Los árboles jóvenes echan raíces y transforman la vida en Tanzania
El proyecto de plantación de árboles en Tanzania impulsa las menguantes reservas de árboles alrededor de los campamentos de refugiados, reducidas debido a la presión de la población.
Kashindi Eli, de 25 años, trabaja en un vivero financiado por ACNUR en el campamento de refugiados de Nyarugusu.
© ACNUR/Georgina Goodwin
Eli Kashindi finalmente comenzó a sentir que había encontrado la paz 20 años después de que ella y su familia huyeran de la República Democrática del Congo. Pero este año, el viento azotó el campamento de refugiados de Nyarugusu y destruyó su albergue.
"El viento destruyó el techo", recuerda Eli, de 25 años de edad. "Tuvimos que cubrir la casa con plantas y hierba".
Hace años, los árboles protegían el campamento de refugiados de los elementos de la naturaleza. Sin embargo, una gran afluencia de refugiados procedentes de la vecina Burundi y la República Democrática del Congo aumentó la presión existente sobre los recursos y agravó los desafíos medioambientales a los que se enfrentaba la comunidad de acogida. Se talaron hectáreas de árboles para usar el terreno para la agricultura y para suministrar de leña y madera a los refugiados. Ahora, tanto los refugiados como la comunidad de acogida están pagando las consecuencias.
"Para mí, ahora es más importante que haya árboles."
Pero hay esperanza. Durante los últimos tres meses, Eli ha estado trabajando en un vivero de árboles en el campamento de Nyarugusu, donde se están cultivando cerca de 800.000 semillas en medio acre de tierra. Una vez hayan echado raíces, serán trasplantados en el campamento y en el comunidad de acogida.
Alrededor de 100 refugiados como Eli, así como personas locales, están aprendiendo nuevas habilidades y obteniendo un ingreso mensual de forma regular.
"Normalmente, riego y quito las malas hierbas" dice Eli, atendiendo algunos árboles de papaya recién plantados en un tranquilo rincón. "Realmente disfruto trabajando aquí y para mí, ahora es más importante que haya árboles".
Desde 2014, Hamilton Misana ha liderado el proyecto para la organización CEMDO, un socio de ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados.
"Los recursos son limitados, pero formamos a los trabajadores en el sistema de riego, gestión de plagas y el deshierbe", dice. "También educamos a la gente local y a los refugiados sobre la plantación de árboles, la conservación del agua y el control de los incendios forestales, y los animamos a hacer negocios que sean respetuosos con el medio ambiente, como la apicultura".
Con más de 316.000 refugiados viviendo en los campamentos de Tanzania, Hamilton conoce lo importante que es de la cooperación con la comunidad de acogida. "Tenemos que trabajar juntos en esto", dice.
ACNUR y las organizaciones socias están trabajando para marcar la diferencia para todos. Además de los de las dos plantaciones de Nyarugusu, se han criado unos 100.000 árboles adicionales en el campamento de refugiados de Nduta con el apoyo de REDESO. Estos árboles serán plantados en el campamento por la comunidad de refugiados.
Se han plantado otros 54.000 árboles en la plantación del poblado de Biturana, ubicada a 30 minutos en coche desde Nduta. Allí, gente local como Jovin Nyanenda, de 27 años, ha aprendido nuevas habilidades y pronto cada unidad familiar recibirá en torno a 30 plantas de semillero.
"ACNUR me ha formado en habilidades nuevas, como cómo criar las semillas, mezclar el suelo o mantener el vivero", dice Jovin, mientras se limpia la frente. "Estoy muy feliz de tener árboles de nuevo. No solo me beneficia a mí, sino a todos".
"No solo me beneficia a mí, sino a todos."
En total, ACNUR ha plantado cerca de 2 millones de árboles en los campamentos de refugiados de Nyarugusu, Nduta y Mtendeli. Adquiere las semillas a través de los socios CEMDO y REDESO, que a su vez las obtienen de distribuidores locales, impulsando así la cooperación con el sector privado.
No obstante, cada semilla cuesta unos 250 chelines tanzanos (10 céntimos de dólar) y la financiación es limitada. Se necesita con urgencia más financiación para continuar con proyectos tan importantes como este, que son clave para el Marco de Respuesta Integral para los Refugiados (CRRF), un nuevo enfoque que se centra en apoyar a las comunidades que acogen a un gran número de refugiados y en implementar programas sostenibles lo antes posible.
