Cómo es correr por tu vida
La refugiada Rose Nathike Lokonyen huyó de la terrible violencia en Sudán del Sur, hasta los Juegos Olímpicos.
La refugiada sursudanesa, Rose Nathike Lokonyen, corre los 800 metros para el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en Río de Janeiro 2016.
© ACNUR/Benjamin Loyseau
Cuando Rose Nathike Lokonyen tenía ocho años, ella y su familia vieron cómo los soldados comenzaban a matar a sus vecinos. Cuando cayó la noche, los padres de Rose agarraron a sus hermanos menores y se pusieron a salvo. Rose, la mayor, los siguió de cerca. La familia llegó a la frontera entre Sudán del Sur y Kenia. Desde ahí, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, les proporcionó transporte para llevarlos al campamento de refugiados de Kakuma en el noroeste de Kenia.
El campamento, establecido en 1992, acoge a casi 200.000 refugiados, lo que lo convierte en el más grande de África. Muchas personas refugiadas, como Rose, son de Sudán del Sur, donde los enfrentamientos y los conflictos tribales han obligado a cerca de 2,2 millones de personas a buscar seguridad en otros países. Aproximadamente 1,6 millones de personas que huyeron de sus hogares siguen desplazadas dentro de Sudán del Sur.
En 2015, cuando el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del Comité Olímpico Internacional realizó pruebas en Kakuma, un maestro sugirió que Rose participara. Rose ganó su carrera de 10.000 metros descalza. Comenzó a entrenar casi de inmediato, y en 2016 marchó al Estadio Maracaná en Río de Janeiro portando la bandera que representaba al primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados.
Desde entonces, Rose se convirtió en una Colaboradora de Alto Perfil de ACNUR y ha compartido su historia ampliamente mientras intercede por llevar los deportes a niñas y niños refugiados. Considera que el deporte “tiene el poder de cambiar vidas”. Rose, de 28 años, continúa entrenando con sus compañeras y compañeros de equipo de Kakuma, aunque no siempre todos juntos debido a las restricciones de COVID-19, con la esperanza de llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio este año.
También continúa su labor de cabildeo, incluida la más reciente ayuda a ACNUR a crear “The Journey” (El Viaje), un video lanzado hoy que representa el viaje de una mujer refugiada desde el conflicto hasta la línea de salida en la pista, destacando el poder del deporte para traer esperanza y cambiar las vidas de todas las personas que fueron forzadas a huir. Lanzado para conmemorar el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz de la ONU, es parte de una campaña global para generar apoyo a los Equipos Olímpico y Paralímpico de Refugiados.
“La historia de ‘The Journey’ es similar a la mía y a la de mis colegas atletas refugiados”, explicó Rose. “Espero que la gente apoye a los Equipos Olímpico y Paralímpico de Refugiados”.
Sarah Schafer de ACNUR, habló con Rose desde el Centro de Entrenamiento de Atletas Refugiados de Tegla Loroupe en Ngong, cerca de Nairobi, sobre correr, sus amistades de la infancia y su segundo amor: el fútbol. Un extracto de la entrevista a continuación.
¿Dónde comienza tu historia?
Tal vez puede empezar desde Sudán del Sur. Hubo una guerra entre dos tribus: mi tribu y otra tribu. Intentaron atacarnos. Quemaron todas las casas y también empezaron a matar a la gente del vecindario. Pero al menos mis padres y yo logramos escapar de la casa por la noche.
¿Cómo manejaste la nueva vida en Kakuma? Dejaste casi todo lo que tenías atrás.
Solo tenía ocho años. Para mí, era un lugar nuevo y ni siquiera sabía con quién jugar porque dejé a todas mis amistades en Sudán del Sur. Y también había una barrera del idioma. No sabía hablar árabe, ni inglés ni suajili. Al menos, eventualmente nos hicimos amigos porque teníamos muchas nacionalidades ahí. No dijeron, “tienes que ir con tu tribu y quedarte ahí”. No. Simplemente te pusieron con todas las niñas y niños, así que nos acostumbramos.
¿Recuerdas a tu primera amiga en el campamento?
