Personas desplazadas en América Latina reciben la vacuna contra la COVID-19
América Latina es una de las regiones que más estragos ha sufrido a causa del coronavirus. No obstante, en países como Guyana, Ecuador y Perú, las personas refugiadas que forman parte de grupos prioritarios ya están recibiendo la vacuna.
Vial de la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer-BioNTech en un sitio de vacunación
© Soeren Stache/Via REUTERS
Por su edad y debido al hecho de que se está recuperando de una cirugía delicada, Edgar Ramírez, un venezolano de 75 años, correría mucho riesgo en caso de contagiarse de COVID-19.
Edgar tuvo un accidente cuando aún vivía en Venezuela. No podía caminar por las lesiones que sufrió y requería un tipo de cirugía que no se realiza en el país del que han huido millones de personas en años recientes debido a la falta de insumos médicos, la escasez de alimentos, la creciente inflación y la violencia. Edgar viajó a Guyana en barco para someterse a la cirugía, y estaba recuperándose cuando se desató la pandemia de coronavirus en América Latina.
Como muchas otras personas en el mundo, durante meses Edgar tuvo miedo de contagiarse del mortífero virus. Por fortuna, en marzo de este año, Edgar se convirtió en una de las primeras personas venezolanas que recibió la vacuna contra la COVID-19 como parte de los esfuerzos por vacunar a los grupos prioritarios en Guyana.
“Es importante que todas las personas reciban la vacuna”, dijo Edgar, uno de los 23.000 venezolanos que se estima viven actualmente en el país caribeño. “Es fantástico que Guyana nos [a refugiados y migrantes] haya dado acceso a la vacuna. Estoy muy agradecido”.
Con más de 12.000 casos de COVID-19 y más de 290 muertes a finales de abril, el pequeño país en la costa norte del continente ha luchado por contener la propagación del virus. En un inicio, el gobierno había decidido incluir a todas las personas de más de 60 años en la campaña de vacunación; poco tiempo después, amplió la elegibilidad para incluir a toda persona de más de 18 años, sin importar su situación migratoria.
“Es importante que todas las personas reciban la vacuna... Estoy muy agradecido”.
En América Latina y el Caribe se encuentran quince de los países que tienen las tasas de mortalidad por COVID-19 más altas del mundo. Esta región es una de las que se ha visto más afectadas por la pandemia, la cual ha causado estragos económicos y aumentado los índices de desempleo. La comunidad experta resalta cuán importante es que los planes nacionales de vacunación incluyan al mayor número de personas posible. Además de Guyana, otros países en la región han incluido a las personas refugiadas y desplazadas en sus campañas de vacunación; sin embargo, las personas solicitantes de asilo y aquellas cuya situación migratoria es irregular aún deben superar varios retos en algunos países. ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ha estado trabajando con personas desplazadas por la fuerza en la región para generar conciencia en torno a las campañas nacionales de vacunación y para ayudar a quienes son elegibles en el registro para recibir la vacuna.
En Ecuador, haber recibido la vacuna le ha dado un respiro a Javier Moya, un venezolano de 42 años que forma parte del personal hospitalario y que ha estado trabajando en el ala de COVID-19 durante más de un año.
Javier, quien se dedicaba a la venta de dispositivos médicos, salió de Venezuela y tuvo una serie de empleos poco usuales en Quito, la capital de Ecuador; después, logró conseguir un trabajo formal como asistente en un hospital local. Javier entró en pánico cuando el ala en la que trabajaba se convirtió en área COVID-19 al inicio de la pandemia. Le aterraba pensar que, en caso de contagiarse, pondría en riesgo a su esposa, hijas y nieto.
“El virus nos daba mucho miedo, así que quedé atónito cuando nos dijeron que el cuerpo de asistentes tenía que trabajar en esa ala”, recordó Javier, quien añadió que “el primer día fue extremadamente aterrador”.
“Ahora me siento más tranquilo y protegido. No importa la nacionalidad de una persona; todas deben recibir la vacuna”.
Javier ha seguido los protocolos de sanidad al pie de la letra: se lava las manos de manera obsesiva; se pone equipo de protección antes de entrar al ala; y se baña después de salir de ella. Gracias a ello, ha logrado no contagiarse del virus. De cualquier manera, brincó de alegría cuando recibió la llamada en la que le informaron que, como personal de primera línea, era elegible para recibir la vacuna.
“Estaba en el supermercado, y salí corriendo al hospital para recibir la primera dosis”, contó. Javier ya recibió ambas dosis y comenta que la inmunización “te da paz mental”.
“Me siento más tranquilo y protegido. No importa que aún debamos utilizar cubrebocas y mantener las medidas de precaución, como evitar lugares concurridos”, dijo. Añadió que espera que el resto de su familia también pueda recibir la vacuna pronto. “No importa la nacionalidad de una persona; todas deben recibir la vacuna. Es crucial”.
El personal médico y de primera línea que proviene de Venezuela, así como las personas refugiadas de la tercera edad se encuentran entre los grupos prioritarios para recibir la vacuna en Perú. Gladys Farfán, una médica que trabaja en el hospital de la ciudad de Madre de Dios, en la frontera de la Amazonía, recibió ambas dosis de la vacuna en febrero y marzo respectivamente.
“Todos los días veo gente morir, personas jóvenes y viejas. Es desgastante a nivel psicológico”, dijo Gladys, quien tuvo que abandonar Ciudad Guyana, su ciudad natal, al norte de Venezuela, para que su madre pudiera recibir quimioterapia, pues el tratamiento ya no se estaba aplicando en el país. Al principio, el marco normativo de Perú le impedía desempeñarse como médica, así que encontró un empleo en ventas; luego, trabajó en una farmacia. Invirtió todos sus ingresos en la quimioterapia de su madre, quien, a pesar del tratamiento, perdió la batalla contra el cáncer.
A raíz de la pandemia, el gobierno peruano decidió permitir que el personal médico venezolano quedara exento del requisito de validación del colegio de médicos del país para que el personal del sector salud pudiera recibir apoyo de manera urgente. Las circunstancias le dieron a Gladys una oportunidad inesperada.
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“El personal médico ha estado trabajando 190 horas al mes; aun así, no hemos logrado satisfacer todas las necesidades que hay”, dijo Gladys, quien añadió que haber recibido la vacuna le permite hacer mejor su trabajo. “Ahora me siento más segura y, lo que es más importante, siento que estoy más cerca de mis pacientes.
Ya puedo darles la atención que merecen, mostrarles mi cariño y brindarles mi apoyo; todo eso es parte de lo que se necesita para sanar”, comentó Gladys, quien está ahorrando para que sus hijos – a quienes tuvo que dejar en Venezuela – puedan alcanzarla en Perú. “La vacuna me da esperanza porque puedo cumplir mi sueño, que es ayudar a otras personas”.