Refugiados rohingyas afectados por la pandemia y comunidad de acogida reciben ayuda para cultivar alimentos
Mientras los agricultores bangladesíes venden sus productos en los mercados locales, los refugiadas rohingyas pueden cultivar sus propios alimentos en huertos en azoteas.
La pandemia de la COVID-19 ha afectado a personas refugiadas y familias locales vulnerables en el distrito de Cox's Bazar en Bangladesh.
© ACNUR/Kamrul Hasan
En Cox's Bazar, la pandemia de COVID-19 ha complicado aún más la vida de unas 880.000 personas refugiadas rohingyas que viven en campamentos, así como la de miles de personas de Bangladesh empobrecidas que viven en comunidades cercanas.
Además de los riesgos para la salud que proyecta el virus, los confinamientos para reducir su propagación han afectado los medios de vida de la población local y la capacidad de las personas refugiadas de complementar el apoyo que reciben de las organizaciones de ayuda.
El resultado ha sido un aumento de los niveles de inseguridad alimentaria en ambas poblaciones. Una evaluación reciente del Programa Mundial de Alimentos encontró que a finales de 2020, el 86 por ciento de las personas refugiadas rohingyas eran altamente vulnerables a la pobreza y el hambre, en comparación con el 70 por ciento en 2019.
La vulnerabilidad también aumentó en la comunidad local, y el 51 por ciento se consideró moderadamente o muy vulnerable en comparación con el 41 por ciento del año anterior.
“Sufrimos mucho por la falta de ingresos… a veces no teníamos suficiente para comer”.
Mathana Chakma, una mujer bangladesí de 18 años de la aldea de Horikhola en Teknaf, ha cultivado vegetales para mantener a su padre y a sus cuatro hermanos desde que su madre murió en 2017. Pero fue difícil vender sus cosechas y ganarse la vida durante el confinamiento nacional del año pasado.
“La COVID-19 también afectó nuestra producción ya que no pudimos encontrar personal para trabajar”, agregó. “Sufrimos mucho por la falta de ingresos… a veces no teníamos suficiente para comer”.
La llegada de más de 740.000 personas refugiadas rohingyas que huían de la violencia en Myanmar a Cox's Bazar en 2017, tuvo un profundo impacto en comunidades locales como la de Mathana. La afluencia aumentó la presión sobre los servicios públicos, la infraestructura y los recursos naturales que ya eran escasos. Muchas personas locales también se quejaron de que su costo de vida se había elevado tras la presencia de las personas refugiadas y las agencias de ayuda.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha apoyado una serie de proyectos para ayudar a compensar los impactos de la afluencia de personas refugiadas en las comunidades locales de Bangladesh. Durante la pandemia de COVID-19, dado que muchas familias locales han tenido dificultades para llegar a fin de mes, ese apoyo se ha incrementado aún más.
La capacitación en habilidades agrícolas, el suministro de semillas germinadas y ganado, así como la ayuda en efectivo de emergencia, ya han ayudado a más de 40.000 familias. Ahora los agricultores locales también pueden vender sus productos en los mercados locales – centros de acopio de vegetales – establecidos por ACNUR.
“Desde que comenzó el centro de acopio de vegetales, la gente aquí se ha interesado más en la producción de hortalizas”, expresó Mathana. “Antes, teníamos que gastar 1.200 taka (14 dólares USD) o más en transporte [al mercado más cercano] a pesar de que nuestro ingreso mensual era de solo 2.000 o 3.000 taka (de 23 a 35 dólares USD)”.
Además de los ahorros en los costos de transporte, Subrata Chakrabarty, oficial de medios de vida de ACNUR en Cox's Bazar, comentó que los centros de acopio de vegetales permiten que los pequeños agricultores negocien con los compradores como grupo, lo que significa que pueden obtener un mejor precio por sus productos. Esto, a su vez, ha tenido un impacto positivo en su capacidad para alimentarse a sí mismos y a sus familias.
En los campamentos de refugiados rohingyas, también se están realizando esfuerzos para encontrar soluciones innovadoras para ayudar a las personas refugiadas a cultivar frutas y verduras, a pesar de las importantes limitaciones de espacio. El campamento de personas refugiadas de Kutupalong, el más grande de Cox's Bazar, es uno de los lugares más densamente poblados del mundo, con un promedio de 40.000 personas viviendo en cada kilómetro cuadrado.
Utilizando el concepto de “huerto vertical” lanzado por ACNUR y sus socios en 2020, las personas refugiadas están utilizando andamios de bambú para convertir las azoteas de sus alojamientos en huertos.
En 2020, alrededor de 1.000 hogares recibieron semillas, capacitación y todo lo que necesitaban para comenzar a cultivar, y otros 1.000 recibirán ayuda para comenzar sus propios huertos en la azotea este año.
Kefayetullah, su esposa Fátima y sus dos hijos han estado viviendo en el campamento de Kutupalong durante más de tres años. Para Kefayetullah es difícil mantener a su familia debido a una discapacidad en su mano izquierda, que apenas puede usar. Pero desde que él y su esposa comenzaron a cultivar un huerto en la azotea, están produciendo más vegetales de los que pueden comer.
“No puedo hacerlo solo, mi esposa me ayuda. Hago el arado de la tierra con una mano y planto las semillas. Mi esposa trae agua y yo riego las plantas”, compartió.
Kefayetullah vende los vegetales sobrantes de la familia en un mercado local del campamento para poder comprar otras cosas. “Aparte del pescado, la carne y otros comestibles, a veces compro ropa para mi familia y también comparto comida con mis parientes”, expresó.
“Cuando pueda regresar a Myanmar, podré continuar, pero haciéndolo más grande y mejor”.
Como la mayoría de las personas refugiadas en los campamentos, Kefayetullah sueña con que algún día sea posible regresar con seguridad a Myanmar. Hasta entonces, su huerto en la azotea proporciona nutrición a su familia y le permite adquirir nuevas habilidades.
“Solíamos hacer jardinería tradicional en Myanmar. Pero desde que vine aquí, he aprendido mucho y ahora puedo hacer muchas cosas técnicas. Entonces, por la gracia de Dios, cuando pueda regresar a Myanmar, podré continuar, pero haciédolo más grande y mejor”, señaló.
En la comunidad de acogida, Mathana también espera días mejores. “Espero conseguir un trabajo, quiero pararme sobre mis propios pies”, comentó.
“No quiero una casa grande, solo quiero una hermosa familia feliz con mis hermanos y esa es mi esperanza en el futuro”.