'Fue un momento muy emotivo... sentí que ahora definitivamente existo'
Después de toda una vida de apatridia, Linda finalmente obtuvo la ciudadanía rusa en 2018. Sin embargo, cientos de miles de personas en toda Europa siguen luchando por alcanzar ese derecho básico.
Después de toda una vida de apatridia, Linda finalmente obtuvo la ciudadanía rusa en 2018. Sin embargo, cientos de miles de personas en toda Europa siguen luchando por alcanzar ese derecho básico.
© ACNUR/Arseniy Gorshenin
La vida de Linda en Rusia muestra lo que significa superar la adversidad. Su carisma brilla en los videos de YouTube que ha hecho cubriendo éxitos pop. Fuera de su trabajo organizando eventos empresariales, es voluntaria en proyectos ecológicos y trabaja con niños.
Sin embargo, durante la mayor parte de su vida, esta mujer de 34 años se enfrentó a un problema que habría frenado a la mayoría de la gente común: ella era una persona apátrida. No era ciudadana de Rusia, su país natal, ni del país de su madre en Oriente Medio.
La mayoría de la gente da por sentado su identidad nacional, pero sin papeles todo se volvió más difícil para Linda, desde abrir una cuenta bancaria hasta comprar una tarjeta SIM, o rentar un apartamento.
Constantemente tenía que explicarse, un hecho que a veces encontraba “frustrante y agotador”. A pesar de todo, se mantuvo optimista.
“Mi pasado no sólo se centró en luchar contra la burocracia... Tengo una biografía bastante rica y, aunque todo tiene sus pros y sus contras, me lo tomo como es”, dijo.
En todo el mundo, millones de personas son apátridas. Hay al menos 500.000 personas apátridas sólo en Europa.
La mayoría de los europeos, como Linda, nacieron en el país en el que son personas apátridas. Además, algunas personas pueden carecer de una nacionalidad debido a la migración o al verse obligados a huir de su país como refugiados, mientras que otros no pueden establecer un vínculo legal con el país en el que tendrían derecho a la nacionalidad.
Linda asistió a la escuela pero muchas personas apátridas luchan por obtener una educación, ver un médico, encontrar trabajo o viajar. Incluso cosas más básicas como rentar una casa o casarse pueden ser imposibles.
“Es una cuestión de voluntad política”.
Este mes ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, celebra el sexto aniversario de su campaña de 10 años #IBelong para acabar con la apatridia.
Este hito llega en un momento en el que la pandemia de COVID-19 ha hecho para muchas personas apátridas más difícil el acceso a la atención sanitaria y al empleo. Un hecho que resalta la necesidad de actuar con urgencia para la erradicación de la apatridia.
“Muchos gobiernos han hecho grandes progresos desde que comenzó la campaña. Pero ahora es el momento de redoblar nuestros esfuerzos si queremos erradicar la apatridia a nivel mundial para 2024. Al final, es una cuestión de voluntad política”, explicó la portavoz de ACNUR Shabia Mantoo.
En algunos casos, la apatridia en Europa es un reflejo de las vicisitudes de la historia del continente. Sergio, por ejemplo, nació en 1946 en un campamento de refugiados en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Su padre era ciudadano soviético y su madre alemana, pero no adquirió la nacionalidad alemana.
Cuando era apenas un bebé, la familia se mudó a Argentina, donde creció y se casó con una mujer argentina. Juntos, tuvieron siete hijos. En 2008, la pareja se mudó a España, Sergio viajó con un documento de viaje especial para extranjeros proporcionado por el gobierno en Buenos Aires. Se establecieron en la isla de Ibiza con algunos de sus hijos adultos que ya vivían allí.
“Para los argentinos, soy alemán. Para los alemanes, soy ruso”.
Durante la siguiente década, Sergio buscó conseguir la ciudadanía en Argentina, Alemania y Rusia, pero sin éxito.
“Para los argentinos, soy alemán. Para los alemanes, soy ruso. Los rusos dicen que mi padre nació en Armenia y Armenia no encuentra ningún papel, así que no me quieren tampoco. Soy apátrida”, comentó.
No podía trabajar, abrir una cuenta bancaria o incluso viajar a España. En su desesperación, acudió al ACNUR y finalmente fue reconocido como persona apátrida por las autoridades españolas en junio de 2019, un primer paso fundamental para conseguir la ciudadanía en ese país.
Por su parte, Linda tenía un certificado de nacimiento que demostraba que había nacido en Moscú. Pero su madre, que había llegado de Oriente Medio como estudiante extranjera para estudiar periodismo, era una persona apátrida y Linda compartía el mismo estatus legal.
La madre de Linda finalmente obtuvo un doctorado en filología en la Universidad Estatal de Moscú Lomonosov pero, al ser persona apátrida, no pudo tener la carrera académica que merecía.
“Aprovechar al máximo cada momento”.
Al crecer en Moscú, Linda creía que adquiriría la ciudadanía fácilmente, pero tuvo que esperar. Durante años, llevó consigo un certificado de notas de la escuela para confirmar su identidad.
Aunque se enfrentó a obstáculos, trató de vivir según su lema: “Aprovechar al máximo cada momento”.
“El 10 de noviembre de 2018, recibí una carta de notificación de que se me concedió la ciudadanía rusa. Fue un momento muy emotivo... sentí que ahora definitivamente existo”, dijo.
Su madre se convirtió en ciudadana un año después. Su sueño es viajar algún día por el mundo y ahora, con su ciudadanía resuelta, ese día puede llegar.
(Rosa Otero contribuyó a este reportaje desde España).