ansiedad crecía mientras huían. “El Tatmadaw y el KIA se disparaban constantemente, y un soldado que encontramos nos advirtió de la existencia de minas terrestres en la zona. Cada paso que dábamos me llenaba de temor”, recordó.
La familia logró llegar a las orillas del río Malikha, donde un bote la transportó a una zona segura en la cercanía. Ahí se escondieron durante cinco días con otras personas de la aldea antes de dirigirse en motocicleta a Myitkyina, la capital del estado de Kachin. Con poco más que lo que podían llevar a la espalda, recurrieron a un familiar que les dio acogida.
Las personas desplazadas internas (PDI) en Myanmar suelen optar por buscar la ayuda de sus familiares. En Myanmar, prevalece una fuerte tradición de apoyo a la familia extensa y de solidaridad comunitaria. La afiliación religiosa también suele determinar la forma en que se busca ayuda: quienes practican el budismo prefieren dirigirse a organizaciones benéficas y refugiarse en monasterios, mientras que quienes practican el cristianismo suelen recibir ayuda de organizaciones y buscar refugio en recintos eclesiásticos.
Por lo tanto, las familias y las comunidades de acogida actúan como primeros intervinientes cruciales ofreciendo asistencia material, como alojamiento y alimentos, así como apoyo psicológico en forma de seguridad emocional y espiritual.
En el caso de Nway Nway Htay, la afiliación religiosa de su marido, que es bautista, llevó a la familia a buscar ayuda en la Convención Bautista de Kachin (KBC, por sus siglas en inglés). La etnia kachin es predominantemente cristiana, y las organizaciones religiosas como la KBC desempeñan un papel importante en el apoyo que las PDI reciben en el estado. Muchas facilitan el funcionamiento diario de los campamentos de PDI y movilizan recursos para apoyar a las personas recién llegadas.
“Tenemos que encontrarlos para que nadie se quede atrás”.
“Estas organizaciones encabezan las respuestas humanitarias y nuestro papel es reforzar su capacidad, introducir mejores prácticas y complementar sus intervenciones”, explicó Cliff Alvarico, Jefe de la Oficina de ACNUR en Myitkyina. Desde 2012, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha estado apoyando a KBC y a otras organizaciones religiosas en la optimización de recursos para asistir a las poblaciones desplazadas y garantizar una respuesta rápida.
"También nos aseguramos de que quienes se quedan fuera de los campamentos de PDI sigan en nuestro radar y reciban el mismo nivel de asistencia que quienes están dentro”, añadió. “Dondequiera que estén, tenemos que encontrarlos para que nadie se quede atrás”.
La atención a las PDI fuera de los campamentos es especialmente pertinente en el estado de Kachin. Muchos de los campamentos existentes en los centros urbanos se enfrentan a limitaciones de espacio, pues ya acogen a miles de PDI desde hace una década, antes del reciente resurgimiento del conflicto armado. Por ello, en ocasiones se ha solicitado que las personas recién llegadas busquen alojamiento temporal en otros lugares.
“Volver a empezar no será fácil”.
Aunque un familiar les ha dado acogida, Nway Nway Htay y su familia tienen derecho al mismo nivel de asistencia que quienes viven en los campamentos. ACNUR se encarga de ello haciendo que se registren como miembros de un campamento cercano de PDI. Además, una coalición de organismos humanitarios proporciona regularmente alimentos y otro tipo de apoyo a la población. Por su parte, ACNUR distribuye artículos domésticos como mantas, colchonetas y mosquiteras a las personas y familias recién llegadas, así como al resto de la población registrada.
Aunque se siente aliviada de que sus necesidades materiales hayan sido atendidas de inmediato, Nway Nway Htay está preocupada por lo que le espera. Tras cuatro meses desde su llegada a Myitkyina, la familia no ha podido regresar a su pueblo debido a la incesante inseguridad. Las finanzas siguen siendo escasas mientras buscan medios alternativos para llegar a fin de mes.
“Mi marido se ha ido a trabajar a una mina. No es un trabajo estable y, cuando el conflicto ocurre cerca, tiene que dejar de trabajar y huir”, explicó. “Volver a empezar no será fácil. Ya hemos perdido una cosecha y tenemos que esperar a que termine la temporada de lluvias”.
Mientras tanto, la atención de Nway Nway Htay se centra en el cuidado de su hijo. “Mi prioridad es mi hijo. Quiero que esté fuerte y sano antes de que regresemos, por si tenemos que volver a huir”.