Las necesidades de energía en los campamentos son altas e incluso para las especies de árboles que crecen a una velocidad mayor, pueden pasar 3 años antes de que un árbol esté listo para usarse como leña.
Muchos refugiados, forzados a comenzar de cero y con pocas alternativas, han pasado décadas usando los árboles de Tanzania como madera y leña. A medida que los suministros han disminuido, la tensión con las comunidades de acogida ha ido en aumento, ya que ellos tratan de satisfacer sus propias necesidades energéticas con los mismos recursos limitados.
Stella Ndayishimiye, de 27 años, tiene dos hijos y hasta hace poco salía del campamento frecuentemente a buscar leña. Es una tarea peligrosa y agotadora, que puede llevar hasta cinco horas de su tiempo. Ella estaba entre el grupo de mujeres que fue agredido por la gente local.
"La paliza duró mucho tiempo", recuerda. "A algunas de nosotras nos cortaron con cuchillos, y tuvieron que llevarnos al hospital. Mis hijos estaban conmigo. Todavía siento el dolor, en mi cuerpo y en mi cabeza".
El gas licuado de petróleo es un combustible alternativo que ACNUR está probando en Nyarugusu y Mtendeli. Cada semana, más de 3.000 hogares reciben una lata de 6 kilos de gas, una alternativa más saludable, más segura y más sostenible que la leña. Reduce las emisiones y mejora la calidad del aire en los albergues.
"Es mejor tener el gas", dice Stella con firmeza, mientras espera en la cola con otras mujeres. "Ahora no tengo nada que temer, porque no tengo que salir al bosque ni ser atacada".
"Ahora no tengo nada que temer."
La falta de fondos, sin embargo, se traduce en que este proyecto es a corto plazo. A ACNUR, cada lata de gas le cuesta 47.000 chelines tanzanos (21 dólares americanos) y el coste de rellenarla es de 20.500 chelines tanzanos (9 dólares americanos) cada vez. Más de 3.000 hogares están cosechando los beneficios, pero el porcentaje es aún pequeño en comparación con la totalidad de la comunidad de refugiados. Se necesita hacer aún mucho más para poder preservar el entorno natural.
La representante de ACNUR en Tanzania, Chansa Kapaya, dice que el uso de los recursos naturales, incluido el uso de leña para cocinar, no sólo afecta al medio ambiente, sino que también genera riesgos y tensión entre los refugiados y las comunidades cercanas. En respuesta, ACNUR está implementando una estrategia integral de energía y medio ambiente.
"Uno de los objetivos principales de esta estrategia es suministrar a los hogares combustibles alternativos para cocinar, y vincular la intervención con mayores oportunidades de sustento, de forma que los beneficiarios puedan contribuir al coste y a la sostenibilidad de este importante programa", dice.
Estos proyectos son ejemplos del tipo de cosas que necesitan ser replicadas y ampliadas, mientras ACNUR lidera el proceso para desarrollar un Pacto Mundial sobre Refugiados, diseñado para asegurar que las comunidades de acogidas tienen el apoyo necesario para gestionar los efectos, incluidos los aspectos medioambientales, del gran volumen de refugiados que acogen.
Este pacto podría abarcar temas como el acceso a energía asequible, limpia y sostenible en los campamentos de refugiados o la inversión en tecnologías medioambientales que beneficien de igual manera a los refugiados y a las comunidades de acogida.
El 10º Diálogo del Alto Comisionado sobre los Desafíos de Protección que tendrá lugar la semana que viene (12 y 13 de diciembre) en Ginebra, se centrará en el progreso hacia el Pacto Mundial sobre Refugiados. La reunión evaluará los resultados de las consultas que han tenido lugar en 2017 y reunirá las lecciones aprendidas hasta ahora en la aplicación del CRRF, que fue establecida el año pasado en la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes.
Wizeyimana Siwajibu, refugiada Burundi de 34 años que cuida las plantas en la plantación de árboles de Nduta, considera que estos proyectos le han cambiado la vida. "Estoy orgullosa de tener la oportunidad de trabajar aquí", dice sonriendo. "Solía dar vueltas durante tres horas para poder recolectar leña y este proyecto nos está ayudando a mantener los árboles. Estoy realmente muy agradecida".
Por Kate Bond
Gracias a la Voluntaria en Línea Paula Babot por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.