Garantizar la seguridad de las familias desplazadas ante el aumento de la violencia en Níger
A medida que aumenta el número de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a la presión de los grupos armados en la inestable región fronteriza del oeste de Níger, ACNUR moviliza una red de observadores locales para hacer monitoreo de protección.
INTIKANE, Níger – Hace un año, cuando hombres armados entraron en la remota aldea de Rissa*, situada en la inestable zona fronteriza de Níger con Mali, comenzaron por ordenar a los aldeanos que entregaran dinero, ganado y joyas. Luego comenzó la violencia. Cuando insistieron que Rissa se uniera a su grupo, este padre de seis hijos supo que era el momento de irse.
“Mataron a nuestros líderes para que [la gente] abandonara el pueblo”, explicó Rissa, de 40 años. “Los grupos armados me pidieron participar en los saqueos y crímenes contra la población. Cuando me negué, me enviaron amenazas de muerte y también amenazaron con secuestrar a mi esposa y a mis hijos. Tuvimos que huir”.
En busca de seguridad y asistencia, Rissa y su familia se dirigieron a la zona de acogida de refugiados de Intikane, en la región nigerina de Tahoua, donde viven unos 20.000 refugiados malienses. Cuando llegaron, en diciembre de 2019, fueron de las primeras familias nigerinas que se vieron obligadas a huir dentro de las fronteras de su propio país para instalarse en la zona.
Sin embargo, el fuerte deterioro de la situación de seguridad en el último año ha hecho que el número de nigerinos desplazados que buscan seguridad en Intikane aumentara a 36.000, casi el doble de la población preexistente de refugiados malienses.
Es una tendencia que se refleja en toda la región nigerina de Tahoua y de la vecina región de Tillabéri, fronterizas con Mali y Burkina Faso, en las que los continuos ataques e intimidaciones de los grupos yihadistas han hecho que el número de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares pasara de 78.000 a finales de 2019 a más de 138.000 en enero de 2021.
La situación del país forma parte de una inestabilidad regional más amplia que ha hecho que el número de desplazados internos en la región africana del Sahel – que incluye Burkina Faso, Mali, Chad y Níger – supere por primera vez los dos millones de personas.
- Ver también: Desplazamiento interno en Sahel supera los dos millones de personas a medida que la violencia aumenta
Desgraciadamente, las esperanzas de Rissa de que él y su familia habrían encontrado una seguridad duradera en Intikane se rompieron en la tarde del 31 de mayo de 2020, cuando un grupo de 50 hombres armados en motocicletas irrumpió en la zona, matando a dos líderes de los refugiados malienses y a un líder de la comunidad de acogida, destruyendo alimentos, tuberías de agua y otros suministros.
“Estaban disparando justo delante de nuestra puerta”, contó Rissa. “Mi esposa y yo agarramos a nuestros hijos para protegerlos. Vieron a personas llorando y huyendo. Incluso los animales corrían de un lado a otro: era como una escena de una película de guerra”.
Su hija de siete años, Tounfa, tuvo convulsiones y perdió el conocimiento. Rissa y su familia huyeron con otras 7.000 personas a Telemcés, a unos 25 kilómetros de distancia. Aquí recibieron ayuda de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, hasta que el ejército pudo restablecer la seguridad en Intikane, permitiendo el retorno tanto de nigerinos como de refugiados en los meses siguientes.
Pero para Toufna, el horror de esa tarde sigue siendo vívido. “Pasa mucho tiempo acostada, hablando sola, temiendo que los hombres armados vuelvan a venir por nosotros”, explicó Rissa. “Apenas come, a menudo llora y grita por la noche. Pero acude al psicólogo del socio de ACNUR dos o tres veces por semana, y poco a poco va mejorando”.
“Era como una escena de una película de guerra”.
ACNUR lidera la respuesta de protección a la crisis de desplazamiento en Níger, coordinando el trabajo de 66 organizaciones locales e internacionales.
Debido a que la inestable situación de seguridad a menudo dificulta el acceso del personal de ACNUR, la Agencia también cuenta con una red de 47 observadores que hacen monitoreo de protección, trabajando con dos ONG socias en las regiones de Tillabéri y Tahoua. Estos trabajadores locales, algunos de los cuales son personas desplazadas, realizan visitas diarias a las familias, informan de eventuales incidentes, remiten a las personas para que reciban asistencia adicional e identifican las tendencias para ayudar a orientar la respuesta de ACNUR.
