Personas refugiadas lamentan graves pérdidas debido a inundaciones en Sudán
Meses después de su apertura, el campamento de refugiados de Alganaa, en el Estado del Nilo Blanco, Sudán, ha quedado sumergido por las aguas de las inundaciones, dejando a 35.000 personas refugiadas sursudanesas en necesidad de asistencia urgente.
La refugiada sursudanesa Nyawiga Toch señala el lugar donde estaba su casa antes de que se inundara el campamento de Alganaa.
© ACNUR/Sylvia Nabanoba
Nyawiga Toch mira el agua que cubre el campamento de refugiados de Alganaa, en el Estado de Nilo Blanco, Sudán. No puede creer que hace apenas un mes, el campamento estaba lleno de vida.
Hoy, las pequeñas casas de barro y papiro que cruzaban ordenadamente su extensión y las tiendas que se alineaban en sus límites ya no existen. Las únicas estructuras que quedan son tres tiendas y algunos contenedores que iban a ser utilizados como oficinas de registro por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Esta mujer de 35 años, madre de cinco hijos, y su esposo se vieron forzados a abandonar su hogar en Fangak, Sudán del Sur, en mayo de este año, después de que las fuertes lluvias destruyeran sus cultivos y su hogar.
“Nos quedamos hambrientos y sin hogar”, comenta.
Su familia fue una de las 30.000 sursudanesas que huyeron a través de la frontera debido a las inundaciones, la falta de alimentos y la inseguridad. ACNUR y la Comisión para los Refugiados de Sudán (COR, por sus siglas en inglés) abrieron Alganaa en febrero de este año, convirtiéndose en el décimo campamento del Estado del Nilo Blanco, que actualmente acoge a más de 280.000 personas refugiadas sursudanesas.
“Teníamos un nuevo hogar. Ahora, una vez más, no tenemos nada”.
En Alganaa, Nyawiga y su familia instalaron su nuevo hogar justo antes de que llegara la temporada de lluvias en julio.
“Al principio, el agua se secaba pocos días después de la lluvia. Luego, un día nos despertamos y vimos que el agua entraba en el campamento. Fue aumentando poco a poco, rodeando nuestras casas, hasta que nos dimos cuenta de que no podíamos seguir ahí”, explica Nyawiga.
Las personas refugiadas huyeron, encontrando seguridad con familiares y amistades, y en instalaciones públicas como escuelas y hospitales en los campamentos cercanos de Dabat Bosin y Alagaya. Hasta ahora, más de 2.000 personas refugiadas desplazadas han sido trasladadas de las escuelas a los albergues comunitarios.
Nyawiga y su familia viven actualmente en un albergue comunitario con otras personas refugiadas mientras esperan ser reubicadas a otro sitio.
“Teníamos un nuevo hogar. Nos habíamos restablecido. Ahora, una vez más, no tenemos nada”, expresa con tristeza.
La disponibilidad de terrenos adecuados sigue siendo un grave desafío para encontrarles un hogar más permanente, agravado además por el gran número de personas refugiadas que siguen llegando al país. Mientras tanto, ACNUR les brinda ayuda, como colchonetas para dormir, utensilios de cocina y bidones.
La comunidad local sudanesa que ofreció el terreno donde se estableció el campamento de Alganaa no se libró de las inundaciones. Hussein Albashar, de 35 años, creció en una casa cercana al campamento destruido.
“Nací en este pueblo y he vivido aquí con mi familia desde entonces. Nuestra casa siempre resistió las lluvias hasta este año”, comparte.
Su familia, incluidos sus ancianos padres, vive ahora en un alojamiento temporal proporcionado por ACNUR. A diferencia de muchas otras familias afectadas, él decidió quedarse cerca de su antigua casa, decidido a reconstruirla lo antes posible.
“No puedo dejar el lugar al que siempre he llamado hogar. Solo espero que las lluvias del próximo año no sean tan malas como éstas”, señala.
Las inundaciones han desplazado a más de 314.000 personas en todo Sudán este año y han provocado la pérdida de vidas, hogares, cultivos y ganado, de acuerdo con la ONU.
Kofi Dwomo, Jefe de la oficina de ACNUR en el Estado del Nilo Blanco, cree que las inundaciones se deben al cambio climático.
“Aunque llueve todos los años, el impacto no suele ser tan destructivo”, asegura.
El vecino Sudán del Sur, de donde proceden la mayoría de las personas refugiadas en Sudán, también está sufriendo las peores inundaciones que el país ha visto en décadas. Las inundaciones que han afectado a Alganaa han llegado a Sudán después de las fuertes lluvias en el Estado del Alto Nilo, en Sudán del Sur.
“Solo espero que las lluvias del próximo año no sean tan malas como éstas”.
Dwomo afirma que lo ocurrido en Alganaa es “una clara señal de que hay que tener más en cuenta los cambios en los patrones climáticos y la conservación del medio ambiente” e insta a las autoridades, a la sociedad civil y a las comunidades locales a seguir colaborando en las acciones para evitar futuras catástrofes.
Aunque el terreno aquí es generalmente propenso a las inundaciones debido a que es mayoritariamente plano, Dwomo afirma que la mejora de los sistemas de drenaje y la construcción de diques han resultado eficaces para reducir las inundaciones en otros campamentos.
ACNUR también lleva a cabo un programa de reforestación en el Nilo Blanco en colaboración con la Corporación Nacional de Bosques de Sudán. Los viveros de árboles producen cada año miles de semilleros que las personas refugiadas y la población local plantan alrededor de los campamentos y en las zonas forestales designadas.
“La reforestación es crucial, ya que restablece la cubierta forestal en las zonas donde se han cortado árboles para obtener leña y materiales de alojamiento”, explica Dwomo.
Todavía hay esperanzas de que Alganaa pueda salvarse, dependiendo de los resultados de una evaluación técnica.
Nyawiga solo desea encontrar un lugar donde ella y su familia puedan finalmente establecerse.
“Solo quiero un hogar para mi familia donde podamos estar seguros”, comenta.