Se llamaba Adieu y era de otra tribu [de Sudán del Sur]. Llegamos a jugar fútbol en la escuela primaria y normalmente jugábamos juntas. Cuando era el recreo en la escuela, normalmente trabajábamos juntas y también nos divertíamos con algunas de nuestras otras compañeras y compañeros de escuela.
¿Todavía la ves?
Ya no la veo. Espero algún día encontrarme con ella. ¡Pero ni siquiera podría reconocerla!
Entiendo que tu familia es un gran apoyo para ti. ¿Cómo?
Soy la primera [hija] de la familia. Somos diez, tres niñas y luego siete niños. La mayoría de mis hermanas y hermanos están en el campamento de refugiados de Kakuma, junto con mis padres y algunos primos también. Cuando estaba en Kakuma cuidando a mis hermanas y hermanos menores, ellos me apoyaron diciendo, ‘nunca te rindas, tienes que hacer mucho trabajo y también tienes que estar comprometida con tu trabajo… te enfrentas a muchos desafíos porque eso es parte de vida. Tienes que continuar”.
¿Alguna vez corren contigo?
Mis hermanas y hermanos menores solían correr conmigo. Normalmente entreno con mi hermano.
Pero no corren tan rápido como tú, ¿cierto?
Sí, ellos normalmente juegan fútbol. Tienen algunas canchas y actividades deportivas en Kakuma. Tenemos un club de fútbol y también tenemos básquetbol y voleibol, todo este tipo de juegos.
¿Alguna vez tienes tiempo para jugar fútbol?
Antes de unirme al Proyecto de Atletas Refugiados de ACNUR, era futbolista. Normalmente, cuando salgo a correr por la noche, después veo fútbol. Si hay un partido o un entrenamiento, normalmente me uno.
Si no fueras corredora, ¿qué otro deporte harías?
¡Por supuesto fútbol! Me encanta jugar fútbol.
¿Qué materias te gustaron en la escuela?
Cuando estaba en la secundaria, mi materia favorita era geografía… Cuando estudias el mapa, tienes que estar atento a los detalles y te ayuda a saber más sobre los países del mundo. Viviendo en un campamento de refugiados, no sabía cómo encajaba en el mundo. A veces escuché hablar de Nairobi. Pero como ahora viajo mucho, me viene a la mente la geografía y fue muy importante. Al menos puedo leer el mapa y seguir las instrucciones. He estado en Suecia, Suiza, Argentina, Reino Unido… tantos países.
¿Qué país te gustó?
Creo que Reino Unido porque la mayoría de mis compañeras y compañeros de la secundaria están en Reino Unido. En 2017, fui al Campeonato Mundial [de Atletismo].
¿Tuviste tiempo ahí para divertirte?
Tuvimos tiempo después de la competencia. Fuimos al estadio del Chelsea [Football Club] y pudimos hablar con algunos de los jugadores. Nos enseñaron los vestidores y las instalaciones del estadio.
Estuviste en Río. Estaba leyendo que ahí portaste la bandera del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados y me preguntaba, ¿qué estabas pensando en ese momento?
Estaba un poco nerviosa. Sabes, la gente realmente nos estaba dando la bienvenida con cálidos aplausos y también animándonos. Todas las nacionalidades nos animaban. Nos sentimos como seres humanos. Siempre que las personas refugiadas tengan la oportunidad de exponer sus talentos al mundo, creo que pueden cambiar sus vidas a través del deporte. Un día, tal vez alguien pueda recuperar su talento o conocimiento para reconstruir su nación y tal vez alentar a la generación joven. El deporte une a las personas.
Sé que es parte importante de tu mensaje. ¿Qué sugerirías que se puede hacer ahora mismo para mejorar la vida de las personas refugiadas?
Se pueden crear programas [deportivos], especialmente para niñas y niños. También se puede tomar acción para alentar a las personas refugiadas y hablar con el mundo sobre ellas. Creo que juntos podemos cambiar la vida de los demás. Tenemos tantas personas refugiadas en todo el mundo y, si reciben apoyo, pueden mantener a sus familias y también a las generaciones más jóvenes.
Para más información como ésta, lea este artículo de opinión del refugiado olímpico Yiech Pur Biel.
Este artículo se publicó en su versión original en inglés en Medium.