La llegada del invierno en el hemisferio sur aumenta las dificultades para las personas refugiadas y migrantes venezolanas
En la mitad sur de América del Sur, la disminución de las temperaturas trae dificultades adicionales para quienes viven en las calles, lo que se suma a la miseria provocada por la pandemia de coronavirus.
El frío no se parece a nada que Wendy* haya experimentado. La abuela de 52 años y su familia viven en las calles de la capital chilena, Santiago, luego de haber huido de su natal Venezuela, un país tropical donde la temperatura rara vez desciende por debajo de los 20° C.
Sin embargo, desde que huyó a la nación más austral de América del Sur, la familia ha tenido que lidiar por primera vez con condiciones frías. El inminente invierno del hemisferio sur trae regularmente temperaturas bajo cero a Santiago. Wendy y su familia se preocupan por cómo se protegerán de las bajas temperaturas durante los próximos meses.
“No tengo palabras para describir el frío que hace en Santiago”.
“Ni siquiera tengo las palabras para describir el frío que hace aquí en Santiago”, comentó Wendy. “Y la gente me dice que el verdadero frío aún no ha comenzado”.
Incapaz de pagar un lugar para vivir, Wendy, su esposo, su hijo, su nuera y su nieto de un año han estado durmiendo codo a codo sobre un cartón aplanado en una tienda improvisada que arman todas las noches colocando una manta encima de una banca. Usan sus bolsas como almohadas; en parte, para evitar que se las roben durante la noche.
“Necesitamos mantas, necesitamos ropa abrigada, calzado abrigado… necesitamos de todo, de verdad. No tenemos nada”, compartió Wendy con un suspiro, y agregó que el frío la está afectando físicamente. “Ya no tengo 15 años, así que realmente me afecta… Me duelen las articulaciones y estoy toda hinchada”.
La familia de Wendy no es la única en estas circunstancias. Gran parte de los más de 5 millones de personas venezolanas que han huido de la escasez generalizada de alimentos y medicamentos, y de la creciente inseguridad en su país de origen se han refugiado en países andinos como Colombia y Perú, así como en las naciones del extremo sur de Argentina y Chile, donde el frío puede llegar a ser avasallante. El inicio del invierno en el hemisferio sur amenaza con agravar los efectos devastadores de la pandemia de la COVID-19, que ha golpeado a América Latina con especial dureza y continúa causando estragos en gran parte de la región. La combinación del coronavirus y el clima invernal representa una amenaza directa para las personas refugiadas y migrantes venezolanas en muchos lugares de América del Sur.
Refugiados y migrantes enfrentan más dificultades con la llegada del invierno en el hemisferio sur (Alejandro Valenzuela camarógrafo; Stephanie Nicole Rabie Misle, productora; Gabriel Calderón, editor)
Yamileth* y su familia soportaron el frío en múltiples ocasiones durante su arduo viaje hacia el sur desde Maracaibo, la calurosa capital petrolera de Venezuela, hasta Chile.
“El frío en Ecuador fue demasiado. Mi hijo empezó a tener hipotermia y empezó a vomitar por el frío”, recordó la madre de 20 años, quien hizo el viaje con su hijo de 2 años, su hermano, su madre y la pareja de su madre, desafiando los cierres de fronteras relacionados con el coronavirus en algunos lugares. La familia enfrentó temperaturas aún más bajas cuando llegó a la ciudad fronteriza chilena de Colchane. “Por la noche, el frío era tan extremo que las hojas estaban cubiertas de hielo”.
Después de más de dos semanas en Colchane, donde durmieron en la calle o en gasolineras, abrazados para mantenerse calientes, la familia logró reunir suficiente dinero para comprar boletos de autobús para el viaje de más de 2.100 kilómetros a Santiago.
“Este frío realmente puede matar”.
No obstante, llegar finalmente a su destino no ha mejorado su situación. A menudo, siguen sin tener más remedio que dormir en la calle. Se las arreglan con la venta de dulces a los transeúntes, pero con frecuencia no venden lo suficiente para pasar la noche en una habitación de hotel. Además, la falta de vivienda tiene costos ocultos: la familia debe pagar para usar el baño y para que alguien vigile sus escasas pertenencias mientras venden sus mercancías.
En toda la región, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está intensificando sus esfuerzos para ayudar a las personas venezolanas durante el invierno. En Chile, que acoge a unas 460.000 personas refugiadas y migrantes venezolanas, ACNUR está distribuyendo kits de invierno y mantas térmicas, así como apoyo en efectivo y cupones electrónicos para que las personas necesitadas puedan comprar calentadores, combustible y ropa de invierno. Los kits de invierno también se distribuirán en Argentina, Bolivia y Uruguay. En Perú, donde el invierno llegó antes de lo previsto este año (de hecho, cubrió ciudades de gran altitud como Cuzco y Arequipa con más de 15 centímetros de nieve), ACNUR está trabajando con brigadas de voluntarios venezolanos para llegar a las personas más vulnerables, incluidas las comunidades indígenas peruanas. Si bien la mayor parte de Brasil es tropical, con partes de la región del Amazonas recientemente afectadas por inundaciones históricas, el sur del país puede ser muy frío durante el invierno. ACNUR tiene como objetivo recaudar fondos para distribuir ahí ropa de abrigo entre las personas refugiadas y migrantes venezolanas.
Wendy, la abuela de Santiago, quien duerme debajo de la tienda de campaña, comentó que le asusta pensar en el frío que hará este invierno.
“Este frío realmente puede matar”, expresó.
*Por motivos de protección, no se incluyen los apellidos de las personas.