Mohammad* es uno de los monitores de protección que trabajan en Intikane. Este licenciado en derecho de 30 años recorre cuatro veces por semana los 50 kilómetros de ida y vuelta en autobús desde su casa en Telemcés, realizando visitas domiciliarias, sensibilizando sobre temas como la COVID-19, escuchando las preocupaciones de las personas y haciendo el seguimiento de casos concretos, como el de Toufna.
“Los observadores de protección como Mohamed nos visitan a menudo”, explicó Rissa. “La semana pasada Mohamed vino justo después de que Tounfa tuviera un ataque de pánico por culpa de un hombre que también tiene problemas mentales. Estaba gritando y empuñando un palo. Mohamed avisó del incidente al psicólogo de Tounfa”.
Mohamed registra sus interacciones y observaciones a través de una aplicación en su teléfono inteligente al final de cada jornada de trabajo, después de regresar a casa antes de que anochezca para evitar el peligro de los grupos armados, que, según se ha reportado, atacan a los observadores que hacen monitoreo de protección por el trabajo que realizan.
“Siempre quise ayudar a las personas más vulnerables”, explicó Mohamed. “Me siento empoderado haciendo mi trabajo. Obviamente, hay altibajos e incluso miedo algunos días, pero lo que me hace seguir adelante es pensar en las personas para quienes trabajamos”.
“Sé lo que se siente cuando te obligan a abandonar tu casa”.
El profesor jubilado Moustapha, de 60 años, es otro observador de protección que cubre Ayerou, en la vecina región de Tillabéri, función que actualmente desempeña a distancia gracias a su amplia red de contactos, después de que se viera obligado a abandonar la zona a principios de este año por amenazas de muerte.
“Paso la mayor parte del día en el teléfono, tratando de obtener información, sobre todo sobre los movimientos de la población”, dijo Moustapha. “Los yihadistas consideran a los observadores de protección como sus enemigos, ya que proporcionamos información sobre su actividad”.
A pesar de los peligros, Moustapha está decidido a continuar su trabajo en favor de las personas que, como él, han sido desplazadas por la fuerza. “Mi principal motivación es conocer la situación de las personas desplazadas y ayudarles. Su situación me afecta directamente. Sé lo que se siente cuando te obligan a abandonar tu casa”, dijo.
La representante de ACNUR en Níger, Alessandra Morelli, explicó que hay pocas probabilidades de que las familias desplazadas en Níger puedan regresar a sus hogares en un futuro próximo.
“La situación de seguridad en las regiones de Tillabéri y Tahoua sigue siendo extremadamente volátil”, dijo Morelli. “La crisis es regional: a falta de una fuerte respuesta coordinada de los tres países afectados – Mali, Burkina Faso y Níger – hay pocas esperanzas de soluciones duraderas y de paz”.
Morelli añadió que, dada la actual falta de soluciones a largo plazo, los observadores de protección seguirán desempeñando un papel fundamental en los esfuerzos de ACNUR por ayudar a las familias que han huido de sus hogares.
“Los observadores de protección recogen datos muy importantes para orientar nuestra respuesta”, dijo. “Además, desempeñan un papel decisivo a la hora de identificar a las personas de interés vulnerables y derivarlas a los servicios adecuados. Su papel es fundamental en nuestras actividades”.
Se calcula que, a mediados de 2020, 46 millones de personas en todo el mundo se habían visto obligadas a huir dentro de las fronteras de sus propios países a causa de los conflictos y la persecución, lo que representa la mayoría de los 80 millones de personas desplazadas a la fuerza en el mundo.
Para Rissa y su familia, el futuro sigue siendo incierto. Su esperanza inmediata es que Intikane no sufra más ataques y que encuentren la seguridad que buscaban cuando abandonaron su pueblo el año pasado.
“Hay más seguridad aquí en Intikane que en mi pueblo”, dijo. “Si la situación de seguridad en la frontera entre Mali y Níger se estabiliza [...] volveremos a nuestro pueblo. Yo nací allí, y es mejor vivir en tus tierras que en una zona de acogida de refugiados como la donde estamos ahora. Pero no puedo decir cuándo será posible”.
*Nombres cambiados por razones de protección.
Selim Meddeb Hamrouni contribuyó a este reportaje desde Niamey.