Personas refugiadas encuentran seguridad y una nueva vida en México

Desde 2016, más de 10.000 personas refugiadas han comenzado de nuevo en México como emprendedores, gerentes y trabajadores de fábricas a través de un programa de ACNUR.

Orlando García en la fábrica de componentes para automóviles Matro en Saltillo, México, donde trabaja en control de calidad.
© ACNUR/Gabriela Pérez Montiel

En Saltillo, una ciudad en auge manufacturero en el norte de México, las empresas están contratando nuevamente personal, a medida que se levanta el confinamiento, y el taxista salvadoreño Alberto Rivas* vio una oportunidad.


Compró un taxi y trabajó muchas horas para trasladar a los habitantes por la ciudad, donde las fábricas y plantas de ensamble fabrican de todo, desde camiones, automóviles y autopartes, hasta electrodomésticos y muebles.

Aprovechando sus ahorros, compró dos autos más y ahora emplea a conductores de México y América Central para trabajar las 24 horas.

“Aquí hay grandes oportunidades si eres trabajador, emprendedor y quieres hacer las cosas de la manera correcta”, comenta Alberto, un refugiado que tuvo que huir de su país de origen donde tenía un negocio de camiones.

Recientemente se unió su esposa y sus tres hijos menores, ahora planea comprar dos autos más y una camioneta, e incluso está pensando en abrir un restaurante en esta ciudad de casi un millón de habitantes, a pocas horas en auto de la frontera sur de Estados Unidos.

“Hay paz, trabajo y un respiro que no tenemos en nuestros países”, comparte. Y no es el único que persigue lo que llamó “El sueño mexicano”.

A pocos minutos en auto a través de la ciudad, el nicaragüense Orlando García de 28 años, se encuentra entre las 15 personas refugiadas de países como Honduras y El Salvador que trabajan en la fábrica de autopartes Matro como diseñadores, operadores de prensa y en control de calidad, su trabajo.

“Hay grandes oportunidades aquí si eres trabajador, emprendedor y quieres hacer las cosas de la manera correcta”.

“Me encanta estar aquí”, comenta sobre la empresa, que le otorga vacaciones pagadas, un bono de fin de año, un plan de ahorro y acceso al sistema de seguridad social y salud pública desde que escapó de Nicaragua en 2019. “Este es el lugar donde voy a hacer mi vida”.

México ha sido durante décadas un país de tránsito para personas refugiadas. Pero Alberto y Orlando se encuentran entre un número creciente de personas que están encontrando seguridad y reconstruyendo sus vidas en la segunda economía más grande de América Latina, con el apoyo de un programa innovador de reubicación e integración local iniciado en 2016 por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

A medida que las solicitudes de asilo aumentaron a más de 190.000 durante el período, el programa ha ayudado a más de 10.000 personas refugiadas a comenzar de nuevo en México como emprendedores y en trabajos formales con todos los beneficios en fábricas, en pequeños comercios y como gerentes. Están contribuyendo al crecimiento económico de México, que según el Banco Central alcanzará el 4,8 por ciento este año.

“Es una situación de ganar-ganar”, señaló Kelly Clements, Alta Comisionada Adjunta de ACNUR, durante una visita reciente a México y la región. “Es un triunfo para los solicitantes de asilo que tienen trabajo y viven con seguridad. Y es un triunfo para las empresas que tengan la capacidad de incluir a su comunidad y a la esencia del sector privado”.

10.000 personas refugiadas han encontrado seguridad y la oportunidad de comenzar de nuevo en México (Stephanie Galeana, Tim Gaynor, productores; Arturo Almenar, cámara/editor)

10.000 personas refugiadas han encontrado seguridad y la oportunidad de comenzar de nuevo en México (Stephanie Galeana, Tim Gaynor, productores; Arturo Almenar, cámara/editor)

La mayoría de las personas refugiadas llegan y buscan asilo en estados con empleos mal pagados en el sur de México. Después de inscribirse en el programa de integración, son reubicados en uno de los nueve lugares en el centro y norte de México que tienen una mayor demanda de trabajadores y una mejor capacidad para incluir a los recién llegados en sus sistemas de educación y salud.

“He estado aquí dos días y ya me encanta”, aseguró Rosario Johnson de 30 años, madre hondureña de dos hijos. Ella se encuentra entre un grupo de personas refugiadas recién llegadas que están aprendiendo sobre sus derechos, opciones y obligaciones durante una semana completa de inducción en Monterrey, una potencia industrial de cinco millones de personas, a una hora en automóvil de Saltillo.

Con la ayuda del personal de ACNUR, está averiguando sobre las opciones de vivienda y trabajo, mientras recibe apoyo para quedarse en un hotel. Mientras se instalan, todos los participantes reciben por única vez un apoyo en efectivo, que cubre su primer mes de alquiler y costos relacionados. “Me siento positiva. Siento que puedo hacer cualquier cosa que quiera hacer aquí. Podría tener mi casa, inscribir a mis hijos en la escuela, tener un pequeño negocio. Veo oportunidades aquí”, comparte entre lágrimas.

Unos meses antes que ella llegó Susana Barrera de 40 años, una refugiada que huyó de Guatemala. Reubicada en Monterrey en diciembre pasado, comenzó a trabajar en enero en OXXO, la cadena de tiendas de conveniencia más grande de América Latina, y ahora es líder de turno en una tienda.

“Aquí soy libre, pago mis impuestos, vivo una vida normal… y tengo la oportunidad de desarrollarme”.

