Carrera contra el tiempo para ayudar a miles de personas refugiadas de la República Centroafricana
A medida que se acercan las lluvias, comienza la carrera contra el tiempo para brindar ayuda a miles de personas que buscan protección en un pueblo aislado en la vecina República Democrática del Congo.
En su larga vida, Joseph, de 74 años, ha tenido que huir en dos ocasiones del conflicto en la República Centroafricana. Cuando la violencia estalló en diciembre, previo a las elecciones del país, supo que tendría que huir por tercera vez.
“Había guerra, así que tuvimos que huir. Es la tercera vez que huyo de mi país. Estoy cansado. A mi edad, puedes imaginar que no sólo estoy cansado, sino que siento desesperación y angustia”, explica Joseph, fatigado.
En 2013 huyó de su ciudad natal, Bangassou (a unos 700 kilómetros de la capital, Bangui) a la República Democrática del Congo (RDC). Más tarde regresó a su lugar de origen, pero tuvo que huir de nuevo en 2018 a causa del conflicto. Y, en enero de 2021, Joseph y su familia no tuvieron más remedio que volver a escapar.
La inseguridad y la violencia que rodearon las elecciones en diciembre del año pasado han obligado a huir a más de 100.000 personas como Joseph. Algunas de ellas han huido a los países vecinos (Camerún, Chad, la RDC y la República del Congo), mientras que unas 100.000 personas se han visto obligadas a desplazarse dentro de la RCA.
“Es la tercera vez que huyo de mi país. Estoy cansado”.
A la fecha, según las autoridades locales, 92.000 personas desplazadas han llegado a la RDC. Hasta ahora, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y su socio gubernamental han registrado a más de 22.000 personas y actualizarán las cifras de población en función de los registros reales.
Joseph y otros miles de personas encontraron protección en Ndu, una remota aldea situada al otro lado del río Mbomou, que comparte frontera con la RCA, en la provincia de Bas Uele, al norte de la RDC. La mayoría de ellas llegaron exhaustas tras cruzar el río fronterizo, sin nada más que la ropa que llevaban puesta. ACNUR ha advertido que decenas de miles de personas se enfrentan a condiciones extremas, ya que muchas no pueden satisfacer necesidades básicas como alimentación, agua, atención sanitaria y albergue.
A lo largo de la carretera principal de Ndu se han multiplicado los alojamientos improvisados que ofrecen poca protección contra la lluvia, el viento y el ardiente sol. Algunas familias se han refugiado en casas abandonadas y en la pequeña escuela del pueblo, mientras que otras no tienen más remedio que dormir al aire libre.
Louise, de 75 años, es una persona con discapacidad y sólo puede caminar con muletas. El viaje para encontrar protección fue especialmente duro para ella.
“Oí disparos. Huí para protegerme a mí y a mis seres queridos”, señala.
Ahora vive en un pequeño alojamiento con otros 17 miembros de la familia. Las ramas de los árboles y las viejas tuberías sostienen una lona de plástico; aquí es donde guarda las pocas pertenencias que su familia pudo llevar consigo en su prisa por huir.
Aunque la comunidad local ha dado muestras de generosidad al acoger a las personas desplazadas, sus recursos son extremadamente limitados y necesitan apoyo para hacer frente a las enormes necesidades.
“Hay tantas cosas en las que tengo que pensar que ni siquiera he puesto nombre a mi niña recién nacida”.
Para muchas personas, el río es su única fuente de agua para beber, para asearse y para cocinar. Las enfermedades como la malaria, las infecciones en vías respiratorias y la diarrea se han vuelto comunes entre las personas refugiadas y afectan, sobre todo, a la niñez.
Estas condiciones son especialmente estresantes para mujeres como Benitia, de 23 años, quien huyó estando embarazada, con su hija de dos años y su marido. Por fortuna, en Ndu dio a luz a su segunda hija sin complicaciones; sin embargo, teme que sus dos hijas enfermen.
“Nuestra vida ha cambiado de la noche a la mañana. Ahora somos refugiados. Hay tantas cosas en las que tengo que pensar que ni siquiera he puesto nombre a mi niña recién nacida”, dice.
- Ver también: ACNUR solicita acceso humanitario ante el aumento del desplazamiento en la República Centroafricana
La mayoría de las familias refugiadas se han asentado espontáneamente a lo largo de la frontera con la RCA, que sigue siendo insegura. Aunque la situación de seguridad en Bangassou se mantiene tranquila por ahora, las personas refugiadas del lado de la RDC han informado que siguen oyendo disparos desde las zonas vecinas del lado de la RCA. Dicen que prefieren quedarse aquí con la esperanza de poder regresar pronto a sus hogares.
“Es una carrera contra el tiempo, ya que estas carreteras se volverán intransitables durante la temporada de lluvias”.
Las enormes distancias y el pésimo estado de las carreteras hacen que la ayuda humanitaria tarde mucho en llegar a quienes la necesitan.
“Las personas refugiadas han encontrado protección en zonas muy remotas y de difícil acceso, donde la infraestructura puede ser muy limitada. Es una carrera contra el tiempo, ya que estas carreteras se volverán intransitables durante la temporada de lluvias”, afirma Madeleine Tchabi Moumouni, jefa de la suboficina del ACNUR en Gbadolite, en la provincia de Ubangi del Norte.
ACNUR ya está distribuyendo suministros de emergencia como cobijas, colchonetas, utensilios de cocina, lonas y mosquiteras a las familias más vulnerables y está colocando suministros en lugares clave antes de que sea imposible llegar a ciertas zonas por carretera.
De igual forma, está en marcha el registro biométrico, con hasta 1.000 nuevas llegadas registradas al día, lo que permite la identificación temprana de personas con vulnerabilidades.
Sin embargo, los fondos indispensables para que ACNUR pueda brindar ayudar humanitaria a 173.000 personas refugiadas provenientes de la RCA ya son críticamente bajos y las necesidades aumentan a medida que el número de personas refugiadas sigue incrementando. La afluencia actual está ejerciendo una enorme presión sobre los recursos, y se necesita financiación urgente para proteger a las personas refugiadas de los cambios de clima durante la temporada de lluvias que se avecina.