Cómo una estudiante de Harvard está usando su historia para defender los derechos de las personas apátridas en EE. UU.

Daiana Lilo usa su voz para crear conciencia sobre las personas apátridas en EE. UU.
© ACNUR/Kelly Davidson

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Daiana Lilo es apátrida, es decir que actualmente no tiene una ciudadanía reconocida oficialmente. En los últimos años, Daiana ha comenzado a usar su voz para crear conciencia sobre los problemas de la apatridia en Estados Unidos. Actualmente es estudiante de último año en la Universidad de Harvard.

Nicholas Feeney, de ACNUR, habló con Daiana sobre su historia, los desafíos que enfrentan las personas apátridas en EE. UU. y sobre sus planes para el futuro.


¿Cómo te convertiste en apátrida?

Cuando era más joven, no sabía lo que significaba apatridia, pero siempre supe mi historia. Nací en Grecia de padres albaneses. Pero Grecia no tiene la ciudadanía por nacimiento. Entonces, yo no era ciudadana de Grecia, aunque nací en Grecia.

Mis padres me llevaron a Albania cuando tenía seis meses para intentar solicitar ahí mi ciudadanía. Califiqué para la ciudadanía porque mis dos padres son albaneses, pero se requería que viviéramos en Albania. En ese momento, muchos albaneses se estaban mudando a Estados Unidos y mis padres decidieron que ellos también lo harían. La idea era que si las cosas no salían bien en Estados Unidos, siempre podíamos regresar a Albania.

Mis padres tuvieron otros hijos, empezaron a trabajar, fui a la escuela y todos aprendimos inglés y construimos nuestras vidas aquí. Y en el proceso, terminé siendo apátrida. Estados Unidos se convirtió en el único país que realmente conocí y comenzó a darme miedo una vida en la que ya no podría vivir aquí. En todos los sentidos, excepto en la documentación, me sentía como ciudadana estadounidense.

Eres beneficiaria de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), ¿cómo impactó eso tu vida como apátrida?

Ser beneficiaria de DACA me dio una sensación de normalidad. Fue la primera vez que sentí que pertenecía. Estaba realmente agradecida porque me convertí en beneficiaria de DACA justo cuando cumplí 16 años. Eso significaba que podía obtener una licencia de conducir como lo estaban haciendo mis amigos. Conseguí mi primer trabajo en un restaurante donde era mesera. Podía hacer estas pequeñas cosas que me hacían sentir normal.

También pude calificar para un seguro médico, algo que los inmigrantes indocumentados no pueden hacer, lo cual fue genial porque también me rompí el tobillo cuando tenía 16 años. Y DACA también me dio un número de seguro social, y eso me ayudó a sentirme como el promedio estadounidense. Y cuando era adolescente, se sentía bien. Sentí que finalmente encajaba.

Estos son hitos tan pequeños y comunes que algunos pueden dar por sentados. Sin embargo, se convirtieron en un lujo para mí. Imagina lesionarte y no poder recibir atención médica, o no poder trabajar simplemente porque no naciste en este país. En cierto modo, es divertido ver cuánto cambió una tarjetita de plástico toda la estructura de mi vida.

Fuiste apátrida en secreto durante mucho tiempo, ¿por qué decidiste compartir tu historia?

En el bachillerato todavía no le decía a la gente que era indocumentada. Ni siquiera había hablado de eso en voz alta excepto con mi familia. Tuve algunos profesores increíbles con los que finalmente pude hablar sobre mi estatus. Le dije a uno de mis profesores de inglés porque me ayudó a editar mi ensayo universitario. Esta fue la primera vez que hablé de ser indocumentada con alguien fuera de mi familia. No pude decir las palabras “Soy indocumentada” o “Soy beneficiaria de DACA” sin romper en llanto. No pude. Fue imposible. Estaba inmovilizada. Y sé que mucha gente comprende ese sentimiento de impotencia. Ser obligado a ocultar una parte de tu identidad por temor a una reacción violenta. Se vuelve traumatizante.

Cuando me enteré de que era la mejor estudiante, me di cuenta de que no podía dejar el bachillerato y empezar una nueva vida sin contarles a todos quién soy. Y fue difícil de hacerlo. Casi lloro durante el discurso, pero funcionó y mucha gente, muchos inmigrantes, no necesariamente inmigrantes indocumentados, pero inmigrantes se acercaron a mí después. Padres de los estudiantes que conocí. Estudiantes que ni siquiera me conocían, pero sus padres se me acercaban y me decían: “Tu historia fue hermosa. Muchas gracias por tu discurso. Le hablaste a la comunidad de cómo una persona inmigrante puede tener éxito”.

Fue una experiencia tan enriquecedora.

¿Cómo afectó el hecho de ser apátrida tu capacidad para solicitar ser admitida a la universidad? ¿Cómo terminaste asistiendo a la Universidad de Harvard?

