Personas burkinesas desplazadas encuentran un hogar y su anfitrión encuentra su propósito
Lambda, residente en la región de Tougouri, en Burkina Faso, se ha convertido en un símbolo de esperanza para cientos de personas burkinesas desplazadas que han encontrado alojamiento en su casa.
Lambda*, de 85 años, recuerda la tristeza que sintió cuando vio por primera vez grupos de personas desplazadas que llegaban a su ciudad natal, Tougouri, en la región Centro-Norte de Burkina Faso. Había oído hablar de ataques armados en la región y de historias de pueblos enteros destruidos.
Este funcionario jubilado y padre de siete hijos hizo lo que cree que habría hecho cualquiera: abrirles su casa.
“Son seres humanos como yo, y lo que están pasando puede pasarme a mí también”, comenta el viudo. “No podía soportar verlos dormir a la intemperie a merced del frío y el polvo”.
Desde noviembre de 2019, el generoso anfitrión ha acogido a más de 100 de sus compatriotas que huyeron de sus casas, ofreciéndoles alojamiento, comida e incluso dinero para comprar suministros.
Su gesto refleja la extraordinaria solidaridad que las comunidades de acogida de Burkina Faso han mostrado hacia las personas desplazadas durante una década de conflicto en la región del Sahel, donde los grupos armados han protagonizado ataques, destruido propiedades y forzado a las personas a abandonar sus hogares.
A finales de 2021, había más de 1,5 millones de personas desplazadas internas (PDI) en Burkina Faso, siendo las regiones Centro-Norte y Sahel las más afectadas. En general, el desplazamiento forzado en la región del Sahel Central – que también incluye a Malí y Níger – se ha multiplicado por diez en la última década, pasando de 217.000 casos a más de 2,5 millones, incluidas unas 410.000 personas refugiadas –la mayoría de ellas procedentes de Malí –, además de 2,1 millones de PDI.
Con la intensificación de los ataques en la zona, Lambda ha visto aumentar rápidamente la población de Tougouri. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Demografía, más de un tercio de las 115.000 personas que viven actualmente aquí son desplazadas internas. El aumento del número ha incrementado la presión sobre recursos ya escasos como la tierra, el agua y los servicios sociales.
Pero esto no ha desanimado a Lambda de ayudar a todas las personas que puede, especialmente a la niñez desplazada.
“A menudo ayudo a los niños pequeños con comida o dinero, pero debo admitir que difícilmente les alcanza”, explica.
Cerca del 80 por ciento de la población de Burkina Faso depende de la agricultura de subsistencia, siendo el algodón el principal cultivo comercial. El deterioro de la seguridad, unido al acceso limitado a ciertas regiones, ha dificultado el acceso a los mercados y a los campos, y ha afectado gravemente los medios de vida y a las actividades agrícolas.
“La generosidad de Lambda es ejemplar. Tenemos que apoyarle a él y a otros miembros de la comunidad de acogida que han mostrado una solidaridad extraordinaria”, afirma Abdouraouf Gnon-Konde, Representante de ACNUR en Burkina Faso.
Añade que ACNUR, junto con otros organismos, está apoyando a las autoridades para que protejan y ayuden a las familias desplazadas, incluso mediante el fortalecimiento de infraestructura y servicios en las zonas afectadas por los movimientos de población.
Raogo y su familia de 18 personas huyeron de su casa después de que grupos armados atacaran su pueblo en Pensa. Ahora viven en un terreno que les proporcionó Lamda.
“Aprecio mucho su humildad y amabilidad, ya que hoy en día es difícil encontrar personas tan bondadosas”, señala Raogo. “Nos considera sus hermanos y comparte con nosotros las pocas cosas que tiene”.
El espacio limitado significa que Raogo y un centenar de PDI que viven en la comunidad de Lambda no tienen tierra para cultivar, pero están agradecidos por el hecho de tener un lugar al que llamar hogar por ahora.
“Tomé la decisión correcta de acogerlas en mi casa”.
Dada la naturaleza cada vez más prolongada de la crisis de desplazamiento en Burkina Faso, ACNUR también trabaja con las autoridades y los actores del desarrollo para buscar soluciones a largo plazo para las PDI, con el fin de garantizar su inclusión socioeconómica en las comunidades que las acogen.
Muchas de las familias que actualmente se alojan en la propiedad de Lambda llevan ahí más de dos años, y él está agradecido por las estrechas relaciones que han establecido.
“El hecho de haber convivido sin mayores incidentes es muy reconfortante y me reafirma en que tomé la decisión correcta de acogerlas en mi casa”, comenta.
Lambda explica que mientras la situación siga siendo inestable, seguirá apoyándolos.
“Su gratitud me produce sentimientos y emociones que el dinero no puede comprar. Una cosa es segura, seguiré apoyando a las personas necesitadas porque eso es lo que da sentido a mi vida”.
*Nombre cambiado por motivos de protección.