5 modos en que las personas refugiadas ayudaron a combatir la COVID-19 en 2020

En medio de la pandemia, las personas refugiadas se implicaron para proporcionar atención sanitaria, mejorar el bienestar, proteger a sus comunidades y mantener nuestra inspiración durante los confinamientos.

El médico venezolano Samuel Suárez participa en la respuesta de salud pública contra el coronavirus en San Francisco, una aldea remota en Ecuador.
© ACNUR/Jaime Giménez Sánchez de la Blanca

La mayoría de la gente no ve el momento de que acabe el año 2020. La pandemia de COVID-19 ha acabado con la vida de casi 1,8 millones de personas y ha provocado dificultades extremas. Ahora que el año llega a su fin y comienzan las vacunaciones, muchas personas tienen la esperanza de lograr contener el virus. Pero los efectos socioeconómicos de la pandemia podrían sentirse durante años, especialmente en los países menos desarrollados del mundo, en los que vive la mayoría de la población desplazada por la fuerza.


Pero en ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, mantenemos la esperanza. En todo el mundo las personas desplazadas por la fuerza, muchas de las cuales han sufrido pérdidas inimaginables, nos han mostrado cómo superar una crisis y el significado de la palabra resiliencia.

A continuación vemos cinco modos en que nos inspiraron en un año único.

1. La respuesta de primera línea

A principios de marzo, antes incluso de que la COVID-19 fuera declarada pandemia, el médico venezolano Samuel Suárez ya daba a la población de riesgo ecuatoriana residente en zonas rurales consejos para evitar infectarse; no ha dejado de hacerlo en este tiempo. En Irán, la doctora refugiada afgana Fezzeh Hosseini ha trabajado sin descanso para ayudar a pacientes afganos y locales afectados por el virus, proporcionando información y consejos para mantenerse a salvo. En Bangladesh, trabajadores comunitarios de salud capacitados –todos ellos refugiados rohingyas– se lanzaron al campamento de refugiados más grande del mundo para derivar a clínicas de salud a los pacientes sospechosos de padecer COVID-19.

 

2. Producción de jabón, mascarillas y equipamiento médico

Innocent Havyarimana, un empresario burundés, sostiene una botella de desinfectante para manos recién hecho, que vende a otras personas refugiadas, trabajadores humanitarios y kenianos en el campamento de Kakuma, Kenia.  © ACNUR/Samuel Otieno

En un campamento de refugiados de Kenia el emprendedor refugiado burundés Innocent Havyarimana elaboraba jabón y lo vendía a precios asequibles. En la vecina Somalia, la refugiada retornada Fardowsa Ibrahim, de 24 años, se apuntó a un curso de confección sin imaginar que seis meses después estaría cosiendo mascarillas para proteger a las personas contra la infección. En México, personas refugiadas se unieron a los trabajadores de una empresa que produce lavadoras especializadas para garantizar la seguridad de los primeros intervinientes de América Latina.

3. Promoción de la salud mental y el bienestar

Rita Brown, refugiada ugandesa e instructora de yoga, presenta una postura en su alojamiento en el campamento de Kakuma (Kenia).

Rita Brown, refugiada ugandesa e instructora de yoga, presenta una postura en su alojamiento en el campamento de Kakuma (Kenia).  © ACNUR/Samuel Otieno

En medio de las crecientes dificultades económicas y los prolongados confinamientos, los problemas de salud mental empeoraron. Las personas refugiadas respondieron mediante la búsqueda de la promoción del bienestar físico y mental. En Perú, terapeutas venezolanos ofrecen a otras personas refugiadas “primeros auxilios psicológicos” a través de sesiones remotas que las ayudan a enfrentar la pandemia del coronavirus. En Iraq, trabajadores comunitarios capacitados llevaron los servicios de salud mental a los campamentos confinados. Y en Kenia, la refugiada ugandesa e instructora de yoga Rita Brown empezó a impartir clases en línea para promover la autoaceptación y el bienestar mental entre la población refugiada, tanto en Kenia como en otros países.

4. Seguridad de las comunidades

Shadi Shhadeh hace compras en un supermercado en Ginebra, Suiza. Con otros voluntarios refugiados sirios, entrega alimentos y suministros a personas vulnerables que se están protegiendo del coronavirus.  © ACNUR/Elisabet Díaz Sanmartin

Mientras las personas mayores y los enfermos se autoaislaban, Shadi Shhadeh y otros miembros de la comunidad refugiada siria en Suiza proporcionaron un puente vital al mundo exterior para las personas vulnerables más necesitadas. Shadi movilizó una red de personas voluntarias que compraban y hacían gestiones para adultos mayores, personas enfermas y otras personas en situación de riesgo. Su motivación para no dejar a nadie atrás quedó reflejada en actividades de voluntariado y labores de divulgación en las comunidades a cargo de personas refugiadas en todo el mundo.

5. Entretenimiento y educación durante el confinamiento

Músicos refugiados en la India se reunieron para la canción "Shine Your Light"

Cuando el confinamiento nos obligó a todos a buscar algo que hacer, las personas refugiadas fueron fuente de entretenimiento e inspiración. En la India, personas refugiadas unieron sus voces para cantar una canción sobre esperanza y bondad. Bajo la supervisión de Ricky Kej, ganador de un premio Grammy, los 24 músicos refugiados se unieron para cantar “Shine Your Light”: una canción interpretada en cuatro idiomas diferentes (inglés, darí, farsi y pastún) que invita al público a celebrar nuestra humanidad compartida. Al término del año, personas refugiadas de todo el mundo que viven ahora en Canadá compartieron sus historias y recetas favoritas en un libro de cocina digital gratuito llamado “Sabores de hogar: Recetas de la comunidad refugiada”.

Su fortaleza, su creatividad y su dedicación nos dieron esperanza de cara al año 2021.