“Me encanta la tienda, tienen que decirme que me vaya a casa”, señala mientras se toma un descanso de cobrar las bebidas y los alimentos de los clientes. “Aquí estoy libre, pago mis impuestos, vivo una vida normal… y tengo la oportunidad de desarrollarme”, dice, y señala que OXXO se inclina a que ella administre su propia tienda en tres meses. Además, la firma la ha ayudado a abrir una cuenta bancaria digital con Santander, que dice es “un paso más hacia la integración”.

Mientras tanto, Jorge González de 22 años, un refugiado de El Salvador, ha encontrado un nuevo comienzo en GreenPaper, una empresa con sede en Monterrey que recicla papel y cartón para fabricar nuevos productos para clientes en los cinco continentes.

Tiene beneficios que incluyen vacaciones pagadas, seguridad social y un plan de ahorro de la empresa para los trabajadores. Desde que se mudó a la ciudad hace cinco meses, ha alquilado una casa con su esposa y sus dos hijos pequeños pueden ir a la escuela y acceder a atención médica a través del sistema de seguridad social.

“Me siento bien con mis compañeros de trabajo, mi jefe, todos son muy amables, me respetan, me tratan bien”, señala. “Me siento motivado. Tengo mi trabajo. Ya no vivo más con miedo… siento que tengo una razón para vivir”.

  • Un refugiado salvadoreño se toma un descanso luego de conducir un taxi en Saltillo, México.
    Un refugiado salvadoreño se toma un descanso luego de conducir un taxi en Saltillo, México. © ACNUR/Gabriela Pérez Montiel
  • Rosario Johnson contempla Monterrey, México. Se mudó a la ciudad con el apoyo de un programa de integración para personas refugiadas de ACNUR.
    Rosario Johnson contempla Monterrey, México. Se mudó a la ciudad con el apoyo de un programa de integración para personas refugiadas de ACNUR. © ACNUR/Gabriela Pérez Montiel
  • Una refugiada salvadoreña acomoda estantes en una tienda de conveniencia OXXO en Monterrey, México, donde es supervisora de turno.
    Una refugiada salvadoreña acomoda estantes en una tienda de conveniencia OXXO en Monterrey, México, donde es supervisora de turno. © ACNUR/Gabriela Pérez Montiel
  • El refugiado salvadoreño Jorge González se toma un descanso durante su cambio de turno en la fábrica de papel GreenPaper en Monterrey, México.
    El refugiado salvadoreño Jorge González se toma un descanso durante su cambio de turno en la fábrica de papel GreenPaper en Monterrey, México. © ACNUR/Gabriela Pérez Montiel
  • El director de Matro, Alberto Valdés, le ofrece al personal de ACNUR un recorrido por su fábrica de autopartes en Saltillo, México, que emplea a 15 personas refugiadas.
    El director de Matro, Alberto Valdés, le ofrece al personal de ACNUR un recorrido por su fábrica de autopartes en Saltillo, México, que emplea a 15 personas refugiadas. © ACNUR/Gabriela Pérez Montiel

Después de una caída en la tasa de llegadas en 2020 a medida que la COVID-19 se extendió por la región, México registró 31.800 solicitudes de asilo en los primeros cuatro meses del año, casi un tercio más que en el mismo período del año pasado.

El programa de integración de personas refugiadas cuenta con el apoyo de los gobiernos federal y estatal de México, y más de 170 empresas en México, entre ellas OXXO, la empresa de transporte ferroviario PIMSA ferreteros, el fabricante de electrodomésticos Mabe, y la fábrica de papel GreenPaper. Consideran que emplear a las personas refugiadas no solo se trata de ser buenos ciudadanos corporativos, sino también de un buen negocio.

“Las personas refugiadas son personas muy comprometidas, con una gran disposición para trabajar. Con mucha habilidad y flexibilidad… generalmente no tienen problemas de conducta ni absentismo”, expresa Daniel Del Río, gerente de contratación y capacitación de GreenPaper, cuyos propios abuelos eran personas refugiadas que huían de la dictadura de Francisco Franco en España. “Se han ganado su derecho de estar aquí; esto no es caridad”.

“Las personas refugiadas son personas muy comprometidas, con una gran disposición para trabajar. Se han ganado su derecho a estar aquí”.

Jaquelin Rodríguez, supervisora ​​que administra a 35 trabajadores en la planta de GreenPaper, dice que un refugiado salvadoreño de su equipo está entusiasmada y se ha adaptado bien. “Trabajar con Roberto ha sido una buena experiencia, ha sido muy amable, atento y tiene muchas ganas de trabajar”, ​​comparte. “¡Queremos más compañeros de trabajo como él!”.

También busca contratar más personas refugiados el fabricante de autopartes Matro, que creció un 30 por ciento el año pasado y espera crecer en un margen similar este año. Con la oferta de horas extras, el director Alberto Valdés ve a su fuerza laboral refugiada como socios clave.

“Son los primeros en levantar la mano. Confiamos en ellos para el trabajo de fin de semana cuando lo necesitamos… tienen una verdadera voluntad para trabajar”, asegura.

A medida que se instalan en su nueva vida en México, las personas refugiadas tienen consejos para otras personas en su situación.

“México es realmente bueno, puedes rehacer tu vida” aquí, comenta Jorge, esbozando una sonrisa.

Para el emprendedor Alberto, existe la posibilidad de encontrar la prosperidad y, sobre todo, la paz.

“Es como si me hubiera despertado de una pesadilla”, señala.

*Algunos nombres de las personas refugiadas se han cambiado por motivos de protección.