Huyendo de la violencia, nicaragüenses buscan seguridad en Costa Rica
Miles de personas que huyen de los asesinatos, las violaciones de derechos y las tensiones en su país, están solicitando asilo en la frontera sur del país centroamericano.
Solicitantes de asilo de Nicaragua hacen fila para presentar sus solicitudes en la oficina de migración en San José.
© ACNUR / Roberto Carlos Sanchez
El delgado estudiante de medicina trabajó como paramédico en las protestas en Nicaragua, hasta que paramilitares armados lo detuvieron el mes pasado.
“Ellos me golpearon, me pusieron una toalla en la cara y me echaron agua hasta que sentí que me ahogaba”, dice el estudiante, que se hace llamar “Lobo”, un nombre que se ganó durante las manifestaciones.
“También hubo mucho abuso psicológico”.
La actual crisis política en Nicaragua inició el 18 de abril con protestas en la capital de Managua, provocadas por la oposición a los planes del Gobierno del Presidente Daniel Ortega de recortar las pensiones y el sistema de seguridad social.
Desde entonces, los enfrentamientos en el país centroamericano han dejado por lo menos 317 muertos, de acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Más de 2.000 personas han quedado heridas, y se desconoce el número de personas detenidas.
“Ellos me golpearon, me pusieron una toalla en la cara y me echaron agua hasta que sentí que me ahogaba”.
Lobo, que pidió no ser nombrado por razones de seguridad, fue puesto en libertad después de cinco días, gracias a la intervención de una asociación local de derechos humanos. Una red de amigos le ayudó a cruzar la frontera hacia Costa Rica.
El joven de 21 años vive ahora en la capital, San José, con otros estudiantes desplazados de Nicaragua. Mientras esperan el procesamiento de sus solicitudes de asilo por parte del Gobierno, ellos reciben la ayuda de los costarricenses, también llamados “ticos”.
“Incluso con todo el amor que los ticos y su Gobierno nos han mostrado, me siento aprisionado aquí, porque no es mi país”, dice Lobo. “Nunca será lo mismo. Dejé a mis amigos, mis recuerdos, mis estudios”.
El estudiante de medicina es parte de los miles de nicaragüenses que han solicitado la condición de refugiado en la vecina Costa Rica desde abril.
Dentro de las personas que buscan protección en San José también se encuentra Jorn Henry Bermúdez, un técnico de celulares de 28 años y proveniente de Managua. Su hogar estaba justo al lado de una de las universidades que ha estado en el centro de las protestas lideradas por estudiantes.
“Podías ver a la policía venir con armas, disparándole a los jóvenes”, recuerda Bermúdez.
En la represión subsiguiente, Bermúdez dice que varios residentes locales fueron asesinados a tiros, entre ellos un adulto mayor con una enfermedad mental, que vivía a pocas puertas de él, y un niño de 14 meses a quien los paramilitares le dispararon en la cabeza.
Bermúdez decidió huir de Nicaragua después de que un grupo de paramilitares allanara el hogar que compartía con su pareja embarazada, a finales de julio. Él vendió su cámara, su laptop y un celular para lograr llegar a Costa Rica. La pareja salió con una pequeña valija para no llamar la atención, y finalmente logró llegar a San José.
“Fue entonces que conocí a la mujer que nos ofreció acogernos. Ella nos ha alimentado y nos ha dado una habitación”, dice él. “Pero se siente como tener tu vida en las manos de alguien más, porque nunca sabe cuándo te dirán ‘Oye, necesitamos la habitación’”.
Después de más de tres meses de crisis, la capacidad gubernamental de procesar las solicitudes de asilo se ha visto seriamente sobrecargada.
“Me inscribí como reserva del ejército, pero cuando nos llamaron pensé: ¿cómo voy a matar a mi propia gente?”
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está brindando un apoyo inicial a la autoridad migratoria para aumentar su capacidad de procesamiento y está fortaleciendo su presencia en la región fronteriza del norte de Costa Rica para brindar protección y asistencia a los refugiados.
Otro recién llegado a la capital costarricense es “José”, que también pidió no ser identificado debido a razones de seguridad. Residente de León, la segunda ciudad más grande de Nicaragua, sirvió en el ejército durante siete años, pero se fue hace cuatro años después del nacimiento de su hija.
“Me inscribí como reserva del ejército, pero cuando nos llamaron pensé: ¿cómo voy a matar a mi propia gente?”
Negándose a atender cuatro llamadas para regresar al servicio activo, optó por huir a Costa Rica a principios de julio después de que los paramilitares disolvieran las protestas en León.
Ahora la familia de tres está viviendo en una habitación provista por una monja en una iglesia católica local. Al igual que muchos de los nuevos solicitantes de asilo de Nicaragua, dependen de la bondad de amigos, organizaciones benéficas y personas desconocidas.