"Las personas refugiadas son las personas más fuertes y resilientes que he conocido nunca"

Entrevista a Rebeca Cenalmor Rejas, jefa de la Oficina de ACNUR en Guatemala, para celebrar el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria.

Rebeca (centro) con niños y adolescentes no acompañados solicitantes de asilo en el campo de Shagarab, en el este de Sudán, en 2009.
© ACNUR

Mujer todoterreno. Apasionada por el aprendizaje continuo. Comprometida con su trabajo y su familia. Rebeca Cenalmor Rejas empezó su carrera humanitaria con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Sudán en el año 2009. Desde entonces ha trabajado en lugares tan distintos como Ginebra, Panamá y Tailandia, hasta su puesto actual como jefa de la Oficina de ACNUR en Guatemala.

La pasión por su trabajo es palpable durante toda nuestra conversación, así como su inconfundible acento. “Soy gallega y hablo mucho, si tienes que cortarme, me cortas”, bromea al principio de la entrevista. En el Día de la Asistencia Humanitaria, con su testimonio queremos rendir tributo a todos los trabajadores humanitarios que dedican sus vidas a ayudar a los demás.

Empezaste a trabajar como oficial de protección con ACNUR en 2009, en un programa de atención integral a refugiados en Sudán. ¿Qué te llevo a escoger una carrera humanitaria con ACNUR?

Yo soy licenciada en Derecho. Cuando empecé a estudiar quería especializarme en derecho mercantil y trabajar para una gran empresa, nada que ver con el mundo humanitario. Pero entonces me apunté como voluntaria para varias organizaciones sociales en España, incluida Cruz Roja. Aquel voluntariado cambió por completo mi percepción de lo que quería hacer en el futuro. En aquel momento no se me ocurría poder trabajar para las Naciones Unidas, lo veía como una posibilidad inalcanzable. Sin embargo, se abrieron varios puestos para trabajar con ACNUR a través del Programa de Oficiales Profesionales Jóvenes (JPO). Postulé y tuve la suerte de ser seleccionada, y hasta ahora.

De Sudán a Guatemala; pasando por Panamá, Tailandia…  ¿Cuáles son los principales retos de trabajar sobre el terreno en países tan distintos?

Para mí uno de los principales retos es el idioma: el no poder interactuar directamente con las personas refugiadas y solicitantes de asilo, con las autoridades o con los socios en una lengua que conoces bien. Porque entonces dependes de un intérprete. Si comparo mis experiencias en Sudán y Tailandia con mis puestos en América Latina, realmente poder expresarte de forma directa en un idioma que dominas marca la diferencia.

Un segundo reto, que a la vez me parece enriquecedor, es que este trabajo conlleva muchos cambios culturales. Por poner un ejemplo, cuando llegué a Sudán después de trabajar en Europa, no se me hubiera ocurrido nunca la enorme importancia de las consultas con las personas más mayores de la comunidad y su involucración en el desarrollo de las actividades. Este es un aspecto muy importante en la cultura de Sudán y entender todos estos elementos lleva tiempo.

¿Y los puntos más positivos?

Querría destacar un aprendizaje común: independientemente de los países y los contextos, las personas refugiadas son las personas más fuertes y resilientes que he tenido la oportunidad de conocer. También me parece muy positiva la rotación del personal de ACNUR. Aunque a veces conlleva un cambio de vida muy drástico, realmente te permite aprender y aportar mucho. Muchas veces no eres consciente de que lecciones que has aprendido en un país son aplicables a otros países con contextos totalmente diferentes.

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?

Sin lugar a dudas, ver que el trabajo es útil. Hacemos un trabajo que tiene un impacto directo en las personas, y por eso sigo trabajando en ACNUR. También me encanta tener contacto directo con las personas. Somos una agencia humanitaria de terreno y tenemos que estar en contacto con personas refugiadas, solicitantes de asilo y apátridas, para entender directamente cuáles son los retos que están viviendo y poder darles respuesta.  

Habrás conocido muchas historias impactantes durante tu carrera. ¿Hay algún caso que te haya marcado especialmente?