Honestamente, ni siquiera pensé que iría a la universidad, y mucho menos a Harvard. Pensé que mi vida nunca mejoraría porque era una persona apátrida. Mis padres me dijeron, la universidad es tu única salida, la educación es tu única salida. Este es un comentario que escuchan muchos hijos de inmigrantes. La educación tiene la capacidad de mejorar tu vida. Pero para mí, la educación era la única forma de comenzar mi vida y reunir los recursos que necesitaba para demostrar que soy más que mi estatus.

Descubrí que no calificaba para recibir ayuda financiera porque era apátrida. Busqué otras fuentes de ayuda financiera pero son muy difíciles de encontrar. Y entonces fue cuando volví a caer en la espiral de, tal vez no soy normal, tal vez no pueda ir a la universidad como mis amigos. ¿Cómo se supone que voy a hacer esto cuando no voy a conseguir financiamiento para la escuela?

Eso es lo que es tan difícil de ser un estudiante indocumentado, hay muy pocas opciones. Las únicas escuelas que ofrecían ayuda financiera eran las escuelas de la Liga Ivy. Imagínate eso, es no ir a la escuela o ir a una de la Liga Ivy que tiene una tasa de admisión del 5 por ciento. Me esforcé por trabajar duro todos los días y finalmente llegué [a Harvard].

¿Cuál es tu ambición para el futuro? ¿Ser apátrida afecta tu capacidad para lograr tus objetivos?

Quiero trabajar en el gobierno federal. Quiero ser jueza, ese es mi objetivo final. En muchos estados, las personas inmigrantes indocumentadas y las personas apátridas no pueden ejercer el derecho. La razón es: “Infringiste la ley. ¿Cómo esperas practicarlo?” Tenía 18 meses cuando violé la ley. Eso me preocupa sobre mi futuro. ¿Qué voy a hacer si se me prohíbe lo único que sé que quiero hacer?

También me siento como una joven en el bachillerato de nuevo. ¿A qué facultad de derecho voy a postularme? Y quién me va a dar el dinero o mejor aún, quién me va a prestar el dinero. No puedo obtener un préstamo federal. Creí que todas mis preocupaciones terminarían cuando llegara a Harvard. Sin embargo, mi ciclo se repite mientras enfrento los mismos problemas que tuve hace cuatro años. No importaba necesariamente a dónde cursara la licenciatura, ya que los efectos de la apatridia me alcanzarían una vez más y promoverían este sentimiento de pérdida y lucha.

Levantar las voces de los apátridas es tan importante para crear conciencia, ¿puedes compartir un poco sobre United Stateless (Apátridas Unidos) y tu trabajo?

United Stateless es una organización nacional liderada por personas apátridas cuya misión es construir e inspirar a una comunidad afectada por la apatridia y defender sus derechos humanos.

Me familiaricé con su trabajo en marzo de 2020 y durante la pandemia, realmente comencé a conectarme con ellos. Definitivamente no pensé que iba a ser activista. Al principio, pensé, ¿por qué yo? ¿Por qué quieres mi historia? Mi historia, afortunadamente, está llena de éxitos. Aunque soy apátrida e indocumentada, la pasé mejor que muchas otras personas apátridas e indocumentadas. No quiero desacreditar mi propio trabajo duro, pero pensé que mi vida no era tan dura como la de otras personas.

Pero luego me di cuenta de que mi voz también es importante porque, aunque era una historia de éxito, sigue siendo mi historia. Mi historia es algo que la gente puede ver y decir: “Está bien, es apátrida, pero aún puede hacer todo esto. Su apatridia no la limita a no hacer nada en absoluto”.

¿Tienes un mensaje para otras personas en el mundo que luchan contra la apatridia?

Les diría a las personas más jóvenes que luchan, que no van a estar en este momento de desesperanza o en este momento de miedo para siempre. Van a seguir creciendo y van a encontrar la manera de construir su vida a pesar de todo.

La apatridia no es solo un problema legal. También es una tensión emocional para quienes la enfrentan y un problema de derechos humanos que necesita una respuesta. La falta de nacionalidad daña la identidad. Pertenecer es un derecho humano, pero las personas apátridas se ven obligadas a ir la incertidumbre de lo desconocido. Aunque los residentes apátridas deben seguir siendo fuertes y resilientes en este hecho, no podemos enfrentar el problema solos. Se necesita el apoyo de los defensores de derechos humanos y legisladores que sí son ciudadanos para resolver esta crisis.

Cómo puedes ayudar…

La mejor manera de apoyar a las personas apátridas en EE. UU. y en todo el mundo es convertirse en el nuevo donante mensual para ACNUR en Estados Unidos. Dona hoy y ayúdanos a acabar con la apatridia.