El clima extremo deja vulnerables a las personas refugiadas etíopes en el este de Sudán
A medida que comienzan las lluvias en Sudán, ACNUR y sus socios se apresuran a proteger a las personas refugiadas del riesgo de inundaciones.
Anna* recuerda cómo hace apenas unos días suspiraba de alivio cuando salía del calor abrasador y entraba en la acogedora sombra de su tienda en el campamento de refugiados de Tunaydbah, en el este de Sudán.
“El calor puede ser insoportable”, comparte la refugiada etíope de 21 años que ahora está lidiando con otro problema: las fuertes lluvias.
Su lucha con el clima extremo es similar a la de miles de etíopes que han llegado al este de Sudán durante los últimos seis meses, luego de huir de la violencia en Tigray. Muchos trajeron muy pocas pertenencias y después de meses de calor abrasador, ahora se enfrentan a las lluvias prolongadas, que comienzan en mayo y duran hasta octubre.
La lluvia y los fuertes vientos ya han destruido algunos alojamientos y letrinas, y han provocado inundaciones en algunas zonas del campamento que alberga a unas 20.000 personas refugiadas.
El campamento, que se encuentra en una zona semiárida donde las temperaturas pueden alcanzar los 45°C, se instaló en enero de este año para hacer frente a la afluencia después de que otro campamento, Um Rakuba, alcanzara su máxima capacidad. El paisaje llano circundante, salpicado de arbustos dispersos y afloramientos rocosos, es propenso a inundaciones repentinas que se han vuelto más severas en los últimos años.
“Queremos combinar todos estos esfuerzos para prevenir otros problemas, como el cólera”.
Varios estudios, incluso de agencias de la ONU, sugieren que esto se debe a cambios en el clima que están produciendo lluvias cada vez más impredecibles y temperaturas crecientes en las tierras áridas y semiáridas de Sudán. El cambio climático se siente en todo el mundo, pero Sudán se encuentra entre los países más vulnerables y menos preparados para adaptarse a sus efectos, que está experimentando al mismo tiempo que lucha contra el conflicto, la pobreza y los altos niveles de desplazamiento.
El año pasado, las fuertes lluvias e inundaciones causaron estragos en Sudán y afectaron a cientos de miles de personas, incluidas las personas refugiadas y desplazadas internas.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y sus socios ya están evacuando a las personas refugiadas cuyos alojamientos se han visto afectados por las lluvias y están poniendo en marcha otras medidas.
Akaran Napakiro, una Oficial de terreno de ACNUR con sede en el estado de Gedaref, donde se encuentra el campamento, está liderando estos esfuerzos.
Explica que unas 50 personas, cuyas tiendas fueron destruidas, fueron trasladadas a una de las tiendas más grandes de la agencia y hay planes para proporcionar a las personas refugiadas alojamientos más duraderos para protegerlos de los elementos. Los artículos de socorro, incluidos alimentos, mantas y colchonetas para dormir que se almacenaron, se distribuirán a las familias afectadas.
“Queremos combinar todos estos esfuerzos para prevenir otros problemas que vienen tras las inundaciones, como el cólera”, señala.
Ella agrega que se realizó un estudio topográfico de la zona para comprender mejor qué áreas del campamento están en mayor riesgo de inundaciones.
“Las imágenes topográficas muestran que cuando se inunda, el lado occidental se verá más afectado”, explica Akaran. “Estamos creando canales para desviar el agua de la población de ese lado”.
Dado que el acceso al campamento se volverá más difícil debido a que las fuertes lluvias hacen que las carreteras sean intransitables, hay planes para reforzar la carretera hacia el pueblo más cercano, donde los suministros provienen de más de 130 kilómetros de distancia.
“Extraño el buen clima y la vida normal que tenía en casa”.
Otra prioridad es crear condiciones más sostenibles para las personas refugiadas que viven aquí. Eso incluye abordar sus necesidades energéticas para reducir la deforestación y la necesidad de que busquen o paguen por leña. Junto con el Gobierno de Sudán y socios como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ACNUR ha distribuido estufas y páneles solares que ahorran energía para cocinar e iluminar. El PNUD también ha instalado lámparas solares en áreas comunes como mercados y calles.
“Las personas refugiadas ya están usando estas estufas y reduciendo el costo de la energía”, señala Akaran.
Agrega que también se les anima a hacer sus propias cocinas tradicionales que ahorran energía, son convenientes y culturalmente aceptadas.
También se está ayudando a las personas refugiadas a sembrar plantas resistentes a la sequía, y de frutas como los plátanos, tanto para complementar su dieta como para proporcionar sombra y vegetación en el campamento.
Mientras ACNUR trabaja con socios para proteger a las personas refugiadas de las lluvias, las personas refugiadas como Anna continúan adaptándose al clima extremo.
“Extraño el buen clima y la vida normal que tenía en casa”, comparte Anna, quien estaba estudiando psicología en la universidad cuando estalló la violencia. “Si pudiera, regresaría a casa ahora mismo. Pero la situación sigue siendo terrible, así que tengo que quedarme aquí. Al menos estoy a salvo”.