Me gustaría compartir una experiencia que viví en Sudán y que me marcó. En aquel momento yo trabajaba en un campo de refugiados en Kasala, al este del país. La región se caracterizaba por ser una de las situaciones de refugiados más prolongadas del mundo, con llegadas constantes de personas de Eritrea, Etiopia y Somalia. Entre ellos, un número muy grande de niños, niñas y adolescentes no acompañados. Yo interactuaba directamente con ellos porque uno de mis objetivos de trabajo era fortalecer el sistema de protección infantil. En una de las muchas entrevistas que tuve, conocí a un niño de 8 años que había escapado de Eritrea huyendo del reclutamiento forzado. Al enterarse de que su familia corría peligro, había regresado hasta dos veces para después volver a huir, solo. Realmente son situaciones así las que te hacen darte cuenta de que hay que apoyar a estos menores de edad. De hecho, uno de mis mayores hitos en el campamento de Sudán fue trabajar en el establecimiento del primer centro para el cuidado de los niños y adolescentes no acompañados.

Desde 2019 trabajas como jefa de la Oficina Nacional de ACNUR en Guatemala. ¿Cómo es tu día a día?

Como jefa de oficina, tengo la responsabilidad de coordinar la colaboración con el Gobierno, con el resto de las agencias de Naciones Unidas, con nuestros socios y con mi propio equipo. También hacía muchas misiones al terreno para hablar directamente con las personas refugiadas y solicitantes de asilo, ver cómo funciona nuestro trabajo en la práctica y poder atender mejor las necesidades. Mi puesto actual es una combinación de estos dos elementos: gestión y protección. Estamos haciendo un trabajo de concienciación importante para poner de manifiesto que personas que huyen de la persecución por maras o del crimen organizado en Centroamérica también tienen derecho a pedir protección internacional.

Guatemala se caracteriza por ser un país de tránsito, asilo, retorno y origen de refugiados, en el complejo contexto del Triángulo Norte de Centroamérica. ¿Cuáles son los principales ejes del trabajo de ACNUR en el país?

ACNUR es muy conocido entre las personas guatemaltecas mayores por el trabajo que hicimos aquí durante el conflicto armado del siglo pasado. Después del retorno organizado de los guatemaltecos, cesamos nuestra operación y volvimos recientemente, en 2016, cuando se abrió formalmente una oficina en el país. Muchos de nuestros esfuerzos se enfocan en las necesidades de protección de las personas centroamericanas que están huyendo de las pandillas y en cómo identificar a estas personas dentro de los flujos migratorios mixtos, en los que puede haber migrantes y refugiados. Además, muchas veces las personas no saben cuáles son sus opciones de protección. Creemos que nuestro aporte principal, trabajando con nuestros socios, es identificar a estas personas y explicarles sus derechos para que puedan tomar decisiones informadas.

  • Registrando adolescentes no acompañados en Tecún Umán, Guatemala en enero 2020.
    Registrando adolescentes no acompañados en Tecún Umán, Guatemala en enero 2020.  © ACNUR / Alexis Masciarelli
  • Visitando a una familia de solicitantes de asilo salvadoreños en la Ciudad de Guatemala para identificar como fueron impactados por la COVID. Joshua, el bebé, nació en casa al comenzar las restricciones de movimientos por la pandemia.
    Visitando a una familia de solicitantes de asilo salvadoreños en la Ciudad de Guatemala para identificar como fueron impactados por la COVID. Joshua, el bebé, nació en casa al comenzar las restricciones de movimientos por la pandemia.  © ACNUR / Alexis Masciarelli

¿Cómo trabajan con el Gobierno de Guatemala y con la sociedad civil?

Nuestro enfoque de trabajo con el Gobierno viene marcado por el MIRPS, el Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones. Se trata de, un marco de respuesta a nivel regional cuya presidencia pro-tempore ejerce ahora El Salvador y que cuenta con una Plataforma de Apoyo que preside España hasta junio 2021 . Nuestro trabajo aquí consiste en prestarle apoyo al Gobierno de Guatemala para implementar los compromisos que ellos han adquirido voluntariamente en el marco de este proyecto. Uno de los puntos básicos de trabajo es el fortalecimiento del sistema de asilo en Guatemala para asegurarnos de que aquellos que quieran entrar en el sistema puedan hacerlo de forma eficaz y justa.

