Médica afgana refugiada invita a mujeres y niñas a soñar
La doctora Saleema Rehman, ginecóloga y obstetra, es la ganadora regional del Premio Nansen para los Refugiados en Asia por promover la educación de las niñas en su comunidad y por contribuir a la respuesta de Pakistán a la COVID-19.
Saleema Rehman, refugiada afgana, ha superado los obstáculos y se ha convertido en la primera médica en su comunidad.
© ACNUR/Amsal Naeem
Hace dos décadas, Saleema Rehman era una de las pocas niñas refugiadas que asistía a la Escuela Primaria de Barakat en la ciudad de Attock, al oeste de Islamabad, la capital de Pakistán. Ahora, a los 29 años, portando una bata médica de color blanco, Saleema Rehman está de pie frente a treinta niñas refugiadas en su antigua escuela.
“¿Quién de ustedes quiere ser doctora?”, les pregunta con una sonrisa.
Docenas de manos se alzan en el aire. “Me parece fabuloso que quieran ser doctoras. Estudien mucho y nunca se rindan”, les aconseja. Saleema ha seguido su propio consejo desde que era una niña pequeña, y su familia empezó a llamarla “Doctora Saleema”.
El apodo hacía referencia a lo difícil de su nacimiento en un campamento de refugiados en Swabi, en Khyber Pakhtunkhwa, una provincia pakistaní. La madre de Saleema tardó en recibir atención médica, así que la bebé tenía pocas probabilidades de sobrevivir.
Abdul, su padre, juró que, si el o la bebé sobrevivía, haría lo posible por garantizar que recibiera la educación necesaria para convertirse en médica o médico.
Abdul cumplió su promesa y, a pesar de las críticas que recibía en la comunidad, apoyó a su hija en su etapa escolar. Muchas personas no estaban de acuerdo con la idea de que una niña tuviera aspiraciones más allá de la casa y el matrimonio.
“Al principio, yo era la única niña en las bancas de la escuela”, rememora Saleema. “Recuerdo que mi comunidad rechazaba que mi papá haya decidido enviar a una niña a la escuela. En ese momento comprendí cuán importante sería alcanzar el éxito, servir de ejemplo e invitar a las niñas de mi comunidad a soñar”.
Saleema cumplió su sueño de toda la vida a principios de este año, cuando abrió su propio consultorio en Attock. Su propósito es atender a mujeres locales y refugiadas para quienes es difícil recibir atención médica por razones económicas.
Este logro constituye la culminación de años de estudio y dedicación que requirieron mucho más que la superación de normas culturales: su condición como refugiada también supuso desafíos.
“De niña, no era consciente de mi condición como refugiada”, comentó. “Sin embargo, me di cuenta de ello con la admisión de mis compañeros de clase en instituciones de educación superior; en mi caso no ocurría porque soy refugiada”.
Saleema siguió postulando durante dos años hasta que obtuvo el único lugar reservado para que las personas refugiadas estudien medicina en la provincia de Punjab, en Pakistán. Más tarde, se especializó en ginecología después de haber sido seleccionada para hacer la residencia en el Hospital de la Sagrada Familia de Rawalpindi, en la misma provincia.
En 2020, el último año de formación de Saleema como ginecóloga, el Hospital de la Sagrada Familia se convirtió en un hospital de respuesta a la COVID-19; por tanto, Saleema estuvo en la primera línea de la pandemia atendiendo mujeres en labor de parto que estaban contagiadas con el virus. Muchas de sus pacientes eran tanto refugiadas como locales que se habían contagiado porque no tenían los recursos para confinarse y dependían del sueldo que recibían diariamente en un trabajo fuera de casa.
El sueño de Saleema de abrir un consultorio privado para ofrecer atención gratuita a las mujeres en su comunidad que más la requieren se contraponía con su condición de refugiada: Saleema no había podido obtener la licencia médica desde que se graduó de medicina a principios de 2015; sin embargo, su determinación rindió frutos después de todo.
“Me postulé una y otra vez para obtener la licencia”, comentó. “La obtuve en enero de 2021, años después de mi formación y entrenamiento para especializarme en la medicina. Fue un parteaguas en mi vida”.
Saleema abrió un consultorio en Attock en junio de este año. Ahora, atiende pacientes refugiadas que de otro modo tendrían que recorrer grandes distancias para llegar al hospital más cercano y, quizás, tendrían que ir acompañadas de alguien que actúe como intérprete.
“La apertura de este consultorio nos trajo mucha alegría”, comentó Anila, una de las pacientes afganas refugiadas que atiende Saleema. “Muchas afganas no pueden sufragar consultorios costosos, pero la doctora Saleema nos está ayudando. Sería fantástico que más niñas pudieran estudiar y convertirse en médicas”, añadió.
En su consultorio, Saleema promueve la higiene y derriba mitos sobre la vacunación contra la COVID-19. Este año, Saleema aplaudió los esfuerzos del Gobierno de Pakistán por incluir a las personas refugiadas en su campaña de vacunación contra la COVID-19, pues considera que ninguna persona estará a salvo del virus hasta que todas lo estén.
"Deseo demostrar que una niña puede convertirse en lo que ella quiera".
La historia y la labor de Saleema están generando cambios. Algunos de los opositores más reacios a la educación de las niñas en la comunidad buscan a Saleema para que sus esposas, hijas y hermanas reciban atención médica. Además, muchas familias están enviando a sus hijas a estudiar con la esperanza de que sigan los pasos de Saleema.
“Es pionera. Ha superado todos los obstáculos para convertirse en la primera médica de su comunidad. Al cumplir su sueño de ofrecer atención médica a las personas en mayor situación de vulnerabilidad (tanto refugiadas como pakistaníes), Saleema es prueba de que las mujeres pueden contribuir al desarrollo socioeconómico de sus comunidades”, comentó Noriko Yoshida, representante de ACNUR en Pakistán.
Por el extraordinario servicio y compromiso hacia su comunidad y hacia las personas más pobres en Pakistán, Saleema ha sido seleccionada como ganadora regional del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR en Asia, un prestigioso galardón que año con año honra a quienes han emprendido acciones admirables para ayudar a las personas desplazadas y apátridas.
El premio reconoce no solo la dedicación de Saleema hacia sus pacientes (incluso durante la pandemia de COVID-19), sino también el poderoso ejemplo que representa para otras mujeres y niñas.
“Deseo demostrar que una niña puede convertirse en lo que ella quiera si se le ofrecen las oportunidades para hacerlo”, señala Saleema.
“Sin importar dónde me encuentre, en Pakistán o en cualquier otro lado, quiero servir a la humanidad con todo mi corazón”.