“Al paciente le brindo todo lo que esté en mis manos”
Por: Silvia Garduño – ACNUR / Junio 2020
UNHCR/ © ANCUR México Ver original
Rosmary sentía que se asfixiaba cuando inició a trabajar en el Hospital General Tláhuac, en la Ciudad de México, convertido en hospital COVID-19.
Como médica internista, nunca había tenido que ponerse tanto equipo protector en Venezuela, de donde es originaria, ni siquiera en 2009, durante la pandemia de influenza AH1N1.
“Es como tener tres mil capas de ropa encima, más los lentes y la careta. Me empezó a doler la cabeza, la nariz, sentía que todo me quedaba apretado, me preguntaba, ¿será que sí voy a poder?”, recuerda la mujer de 34 años, solicitante de asilo en México.
Durante mayo de 2020, diez personas profesionales de la salud, refugiadas o solicitantes de asilo, fueron contratadas en México para contribuir a la respuesta del sector a la pandemia.
Rosmary llegó a México con su hija de tres años en diciembre. En el aeropuerto, estuvo a punto de ser retornada a Bogotá, desde donde salió su vuelo, pero ella se aferró a quedarse, sabía que tenía derecho a solicitar asilo, así tuviera que pasar por un centro de detención migratoria.
Los diez días que estuvo en detención no quitaron el optimismo de recomenzar su vida. Salió el 24 de diciembre, por lo que pudo atender la invitación de pasar Nochebuena con su amiga Iriam, venezolana, médica cirujana y refugiada.
Iriam, de 33 años, llegó a México en marzo de 2018, con su esposo e hija de tres años. Al inicio, Iriam trabajaba en un restaurante y aprovechó para revalidar sus estudios. Pudo acceder a su CURP y tramitar su cédula profesional a través de la Secretaria de Educación Pública.
Con la cédula tomó dos trabajos temporales, uno en una empresa y otro en una farmacia.
En el contexto de la pandemia por COVID-19, abrieron varias convocatorias para reclutar profesionales de la salud que ayudaran a hacer frente a la contingencia en México. Iriam, quien tenía toda su documentación, quedó contratada en el Hospital Enrique Cabrera en la capital del país.
Como atiende directamente a pacientes contagiados, se aisló de su esposo e hija, quienes hoy residen en otro estado de la República.
“El miedo como tal no lo siento, tal vez por la costumbre de estar en urgencias en Venezuela.”
“El miedo como tal no lo siento, tal vez por la costumbre de estar en urgencias en Venezuela. En cirugía general recibes a heridos por arma de fuego, se amenazan de muerte, es algo que es día a día. Estás acostumbrado a manejar las situaciones de estrés del familiar, incluso a manejar la falta de insumos”, señala.
Esperando no recibir equipo de protección, Iriam invirtió en el propio, pero para su grata sorpresa, el hospital le ha proveído de todo lo que necesita, lo que le permite concentrarse en la atención médica.
“Al paciente le brindo todo lo que esté en mis manos, no distingo, no siento esa separación de yo soy extranjera y tú eres mexicano, esa diferencia de nacionalidad no influye en mi”, comenta.
Fue Iriam quien convenció a Rosmary de presentar su solicitud para laborar en el sector salud, aun cuando todavía no contara con su cédula profesional, únicamente la revalidación de sus estudios, que le bastó para trabajar en una farmacia de una tienda de autoservicio.
Después de pensarlo mucho, Rosmary decidió postularse y en menos de una semana, había sido asignada al Hospital General Tláhuac.
“No sabía cómo me iban a recibir, porque no sé cómo son los hospitales de México, si son como en Venezuela. Me recibieron muy bien, la jefa de emergencias fue muy receptiva, mis colegas me agradecían que estuviera ahí. La unidad tenía dos semanas de haber abierto, ha sido bonito el apoyo, es un equipo de trabajo, nos cuidamos unos a otros”, dice.
Aunque sabe que está en mayor riesgo al estar en un hospital COVID, Rosmary sabe que su trabajo tiene un alto valor en este momento.
“Una colega me dijo que hay muchos médicos que renunciaron, pero, me decía, ‘si todos renunciamos, ¿quién va a atender a los pacientes?’. Para esto nos preparamos, no me gustaría que fuera un familiar que pasara por esto y que no tuviera a nadie que lo pudieran atender”.
ACNUR ha identificado más de 100 profesionales de la salud refugiados o solicitantes de asilo en México que podrían contribuir a la respuesta del sector salud para hacer frente a la pandemia, a quienes brinda asistencia para que puedan revalidar sus estudios, tramitar sus cédulas profesionales con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública, y postularse en las convocatorias de reclutamiento. Esfuerzos parecidos se han hecho en otros países.
“Desde el Gobierno federal buscamos incorporar a todo el personal de la salud competente para hacer frente a esta pandemia, afortunadamente hay personas refugiadas en México con este perfil”, afirma Alex Svarch, encargado de la Coordinación Nacional Médica del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi).
Al menos 10 personas profesionales de la salud solicitantes de asilo o refugiados han sido contratadas en Ciudad de México, Aguascalientes y Chiapas, y 19 más están en proceso de serlo, gracias a la accesibilidad en los sistemas de reclutamiento de estas entidades que han mostrado interés en incorporarles.
Las personas refugiadas igualmente se han integrado a instituciones de salud que, aunque no atienden COVID, resultan también ser esenciales en este momento.
En Aguascalientes, Roximar, refugiada venezolana y técnica en enfermería, logró obtener un empleo en una clínica dental privada que se quedó sin personal durante la pandemia. Hasta entonces había estado trabajando como enfermera en una casa particular.
Si bien Roximar, de 26 años, no atiende pacientes con COVID-19, ha tenido que tomar todas las medidas sanitarias preventivas, pues ejerce una actividad de riesgo y es parte del personal de salud esencial que atiende pacientes que tienen otro tipo de padecimientos, en este caso, odontológicos.
Roximar y su pareja eligieron Aguascalientes porque se parece a su ciudad en Venezuela, Barquisimeto. Aunque tenían la opción de quedarse en Estados Unidos, han decidido que su destino es México, donde Roximar busca sacar la licenciatura en enfermería y especializarse en geriatría, o bien, especializarse en prótesis dental.
Mariana Echandi, Oficial Nacional de Soluciones Duraderas de ACNUR México, afirma que ante el difícil contexto que estamos viviendo, las aportaciones de las personas refugiadas son notables.
“Ante una emergencia sanitaria que afecta a todas las personas, Rosemary, Iriam y Roximar vuelven a demostrar que, si se les da la oportunidad, las personas refugiadas aportan a la sociedad que las recibe, en este caso uniéndose al personal de salud, indispensable para ayudar a vencer la pandemia”.
Al menos 10 personas profesionales de la salud solicitantes de asilo o refugiados han sido contratadas en México. © ACNUR