Estudiante de Za'atari obtiene distinción a pesar de la dureza de la vida de refugiado
On the third anniversary of the opening of Jordan's Zaatari camp, one student's achievements against the odds reveal the growing importance of higher education to young Syrian refugees. [for translation]
CAMPO DE REFUGIADOS DE ZA'ATARI, 28 de julio de 2015 (ACNUR) – Tres años después del establecimiento del campo de refugiados de Za'atari, los meses de estudio nocturno a la luz de una linterna han compensado a una estudiante siria que ha logrado la mejor calificación en su facultad en la universidad jordana en la que estudia.
Alaa, de 19 años, acaba de terminar el primer curso del grado de lengua y literatura árabe en la Universidad al-Bayt en Mafraq, muy cerca del campo de refugiados. Además de acabar con las mejores notas de su departamento en los exámenes finales, también ha conseguido la segunda mejor nota de todo el curso académico globalmente.
Sus logros son aun más excepcionales dados los obstáculos a los que se ha enfrentado. Alaa y su familia se trasladaron al campo de refugiados en enero de 2013 después de que su pueblo en la provincia siria de Dara'a fuera destruido. Sus precarias condiciones de vida supusieron que, a menudo, tenía que estudiar al aire libre, a una temperatura abrasadora, que acabó provocándole una insolación, o bien en plena noche con la única ayuda de una linterna solar para iluminar sus libros.
La asistencia de Alaa a la universidad está financiada por el programa de becas DAFI de ACNUR, que cubre el costo de su matrícula, clases, los gastos de transporte, los libros y otros materiales. Ella describe el momento en que supo que había recibido la beca como el más feliz de su vida.
"Siento que he triunfado sabiendo que mis esfuerzos no han sido en vano", explica a trabajadores de ACNUR. "Cada día que voy a la universidad soy feliz. Salgo del campo y veo árboles y colores y no solo el color del desierto".
A junio de 2015, 59 estudiantes sirios recibían becas DAFI en Jordania. Debido a los recortes presupuestarios, el curso académico 2015/2016 verá el número de nuevas becas caer a 10, de las 50 del curso anterior.
Con la demanda superando con mucho el número de becas disponibles, muchos refugiados jóvenes y brillantes corren el riesgo de no poder acceder a una educación superior.
Una de estas estudiantes es la hermana pequeña de Alaa, Sondos. Con 17 años, está a la espera de saber sus resultados de la escuela secundaria y espera obtener las calificaciones necesarias para acceder a la universidad. Pero, debido a las limitaciones presupuestarias, solo un estudiante por familia puede optar al programa DAFI, y esto significa que Sondos debe buscar una beca alternativa para seguir los pasos de su hermana y acceder a la educación superior.
"Alaa está dispuesta a renunciar a su beca para que su hermana pueda estudiar, pero le hemos dicho que no queremos que lo haga", explica el Director de ACNUR para el campo de refugiados de Za'atari, Hovig Etyemezian. "Sondos quiere estudiar medicina y nos hemos comprometido a encontrarles una beca a ella y a otros muchos que, como ella, se lo merecen".
Sus historias subrayan la naturaleza cambiante de los retos a los que se enfrentan los residentes de Za'atari y las organizaciones humanitarias que trabajan allí, tres años después de que el campo surgiera en el desierto del norte de Jordania para acoger a los que huían de la brutal guerra civil en Siria.
Muchas de las 81.500 personas que viven en el campo llevan años allí, con pocas perspectivas inmediatas de volver a su patria de forma segura. Con problemas relacionados con las infraestructuras, como la vivienda, la electricidad y el agua, resueltos en su mayor parte, la atención se está desplazando gradualmente a retos a más largo plazo, incluyendo el empleo, la formación profesional y la educación.
Más de la mitad de los residentes en Za'atari son niños, y un tercio de ellos no van a la escuela. De los 9.500 jóvenes que hay en el campo con edades comprendidas entre los 19 y los 24 años, el 5,2% empezaron estudios universitarios, pero tuvieron que abandonarlos por el conflicto, mientras solo el 1,6% consiguieron graduarse.
La evidente inteligencia de Alaa y su firme determinación significan que es una de los pocos jóvenes que puede cambiar esta tendencia, pero con toda una generación de refugiados sirios en riesgo de perder la oportunidad de tener una educación secundaria y superior, Alaa teme lo que esto supondrá para el futuro de su país.
"La educación es el primer paso para construir una sociedad fuerte, y sin ella, no habrá doctores, maestros o ingenieros para ayudar a reconstruir Siria", dice Alaa.
"A medida que la crisis perdura, no sé cuanto tiempo podrá la comunidad internacional continuar facilitando alimentos y refugio a este enorme número de refugiados. Pero si, por lo menos, podemos tener una educación, tendremos una oportunidad para ser auto-suficientes y mantenernos con nuestros propios medios en el futuro".
Por Charlie Dunmore, desde el campo de refugiados de Za'atari, Jordania.
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.