ACNUR tiene oficinas de terreno en puestos fronterizos clave en el país. Muchas veces son las propias comunidades las que hacen la identificación de personas que pueden necesitar protección y nosotros apoyamos. Como buena iniciativa, tenemos en todo el país las “Familias solidarias”, guatemaltecos que están en puntos clave de tránsito y ayudan a estas personas, conversando con ellas, dándoles alojamiento, derivándolas a ACNUR o a nuestros socios. A nivel de la sociedad civil, existe una ‘Red de Protección’ formada principalmente por ONGs nacionales. Tengo que destacar que el número de solicitantes de asilo en Guatemala sigue siendo bajo, pero la tendencia es al alza. Hay un incremento de las personas que ven Guatemala como una opción de protección y creemos que el trabajo que se hace desde la Red tiene mucho que ver con ello.

La pandemia de la COVID-19 ha traído nuevos desafíos. ¿Cómo se ha adaptado el trabajo de ACNUR en Guatemala?

Con la COVID-19 tuvimos que reorganizar la operación. Lo que queríamos conseguir era que el trabajo más fundamental no parase. Nuestro compromiso es “quedarnos y responder” (stay and deliver) la premisa que el Alto Comisionado de ACNUR ha lanzado a todas las operaciones. Guatemala ha sido un ejemplo claro de ello. ¿Cómo lo hemos hecho? Al inicio de la pandemia cambiamos muy rápidamente de la asistencia humanitaria a la asistencia en efectivo que permite una mayor independencia de las personas, ampliamos los criterios de vulnerabilidad para recibir ayudas y, durante estos meses, hemos mantenido el monitoreo fronterizo y continuado con las entrevistas de casos muy vulnerables.

¿Qué petición harías a la comunidad internacional para poder hacer frente a los retos?

Es una pregunta compleja, porque debemos tener en cuenta que el número de personas que han sido forzadas a huir de sus hogares en todo el mundo es más alto que nunca y que la pandemia de COVID-19 ha empeorado las condiciones de estas personas. Lo que pediría es asegurarnos que no haya situaciones como la de Centroamérica que puedan pasar desapercibidas frente a otras situaciones globales más mediáticas. Me gustaría que el norte de Centroamérica no sea una zona que quede fuera de la agenda pública internacional, porque la crisis de protección que vemos en estos países es muy fuerte y tiene un impacto muy grande en muchas personas.

¿Dónde te ves dentro de 5 años?

Me gustaría verme todavía en ACNUR, me gusta mucho el trabajo. Quizás en un rol con un doble componente de protección y gestión, como ahora. La verdad es que no me importaría irme a cualquier parte del mundo. Lo ideal para mí sería una operación en la que yo pueda aportar.

Trabajar en el terreno humanitario muchas veces implica también hacer ciertos sacrificios personales. ¿Cómo ha sido en tu caso?

El sacrificio más grande que hacemos todas las personas que trabajamos fuera es estar lejos de la familia y de los seres queridos en contextos difíciles. Hay muchas situaciones en las que te gustaría estar en casa para poder apoyar a los tuyos, como en la pérdida de un ser querido, y a las que llegas tarde. Ese es el dolor más grande que sentimos muchos.

Yo tengo la fortuna de tener una familia que ha decidido seguirme. Le estoy muy agradecida a mi esposo, que se tiene que reinventar cada vez que nos cambiamos de país. También tengo dos niñas pequeñas de 2 y 4 años. Mi compromiso de seguir trabajando con ACNUR a la vez que mantengo una familia es también complicado, porque ACNUR trabaja en muchos sitios donde la familia no puede estar. Por eso priorizo pedir destinos donde puedan venir conmigo. Como anécdota, cuando aún estaba amamantando me llegué a llevar a mi hija pequeña a uno de los campos de refugiados más alejado de Mae Sot, donde estaba nuestra oficina, cuando trabajaba en Tailandia. En alguna ocasión hasta los propios refugiados me ayudaban cuidando a la pequeña.

¿Qué les dirías a los jóvenes que sueñan con una carrera humanitaria?

Les diría que en el sector humanitario hay mucha competencia y que la preparación y la motivación son clave. También que piensen que hay muchas maneras de trabajar en el campo humanitario, muchas veces sin salir de su propio país. En todos los países del mundo hay organizaciones a nivel nacional que están haciendo un trabajo humanitario muy importante. Les recomendaría empezar desde la base para asegurarse de que esta carrera es realmente la que quieren emprender. A mí me sirvió, yo no estaría aquí con ACNUR si no hubiera empezado mi carrera humanitaria en España.